/ domingo 14 de noviembre de 2021

El Tecolote, un oasis para el arte entre la violencia

Este centro cultural comunitario funciona en Arcelia, Guerrero y recibirá fondos de la compañía Ópera Irreverente

En la Tierra Caliente de Guerrero, donde los grupos del crimen organizado asolan la vida cotidiana hasta convertirla en una alarma constante, hay un lugar donde la paz reina: el Centro Cultural El Tecolote.

Fundado en un jacal con el salario de un maestro rural, este lugar es un oasis o una puerta de salida. Quizás la única de una zona donde, hasta hace no mucho, cerraron minas, refresqueras, maquilas y ranchos a causa de la violencia. En 2015, Coca Cola abandonó Arcelia debido a la inseguridad. Es en Arcelia donde vive El Tecolote.

En el estado donde se consumó la independencia de México, el narcotráfico se apodera de casi todo. Hay comunidades enteras que rebosan de casas baleadas, apenas habitadas por los muebles que se utilizaron por última vez. Un informe del Observatorio por la Paz y el Desarrollo de los Pueblos de la Sierra de Guerrero —publicado en marzo de 2021— indica que alrededor de 10 mil familias guerrerenses han huido de sus hogares a causa del crimen organizado. Las zonas más afectadas son la Costa Grande, la Costa Chica, la Montaña Baja y, por supuesto, la Tierra Caliente.

Abril Mondragón fue una de esas desplazadas, aunque no por los mismos motivos. Ella es egresada de El Tecolote. Allí, estudió lo que todos: arte comunitario. Canto, música, baile, teatro, cocina, literatura. Son muchos los talleres que se imparten en este lugar, cuyo objetivo principal es la conservación de las tradiciones calentanas.

“El Tecolote tiene algo que me resulta difícil describir con palabras. Es un espacio que, por alguna extraña razón, es un mundo paralelo. Un mundo que no es negocio. Un mundo que no le interesa al crimen organizado”, comparte Mondragón, quien hoy es actriz, cantante, bailarina y dramaturga con estudios nacionales e internacionales. “Si no hubiera conocido El Tecolote, posiblemente no me hubiera dedicado al arte”, reconoce.

Un niño con un violín es un sicario desarmado

Guerrero es una tierra combativa, donde los hombres se arman antes de que alguien grite guerra. Fue el enclave de Lucio Cabañas, el guerrillero que, con muy poco, acechó a cientos de soldados mexicanos en los años setenta. Y es, también, la zona donde palpita la llaga más punzante del México reciente: Ayotzinapa.

Guerrero es una tierra teñida de resistencia, donde los pueblos sobreviven pese a las instituciones. Ese mismo espíritu bélico es el que mantiene en pie a El Tecolote, que ha sabido sobrevivir a la violencia.

“Porque la violencia no sólo viene del narco. Si tú vas a una oficina de la Presidencia Municipal a contar tu proyecto y no te reciben, eso es violencia. Si un diputado te da una tarjeta prometiéndote ayuda y le hablas y nunca te contesta, eso también es violencia”, dice Josafat Nava, el fundador de este centro cultural que subsiste casi exclusivamente por las donaciones de las familias, las mismas que envían ahí a sus hijos para alejarlos del hampa.

“Un niño con un violín es un sicario desarmado”, asegura Nava. “Somos la Policía Preventiva Nacional, porque los artistas sí prevenimos el delito”.

Cantar contra las balas

La naturaleza comunitaria de este centro cultural llamó la atención de la compañía Ópera Irreverente, dedicada a la difusión de la ópera en México y especializada en público infantil, que ha decidido organizar un concurso para apoyar económicamente a El Tecolote.

Se trata del primer certamen operístico con causa social. Al final, los ganadores del Concurso Nacional de Ópera Voces irreverentes, Voces con Causa —donde participarán unos 400 estudiantes de diferentes disciplinas artísticas— donarán la mitad de sus premios a este centro cultural guerrerense.

Entre los aliados de esta iniciativa se encuentran los reconocidos cantantes de ópera María Katzarava y Javier Camarena, así como Enid Negrete, una de las grandes investigadoras del bel canto en Latinoamérica. También colabora la Fundación Arte contra la Violencia.

“El Centro Cultural El Tecolote es un oasis en medio de una región del país que ha sido olvidada de manera sistemática durante siglos. Es una propuesta de rescate de toda una personalidad de la cultura guerrerense”, afirma Enid Negrete, quien también es directora de la Fundación Arte contra la Violencia, la cual ha apoyado a alumnos de El Tecolote con becas para que se profesionalicen en España y Argentina.

Abril Mondragón fue una de las beneficiarias de ese programa. Admite que, si no hubiera sido por el teatro, seguramente hoy seguiría en Arcelia, quizás trabajando para la imprenta familiar. No le disgusta la idea, aunque conocer el mundo es algo que no cambiaría por nada.

“Tengo amigos (egresados de El Tecolote) que, después de irse a estudiar música, baile o teatro a otro lado, cambiaron su mentalidad. El Tecolote repercute en la toma de decisiones, en cómo cambiamos el rumbo que muchos creíamos que teníamos predestinado”, dice Mondragón, quien todavía vuelve a su tierra constantemente, con ganas de enseñarle a los niños que Guerrero es una tierra poseedora de una cultura que, allá afuera, en el mundo, es una joya invaluable.

"Somos una palomita blanca"

Abril aún recuerda sus años en Arcelia. “Los grupos armados se empezaron a disputar la zona. Hubo balaceras, levantones y secuestros”, cuenta. “De pronto, nos convertimos en un pueblo de paso para traficar drogas”.

Todo aquello sucedió después de 2006, el año en que el expresidente Felipe Calderón declaró la guerra al narcotráfico al sacar a los militares de sus cuarteles para iniciar una batalla que ha dejado más de 250 mil muertos y casi 100 mil desaparecidos —según los cálculos más conservadores.

La ubicación geográfica de Arcelia no ayudó mucho. Al estar entre el Estado de México y Michoacán, se transformó en un punto estratégico para el trasiego de drogas de varios grupos criminales, como la familia michoacana. En Guerrero, los grupos criminales siembran amapola y mariguana, pero también se dedican a la trata de personas y a la tala ilegal de árboles, de acuerdo con información de la SSPC.

La venta de niñas y adolescentes también es una realidad que asola a algunas comunidades de Guerrero desde hace muchos años. La nueva gobernadora Evelyn Salgado ha prometido terminar con el problema. El presidente López Obrador dijo lo mismo, aunque el 26 de octubre pasado generó controversia por afirmar que se trata de un caso aislado, no de una realidad estatal.

“Es cierto que un día se acabaron las disputas y entró una paz aparente. Pero lo que he visto es que el narco ha encontrado nuevas formas de hacer negocio. A partir de la pandemia se incrementó el índice de rentas de locales y se monopolizaron los productos. Todo lo que entra y sale lo autorizan ellos; todo es más caro y hay que dar una comisión. Existe un sistema que ellos han monopolizado; la vida económica de Arcelia se ha visto muy afectada”, acusa Mondragón.

“Somos una palomita blanca. Lo que hacemos en El Tecolote no le estorba a nadie. Nosotros sólo cantamos, bailamos, tocamos y aprendemos. La gente nos ve con ternura, incluso quienes andan haciendo el mal. No somos peligro para nadie”, asegura el maestro Nava, quien tiene, como buen guerrerense, su propia lucha: hacerle saber al mundo que en la Tierra Caliente se puede ser feliz, aunque a veces también haya que renunciar a ella.

En la Tierra Caliente de Guerrero, donde los grupos del crimen organizado asolan la vida cotidiana hasta convertirla en una alarma constante, hay un lugar donde la paz reina: el Centro Cultural El Tecolote.

Fundado en un jacal con el salario de un maestro rural, este lugar es un oasis o una puerta de salida. Quizás la única de una zona donde, hasta hace no mucho, cerraron minas, refresqueras, maquilas y ranchos a causa de la violencia. En 2015, Coca Cola abandonó Arcelia debido a la inseguridad. Es en Arcelia donde vive El Tecolote.

En el estado donde se consumó la independencia de México, el narcotráfico se apodera de casi todo. Hay comunidades enteras que rebosan de casas baleadas, apenas habitadas por los muebles que se utilizaron por última vez. Un informe del Observatorio por la Paz y el Desarrollo de los Pueblos de la Sierra de Guerrero —publicado en marzo de 2021— indica que alrededor de 10 mil familias guerrerenses han huido de sus hogares a causa del crimen organizado. Las zonas más afectadas son la Costa Grande, la Costa Chica, la Montaña Baja y, por supuesto, la Tierra Caliente.

Abril Mondragón fue una de esas desplazadas, aunque no por los mismos motivos. Ella es egresada de El Tecolote. Allí, estudió lo que todos: arte comunitario. Canto, música, baile, teatro, cocina, literatura. Son muchos los talleres que se imparten en este lugar, cuyo objetivo principal es la conservación de las tradiciones calentanas.

“El Tecolote tiene algo que me resulta difícil describir con palabras. Es un espacio que, por alguna extraña razón, es un mundo paralelo. Un mundo que no es negocio. Un mundo que no le interesa al crimen organizado”, comparte Mondragón, quien hoy es actriz, cantante, bailarina y dramaturga con estudios nacionales e internacionales. “Si no hubiera conocido El Tecolote, posiblemente no me hubiera dedicado al arte”, reconoce.

Un niño con un violín es un sicario desarmado

Guerrero es una tierra combativa, donde los hombres se arman antes de que alguien grite guerra. Fue el enclave de Lucio Cabañas, el guerrillero que, con muy poco, acechó a cientos de soldados mexicanos en los años setenta. Y es, también, la zona donde palpita la llaga más punzante del México reciente: Ayotzinapa.

Guerrero es una tierra teñida de resistencia, donde los pueblos sobreviven pese a las instituciones. Ese mismo espíritu bélico es el que mantiene en pie a El Tecolote, que ha sabido sobrevivir a la violencia.

“Porque la violencia no sólo viene del narco. Si tú vas a una oficina de la Presidencia Municipal a contar tu proyecto y no te reciben, eso es violencia. Si un diputado te da una tarjeta prometiéndote ayuda y le hablas y nunca te contesta, eso también es violencia”, dice Josafat Nava, el fundador de este centro cultural que subsiste casi exclusivamente por las donaciones de las familias, las mismas que envían ahí a sus hijos para alejarlos del hampa.

“Un niño con un violín es un sicario desarmado”, asegura Nava. “Somos la Policía Preventiva Nacional, porque los artistas sí prevenimos el delito”.

Cantar contra las balas

La naturaleza comunitaria de este centro cultural llamó la atención de la compañía Ópera Irreverente, dedicada a la difusión de la ópera en México y especializada en público infantil, que ha decidido organizar un concurso para apoyar económicamente a El Tecolote.

Se trata del primer certamen operístico con causa social. Al final, los ganadores del Concurso Nacional de Ópera Voces irreverentes, Voces con Causa —donde participarán unos 400 estudiantes de diferentes disciplinas artísticas— donarán la mitad de sus premios a este centro cultural guerrerense.

Entre los aliados de esta iniciativa se encuentran los reconocidos cantantes de ópera María Katzarava y Javier Camarena, así como Enid Negrete, una de las grandes investigadoras del bel canto en Latinoamérica. También colabora la Fundación Arte contra la Violencia.

“El Centro Cultural El Tecolote es un oasis en medio de una región del país que ha sido olvidada de manera sistemática durante siglos. Es una propuesta de rescate de toda una personalidad de la cultura guerrerense”, afirma Enid Negrete, quien también es directora de la Fundación Arte contra la Violencia, la cual ha apoyado a alumnos de El Tecolote con becas para que se profesionalicen en España y Argentina.

Abril Mondragón fue una de las beneficiarias de ese programa. Admite que, si no hubiera sido por el teatro, seguramente hoy seguiría en Arcelia, quizás trabajando para la imprenta familiar. No le disgusta la idea, aunque conocer el mundo es algo que no cambiaría por nada.

“Tengo amigos (egresados de El Tecolote) que, después de irse a estudiar música, baile o teatro a otro lado, cambiaron su mentalidad. El Tecolote repercute en la toma de decisiones, en cómo cambiamos el rumbo que muchos creíamos que teníamos predestinado”, dice Mondragón, quien todavía vuelve a su tierra constantemente, con ganas de enseñarle a los niños que Guerrero es una tierra poseedora de una cultura que, allá afuera, en el mundo, es una joya invaluable.

"Somos una palomita blanca"

Abril aún recuerda sus años en Arcelia. “Los grupos armados se empezaron a disputar la zona. Hubo balaceras, levantones y secuestros”, cuenta. “De pronto, nos convertimos en un pueblo de paso para traficar drogas”.

Todo aquello sucedió después de 2006, el año en que el expresidente Felipe Calderón declaró la guerra al narcotráfico al sacar a los militares de sus cuarteles para iniciar una batalla que ha dejado más de 250 mil muertos y casi 100 mil desaparecidos —según los cálculos más conservadores.

La ubicación geográfica de Arcelia no ayudó mucho. Al estar entre el Estado de México y Michoacán, se transformó en un punto estratégico para el trasiego de drogas de varios grupos criminales, como la familia michoacana. En Guerrero, los grupos criminales siembran amapola y mariguana, pero también se dedican a la trata de personas y a la tala ilegal de árboles, de acuerdo con información de la SSPC.

La venta de niñas y adolescentes también es una realidad que asola a algunas comunidades de Guerrero desde hace muchos años. La nueva gobernadora Evelyn Salgado ha prometido terminar con el problema. El presidente López Obrador dijo lo mismo, aunque el 26 de octubre pasado generó controversia por afirmar que se trata de un caso aislado, no de una realidad estatal.

“Es cierto que un día se acabaron las disputas y entró una paz aparente. Pero lo que he visto es que el narco ha encontrado nuevas formas de hacer negocio. A partir de la pandemia se incrementó el índice de rentas de locales y se monopolizaron los productos. Todo lo que entra y sale lo autorizan ellos; todo es más caro y hay que dar una comisión. Existe un sistema que ellos han monopolizado; la vida económica de Arcelia se ha visto muy afectada”, acusa Mondragón.

“Somos una palomita blanca. Lo que hacemos en El Tecolote no le estorba a nadie. Nosotros sólo cantamos, bailamos, tocamos y aprendemos. La gente nos ve con ternura, incluso quienes andan haciendo el mal. No somos peligro para nadie”, asegura el maestro Nava, quien tiene, como buen guerrerense, su propia lucha: hacerle saber al mundo que en la Tierra Caliente se puede ser feliz, aunque a veces también haya que renunciar a ella.

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