El pasado sábado, sin presencia de la gran mayoría de lao posición en el Senado de la República, incluso, con la faltad e algunos legisladores y legisladoras que conforman la mayoría, se llevó a cabo el inédito ejercicio para nuestro país consistente en la insaculación para determinar espacios del Poder Judicial que se pondrán a elección a mediados del próximo año.
La coloquialmente llamada tómbola se llevó a cabo para que en un proceso azaroso se decidiera cuáles eran los juzgados y las magistraturas que culminaría abruptamente el cargo de sus titulares para dar lugar a una elección derivada de la Reforma al Poder Judicial que, entre otras cosas, pugnaba por cambiar de forma escalonada a los cientos de órganos judiciales del país; suerte que también correrán los poderes judiciales de las 32 entidades federativas próximamente.
Entre las muchas opiniones que se vertieron respecto a este ejercicio mandatado por la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, resalta la declaración simple pero concreta de uno de los jueces que se manifestaban en contra de la reforma: “en esa tómbola estaba el proyecto de vida de muchos y muchas”.
Durante años se había pedido la profesionalización de los cargos en el Poder Judicial de la Federación, uno de los equilibrios democráticos que había sufrido la intromisión de cúpulas que alejaba a muchas personas de acceder a cargos importantes en la administración de justicia.
En aquel momento, la sacudida fue más tersa y se empezó a hablar de la carrera judicial, la cual pronto se consolidó como uno de los elementos burocráticos más serios que existiera al momento.
El escalafón y las constantes evaluaciones permitían a muchas personas tener la posibilidad de acceder a un cargo de enorme relevancia sólo a través de la demostración de una experiencia probada y de una preparación académica sólida que generaba criterios relevantes aunque, hay que decirlo, resultados magros, sobre todo, cuando se trataba del castigo a quienes cometían algún delito.
Responsabilidad, también debemos aceptarlo, que no se encuentra exclusivamente en el Poder Judicial, sino en las fiscalías y policías que tampoco salen bien calificadas.
En efecto, lo que sucedió el sábado echó al traste con aspiraciones genuinas de personas que habían realizado una carrera judicial y hoy se encontraban en la materialización de un cargo que persiguieron por años si no es que poror décadas.
No se trata sólo de los miembros del Poder Judicial que vienen, sino es fundamental realizar un análisis correspondiente a aquellos que se van y que dejan consigo años de estudio y capacidad de resolución.
Esos miles de abogados y abogadas hoy ven truncada una carrera que no se atreven a continuar bajo las mismas reglas, ya sea por convicción o porque no entienden en los nuevos procesos una visión a largo plazo que logre mejorar las circunstancias de administración de justicia, circunstancia que sólo el tiempo demostrará su beneficio o perjuicio.
Hay coincidencia en la necesidad de reformar al Poder Judicial judicial, incluso, hay una vertiente clara que pugna por una forma distinta de designación de jueces, magistrados y Ministros, sin embargo, cuando en la fórmula para tomar decisiones de gran calado que afectan al país y que se refieren al equilibrio y contrapeso de poderes, se incluye una tómbola, no deja de sorprender y de propiciar un extrañamiento a saber si las cosas se hicieron bien y se maduraron correctamente, de tal manera que se pueda evitar un conflicto sin precedentes entre órganos del Estado.