El pasado fin de semana ocurrió un episodio más de la violencia más grave que ha vivido Estados Unidos de América a lo largo de su historia, ya que, nuevamente se perpetró un intento de magnicidio en contra del candidato republicano y ex presidente Donald Trump. Desde una azotea cercana a un mitin en Pensilvania, un joven de 20 años de edad disparo un rifle de asalto que quedó a centímetros de la cabeza del candidato asestándole una herida en la oreja y propiciando la muerte de uno de los asistentes al encuentro partidista y que se desempeñaba como bombero antes de retirarse. De inmediato, las voces se levantaron para sugerir que, sin importar de quién se trate, la violencia de este calibre no debe tener cabida en ninguna sociedad que se precie de ser democrática y que, además, sea una potencia a nivel mundial, ya que, además de la pérdida de una vida, las consecuencias globales podrían ser gravísimas.
Las elecciones en Estados Unidos se han polarizado a tal grado que las propuestas han desaparecido y los ataques tomaron el centro de la acción en el debate, de ahí que las comunicaciones tanto del Presidente de la República como de la Presidenta electa, fueran llamando al diálogo al respeto y condenando cualquier tipo de violencia en un país que no sólo es hermano sino también socio comercial.
En adelante, la imagen de los votantes estadounidense no podrá ser desagregada del evento político de Pensilvania, en donde una persona, que no sabemos el móvil de ese intento de homicidio, trató de desestabilizar y lo logro, aunque seguramente de otra manera, una de las elecciones más importantes de la historia en EUA.
La historia de EUA está repleta de atentados y magníficos pero nunca dejará de condenarse por las consecuencias, máximo que pone a Trump con rumbo claro a la Casa Blanca a pesar de la existencia de acusaciones criminales fuertes. Las amenazas contra la OTAN y la migración en nuestra campaña nos deja claro que el atentado si generó un grave daño. Las investigaciones siguen en curso y las motivaciones serán tan importantes como el cambio en la carrera presidencial.
Se vienen muy complicados para la democracia estadounidense, ya que, por increíble que parezca, existen voces que justifican lo realizada, así como muchas otras que manejan la versión de un autoatentado con tal de subir los números en las encuestas. Sin sustento, estas versiones permiten mantener la confrontación y desviar la atención de la condena a la escalada de violencia que, lamentablemente, ya no sólo sufre un país, sino todo el planeta.
El suceso debe servirnos para no quedarnos en la coyuntura y analizar las causas de una sociedad que, aceptémoslo o no, se va rompiendo y escogiendo el camino de la violencia por encima del diálogo, la conciliación y el respeto a la opinión de las demás. Sí, se encuentra en juego una de las posiciones políticas más importantes en el mundo entero por la magnitud del país que se trata, son embargo, ni en esos escenarios es dable pensar en derrotar al contrincante de esa manera.
La libre expresión de las ideas no debe tener como respaldo la violencia, el encono y el uso de armas para resolver los problemas, de ahí que, en adelante, el debate deberá estar centrado en cómo rescatar a niños y jóvenes de un escenario propicio para violentar y no dialogar. Esto debe acabar en una profunda reflexión.