/ miércoles 7 de agosto de 2024

La peor CONADE de la historia

El 26 de julio pasado dio inicio una edición más de los Juegos Olímpicos en la ciudad de París, Francia, en su XXXIII edición de la época moderna con la presencia de, aproximadamente, 10 mil quinientos atletas de todos los rincones del planeta, incluso de aquellos países que o tienen con un veto deportivo o bien han expulsado a sus connacionales por las condiciones en que se viven actuando como refugiados con el cobijo del Comité Olímpico Internacional. En el caso de México son 109 participantes en diversas disciplinas quienes nos representan orgullosamente por el arraigo, cariño y respeto a nuestra nación, superando adversidades de todo tipo y haciendo que su estancia en esa justa deportiva se convierta desde ya en una auténtica hazaña.

Esto último no tendría que ser así si las y los deportistas tuvieran un apoyo real, no regateado y con respeto a sus enormes capacidades, sin embargo, las pésimas decisiones y el cúmulo de rumores sobre malos manejos económicos de quienes encabezan la administración deportiva en nuestro país, nos tienen sumidos en un problema grave, ya no sólo de resultados, sino de propio bienestar de atletas, presidentes de federación, entrenadores y fisioterapeutas.

En aras de la honestidad, debemos aceptar que existe una desventaja estructural, social y económica que no permite a nuestro país invertir las grandes cantidades que se erogan en otras latitudes porque, simple y sencillamente el Producto Interno per cápita es sumamente inferior a la de otras potencias deportivas, sin embargo, ya existe una propuesta clara para introducir en escuelas y en comunidades la práctica de disciplinas deportivas como elemento esencial de las políticas públicas.

Dejando ese paréntesis que corresponde al mediano y largo plazo, situación que corresponderá a la próxima Presidenta de la República, la realidad actual del deporte en nuestro país es lamentable no sólo en los hechos materializados en las y los deportistas nacionales, sino en las formas, las declaraciones y la incapacidad de gestionar la Comisión Nacional del Deporte (CONADE) en alguien que deportivamente es una leyenda, pero que administrativamente ha dejado mucho que desear.

Quienes han dado la cara en estos juegos parisinos lo han hecho con el sudor de su frente y no gracias a quien encabeza la CONADE, sino a pesar de todos los obstáculos que les ha puesto, tan es así que todos los órganos jurisdiccionales le han dado la razón a las y los deportistas que han peleado su beca que se les arrebató sin siquiera advertirles y, mucho menos, motivar y fundamentar esa eliminación del apoyo.

Colectas, ventas, apoyos de la iniciativa privada y mucho corazón ha generado que nuestros representantes en París 2024 saquen la casta preocupándose más por sobrevivir que por su desempeño deportivo, lo cual es inadmisible si lo que buscamos es más y mejores resultados. Porque lo ideal sería que el deportista se enfoque en su preparación las horas que sean necesarias y no distraerse quitando horas de su práctica para poder conseguir apoyo hasta para uniformes.

Atletas lesionadas por falta de fisioterapeutas capaces y que las conocen por el seguimiento, desconcentradas por falta de pago de traslados, presionados por la inexistencia de una beca y abandonados a su suerte mientras que la dirigente se pasea por las calles de París, exige resultados y crítica las fallas, achacándose, además los logros cuando se ha vuelto la enemiga principal del deporte.

La casta, el valor y la entrega de nuestros atletas contrasta con la que, quizá, es la peor administración de la CONADE u órgano similar en toda la historia y que, desde luego, merece una auditoría y revisión profunda para salir del bache en que nos metió.


El 26 de julio pasado dio inicio una edición más de los Juegos Olímpicos en la ciudad de París, Francia, en su XXXIII edición de la época moderna con la presencia de, aproximadamente, 10 mil quinientos atletas de todos los rincones del planeta, incluso de aquellos países que o tienen con un veto deportivo o bien han expulsado a sus connacionales por las condiciones en que se viven actuando como refugiados con el cobijo del Comité Olímpico Internacional. En el caso de México son 109 participantes en diversas disciplinas quienes nos representan orgullosamente por el arraigo, cariño y respeto a nuestra nación, superando adversidades de todo tipo y haciendo que su estancia en esa justa deportiva se convierta desde ya en una auténtica hazaña.

Esto último no tendría que ser así si las y los deportistas tuvieran un apoyo real, no regateado y con respeto a sus enormes capacidades, sin embargo, las pésimas decisiones y el cúmulo de rumores sobre malos manejos económicos de quienes encabezan la administración deportiva en nuestro país, nos tienen sumidos en un problema grave, ya no sólo de resultados, sino de propio bienestar de atletas, presidentes de federación, entrenadores y fisioterapeutas.

En aras de la honestidad, debemos aceptar que existe una desventaja estructural, social y económica que no permite a nuestro país invertir las grandes cantidades que se erogan en otras latitudes porque, simple y sencillamente el Producto Interno per cápita es sumamente inferior a la de otras potencias deportivas, sin embargo, ya existe una propuesta clara para introducir en escuelas y en comunidades la práctica de disciplinas deportivas como elemento esencial de las políticas públicas.

Dejando ese paréntesis que corresponde al mediano y largo plazo, situación que corresponderá a la próxima Presidenta de la República, la realidad actual del deporte en nuestro país es lamentable no sólo en los hechos materializados en las y los deportistas nacionales, sino en las formas, las declaraciones y la incapacidad de gestionar la Comisión Nacional del Deporte (CONADE) en alguien que deportivamente es una leyenda, pero que administrativamente ha dejado mucho que desear.

Quienes han dado la cara en estos juegos parisinos lo han hecho con el sudor de su frente y no gracias a quien encabeza la CONADE, sino a pesar de todos los obstáculos que les ha puesto, tan es así que todos los órganos jurisdiccionales le han dado la razón a las y los deportistas que han peleado su beca que se les arrebató sin siquiera advertirles y, mucho menos, motivar y fundamentar esa eliminación del apoyo.

Colectas, ventas, apoyos de la iniciativa privada y mucho corazón ha generado que nuestros representantes en París 2024 saquen la casta preocupándose más por sobrevivir que por su desempeño deportivo, lo cual es inadmisible si lo que buscamos es más y mejores resultados. Porque lo ideal sería que el deportista se enfoque en su preparación las horas que sean necesarias y no distraerse quitando horas de su práctica para poder conseguir apoyo hasta para uniformes.

Atletas lesionadas por falta de fisioterapeutas capaces y que las conocen por el seguimiento, desconcentradas por falta de pago de traslados, presionados por la inexistencia de una beca y abandonados a su suerte mientras que la dirigente se pasea por las calles de París, exige resultados y crítica las fallas, achacándose, además los logros cuando se ha vuelto la enemiga principal del deporte.

La casta, el valor y la entrega de nuestros atletas contrasta con la que, quizá, es la peor administración de la CONADE u órgano similar en toda la historia y que, desde luego, merece una auditoría y revisión profunda para salir del bache en que nos metió.