/ viernes 1 de abril de 2022

Algoritmos en el gobierno: Un arma de doble filo

Especialistas coinciden en que muchas decisiones de la política se toman con base en información de la tecnología digital y que esto conlleva una serie de riesgos para las democracias

Hoy en día los partidos políticos ya no son los canales principales de la participación ciudadana, específicamente entre la población joven, que prefiere las plataformas digitales para poder expresarse, así lo señaló el rector de la Universidad San Martín de Porres (USMP) en Perú, José Antonio Chang.

“Estos mundos digitales están controlados por los algoritmos, que se basan en lo que previamente hace, dice o compra el usuario y básicamente se encarga de procesar sus preferencias”, agregó Chang durante la Cátedra de las Américas en el foro sobre política en la era digital “Inteligencia Artificial y Democracia”.

Otro de los participantes en el foro, el director del Instituto de Gobernanza Democrática, Daniel Innerarity, señaló que si bien en nuestras vidas es necesaria la tecnología digital y que es algo que la pandemia vino a reforzar, tampoco puede gobernarse con demasiada dependencia de estas herramientas.

Para Innerarity, la relación que tiene la sociedad con internet ha llevado a una serie de fases: Desde entusiasmo en los primeros tiempos en los que se consideraba un canal de democratización, hasta las acusaciones de ser un posible vector de manipulación.

“Y ahora, más que juzgar a la tecnología, se tiene que delimitar si es útil y compatible con la democracia”, dijo.

El catedrático parte de la idea de que la gobernanza mediante la inteligencia artificial tiene una serie de ventajas, sobre todo porque los algoritmos ofrecen más neutralidad y también miden mejor el impacto de las políticas públicas.

Pero, “así como existen ventajas, también hay inconvenientes, pues estos algoritmos se encargan de decirnos lo que hemos deseado porque hemos comprado tal cosa o tal vez emitido una opinión en las redes sociales, y este proceso no se lleva a cabo mediante una reflexión”, añadió.

Dijo también que si bien la política es una reflexión colectiva acerca de lo que deseamos, no es simplemente la realización de nuestros deseos.

“Las predicciones de los algoritmos son en función de nuestros comportamientos o decisiones pasadas, y sólo aseguran que el futuro será similar (...) Esto entra en contradicción con una característica fundamental de la política: la posibilidad de cambiar ciertas cosas”, explicó, poniendo como ejemplo que si los ya conocidos algoritmos tomaran las decisiones, nunca dejaríamos de ser sociedades machistas, ya que la decisión de dejar serlo viene precisamente de la reflexión.

El dirigente del Instituto de Gobernanza Democrática destacó que un error común es tratar a los ciudadanos como meros consumidores, debido a que no se les pide opinión sobre qué tipo de sociedad desean, y que en una democracia, que por definición es el autogobierno del pueblo, es importante que se haga.

“La gobernanza algorítmica sirve para identificar muchas preferencias, pero es muy inadecuada para aquellas dimensiones del proceso político que no son susceptibles de computación", puntualizó.

“Porque las máquinas son imbatibles cuando disponen de todos los datos, pero naufragan donde las personas destacan: en la toma de decisiones en entornos de ambigüedad e incertidumbre”, añadió.

Cabe recordar cuando en 1863, el presidente de Estados Unidos, Abraham Lincoln, pronunció su famoso discurso de Gettysburg, en el que defendía un gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo, un sistema en el que la ciudadanía tenía que tener una presencia como titular, sujeto y destinatario. Y con estos datos, Innerarity propuso que lo que se necesita es definir qué clase de voluntad popular se expresa en el big data.

Por su parte, Chang coincidió en la importancia de estudiar cómo este desarrollo tecnológico, que es un salto cualitativo en la vida del ser humano, afecta a nuestra concepción de la democracia representativa, especialmente en las Américas, con un 25 por ciento de la población de entre 10 y 24 años que quiere que las formas de la democracia se acerquen a modos de comunicación acordes con los retos del siglo 21.

En el mismo foro, el secretario general de la OEA, Luis Almagro, reconoció que la tecnología digital acercó decisiones públicas a la ciudadanía, pero comentó que el empoderamiento ciudadano en la mayoría de los casos generó fragmentación y polarización, y que se ha visto disminuido el rol de los medios de comunicación como encargados de filtrar lo que es verdadero y confiable de lo que no.

“El futuro será digital. Con la invasión rusa en Ucrania hemos vivido una especie de retroceso a categorías antiguas, de ocupación de espacio, es una guerra muy analógica, pero que no nos distraiga", concluyó Daniel Innerarity.

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Hoy en día los partidos políticos ya no son los canales principales de la participación ciudadana, específicamente entre la población joven, que prefiere las plataformas digitales para poder expresarse, así lo señaló el rector de la Universidad San Martín de Porres (USMP) en Perú, José Antonio Chang.

“Estos mundos digitales están controlados por los algoritmos, que se basan en lo que previamente hace, dice o compra el usuario y básicamente se encarga de procesar sus preferencias”, agregó Chang durante la Cátedra de las Américas en el foro sobre política en la era digital “Inteligencia Artificial y Democracia”.

Otro de los participantes en el foro, el director del Instituto de Gobernanza Democrática, Daniel Innerarity, señaló que si bien en nuestras vidas es necesaria la tecnología digital y que es algo que la pandemia vino a reforzar, tampoco puede gobernarse con demasiada dependencia de estas herramientas.

Para Innerarity, la relación que tiene la sociedad con internet ha llevado a una serie de fases: Desde entusiasmo en los primeros tiempos en los que se consideraba un canal de democratización, hasta las acusaciones de ser un posible vector de manipulación.

“Y ahora, más que juzgar a la tecnología, se tiene que delimitar si es útil y compatible con la democracia”, dijo.

El catedrático parte de la idea de que la gobernanza mediante la inteligencia artificial tiene una serie de ventajas, sobre todo porque los algoritmos ofrecen más neutralidad y también miden mejor el impacto de las políticas públicas.

Pero, “así como existen ventajas, también hay inconvenientes, pues estos algoritmos se encargan de decirnos lo que hemos deseado porque hemos comprado tal cosa o tal vez emitido una opinión en las redes sociales, y este proceso no se lleva a cabo mediante una reflexión”, añadió.

Dijo también que si bien la política es una reflexión colectiva acerca de lo que deseamos, no es simplemente la realización de nuestros deseos.

“Las predicciones de los algoritmos son en función de nuestros comportamientos o decisiones pasadas, y sólo aseguran que el futuro será similar (...) Esto entra en contradicción con una característica fundamental de la política: la posibilidad de cambiar ciertas cosas”, explicó, poniendo como ejemplo que si los ya conocidos algoritmos tomaran las decisiones, nunca dejaríamos de ser sociedades machistas, ya que la decisión de dejar serlo viene precisamente de la reflexión.

El dirigente del Instituto de Gobernanza Democrática destacó que un error común es tratar a los ciudadanos como meros consumidores, debido a que no se les pide opinión sobre qué tipo de sociedad desean, y que en una democracia, que por definición es el autogobierno del pueblo, es importante que se haga.

“La gobernanza algorítmica sirve para identificar muchas preferencias, pero es muy inadecuada para aquellas dimensiones del proceso político que no son susceptibles de computación", puntualizó.

“Porque las máquinas son imbatibles cuando disponen de todos los datos, pero naufragan donde las personas destacan: en la toma de decisiones en entornos de ambigüedad e incertidumbre”, añadió.

Cabe recordar cuando en 1863, el presidente de Estados Unidos, Abraham Lincoln, pronunció su famoso discurso de Gettysburg, en el que defendía un gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo, un sistema en el que la ciudadanía tenía que tener una presencia como titular, sujeto y destinatario. Y con estos datos, Innerarity propuso que lo que se necesita es definir qué clase de voluntad popular se expresa en el big data.

Por su parte, Chang coincidió en la importancia de estudiar cómo este desarrollo tecnológico, que es un salto cualitativo en la vida del ser humano, afecta a nuestra concepción de la democracia representativa, especialmente en las Américas, con un 25 por ciento de la población de entre 10 y 24 años que quiere que las formas de la democracia se acerquen a modos de comunicación acordes con los retos del siglo 21.

En el mismo foro, el secretario general de la OEA, Luis Almagro, reconoció que la tecnología digital acercó decisiones públicas a la ciudadanía, pero comentó que el empoderamiento ciudadano en la mayoría de los casos generó fragmentación y polarización, y que se ha visto disminuido el rol de los medios de comunicación como encargados de filtrar lo que es verdadero y confiable de lo que no.

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