23 noviembre 1927
Después de la ejecución del jesuita Miguel Agustín Pro, la vida de Roberto Cruz ya no fue la misma. Todos lo señalaban con los peores calificativos.
Roberto Cruz nació en Guazapares, Chihuahua, el 23 de marzo de 1888.
Siendo niño migró con su familia al Valle del Yaqui, por lo que muchos de sus amigos de armas llegaron a pensar que era sonorense.
Desde muy joven participó en la Revolución, se alisto primero con Francisco I. Madero, después con Venustiano Carranza y finalmente se unió al grupo sonorense que controló la vida política en la década de 1920.
La labor de Roberto Cruz en la milicia fue muy reconocida y gracias a ello alcanzó el grado de general de división muy pronto, y fue considerado como uno de los generales más jóvenes de la Revolución.
Y precisamente en la década de los años 20s, le fue otorgado el nombramiento de Inspector General de Policía de la Ciudad de México, un cargo muy elevado pero que lo colocaría en la historia como un hombre desalmado, ya que siendo titular de ese puesto se le encargó dirigir el fusilamiento de Miguel Pro y otros personas acusadas de atentar contra el general Obregón.
La historia relata que el domingo 13 de noviembre, alguien intentó asesinar al general Álvaro Obregón con una bomba que explotó sin hacerle daño. Ni Agustín Pro ni sus hermanos estaban implicados en el complot, pero uno de ellos había vendido, pocos días antes, un coche que una persona había usado en el atentado.
Los hermanos Pro decidieron que sería más seguro irse de México y marchar a los Estados Unidos, pero la policía con los datos del vehículo rodeó la casa en que se encontraban y les arrestó a los tres.
El verdadero cerebro de la conspiración, Luis Segura, se entregó a la policía al oír que Agustín Pro había sido arrestado acusado del intento de atentado. Pero el presidente Calles quería dar un escarmiento a través del jesuita, aunque el verdadero responsable del crimen estuviese bajo custodia. Así el 23 de noviembre de 1927 fue fusilado el jesuita Miguel Agustín Pro, por órdenes del presidente Calles
El encargado de la ejecución de los acusados fue el general Roberto Cruz, quien vestido con su uniforme militar dirigió el fusilamiento
Después esta acción, Roberto Cruz no dejó de quejarse de que se le calificara de «un troglodita asesino», ya que siempre argumentó que únicamente había cumplido órdenes superiores, y confesó que como militar, si le dieran de nuevo esa orden, sin duda la cumpliría.