Ayer, 1º de octubre vivimos un momento histórico para la política, la administración pública, el gobierno y la economía del país, ya que, por primera vez en la corta vida independiente de nuestro amado México, una mujer asumió la Presidencia de la República, lo cual demuestra que el empoderamiento femenino es una realidad y que, a pesar del gran camino que nos falta por recorrer, estamos sentando las bases de una vida distinta para todos y cada uno de nosotros, con una visión diferente y con la esperanza de que el país por fin ataje problemas que han representado un rezago permanente, pero que con el trabajo distinto que normalmente desempeñamos las mujeres, es un aliciente para pensar en un mejor futuro.
Debemos recordar que la toma de posesión anteriormente era en diciembre, sin embargo, por cuestiones presupuestales se recorrió a octubre, de tal manera que quien asuma la titularidad del Ejecutivo Federal pueda decidir sobre el paquete económico que debe aprobarse antes de diciembre y, de esa forma tener herramientas para afrontar su gobierno bajo sus lineamientos y cumpliendo los indicadores que se propuso desde campaña.
Además de lo histórico por lo único de este evento, el inicio de un sexenio tiene enormes tintes de esperanza, ya que prácticamente en toda la historia mexicana, no ha existido una satisfacción plena sobre el gobierno de alguna persona, por lo que los pendientes se esperan que se resuelvan bajo las nuevas administraciones, sin embargo la desilusión vuelve pronto ante los resultados que no llegan, pero este caso es particular porque hay una enorme expectativa por todo el entorno.
A la Presidenta de la República le tocará afrontar una serie de resultados provenientes de la administración que le entrega, de ahí que tiene que resolver muchísimos pendientes que no fueron conclusivos en la etapa anterior, lo que es un reto aún mayor porque la economía se tambalea y la estabilidad social y política pende de un hilo.
Si quisiéramos ver a la Dra. Sheinbaum de alguna manera, la aplastante mayoría de las y los mexicanos quisiéramos verla como el puente del entendimiento y la reconciliación. Una pacificación no sólo en las cúpulas políticas, sino una reintegración social en el pueblo de México para hacerle ver que a pesar de las diferencias ideológicas siempre hay un lugar para las coincidencias y el respeto pleno que aleje a un país normalmente sereno de cualquier confrontación y violencia.
Esperamos que en ella se refleje el respeto a las mujeres, el empoderamiento de las mismas, la recolección de políticas sanas, libres y sin tendencias para la educación, además de entender que la salud es una cuestión urgente que debe atenderse en beneficio de millones de personas que siguen esperando ese momento de bienestar social que sólo una democracia puede dar y, adicionalmente, que las formas en que se logren esos objetivos sean las idóneas y donde se respeten todas las posturas y necesidades.
De verdad queremos mantener la esperanza de un México mejor donde las injusticias sociales desaparezcan, donde la paz y la solidaridad se pongan sobre la mesa y, sobre todo, donde se entienda que las descalificaciones y la estigmatización que segrega y aparta es un despropósito que afecta al mismo gobierno. Este tendrá que ser el sexenio donde el pueblo lleve la voz cantante, pero me refiero a todo el pueblo, a todas las personas, a todas las voces y a todas la mentes que lo único que buscan es el bien común.