Acatlán es un municipio exitosamente quesero, pero detrás de este éxito, persiste la realidad de una crisis ambiental que no ha podido menguar con el paso de los años y gobiernos. Pese a que la industria láctea desemboca en la derrama diaria (antes de costos) de aproximadamente 2.25 millones de pesos únicamente de lo que las queseras pagan a ganaderos por leche, no existe aún en Acatlán un modelo ambiental que evite que los líquidos residuales por elaboración de queso, los llamados lactosueros, se viertan ya sea en arroyos, campos o ríos.
Por parte del gobierno, no se ejecuta un programa de cuidado al medio ambiente que evite la contaminación por este residuo, pese a que se estima que, al día, se generan hasta 225 mil litros de lactosuero tan sólo en las plantas queseras autorizadas por la administración local, que son alrededor de 50.
Pero este problema no es nuevo. De hecho, una potencial crisis ambiental ya se advertía al menos desde el 2010, cuando en el doceavo Congreso Nacional de Ciencia y Tecnología de Alimentos que organizaron las respectivas facultades de ciencias biológicas de la Universidad Autónoma de Nuevo León (UANL) y la Universidad de Guanajuato, investigadores de la Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo (UAEH) presentaron un trabajo en el que se explica la composición de los lactosueros que se generan tras la producción quesera en Acatlán.
“De los 125 mil 460 litros de lactosuero que producen las empresas muestreadas se estimó que el 36.01 por ciento del lactosuero es desechado al ambiente, el 3.72 por ciento es reutilizado para la elaboración de quesos y el 60.25 por ciento es utilizado en la alimentación de ganado”, se lee en la investigación para la cual se demostró, hace casi 14 años, a solo 15 plantas queseras de la región.
Aunque si bien es cierto que una gran cantidad de lactosueros son atraídos por ganaderos que usan este residuo para la engorda de sus reses, procedimiento que incrementó a partir de 2012, la dirección de Ecología de Acatlán considera que únicamente se redujo al 20 por ciento la estela contaminante, al menos en años recientes.
Planta tratadora de lactosuero es incosteable
Una de las alternativas de solución fue la construcción de una planta tratadora de estos líquidos, idea que incluso retomaron legisladores del Congreso de Hidalgo, pero que ni siquiera ha comenzado su desarrollo formal.
En la perspectiva de los pobladores, este proyecto requiere una participación además de la sociedad civil, también de las distintas órdenes de gobierno.
“En su momento se habló de hacer una planta tratadora del lactosuero, porque de ahí se pueden desprender ciertos contenidos del suero que pueden usarse para hacer nuevas bases para queso (...) pero es muy caro, es incosteable supuestamente, por eso nunca lo han hecho. No es que la autoridad no quiera hacer algo, pero las soluciones son carísimas que ni el gobierno le quiere entrar, por eso la solución es dársela al ganado. El problema es que, por las sequías, mucha gente ya vendió su ganado, ya van dos años que no se da el maíz y por eso no hay forrajes, la gente optó por vender su ganado”, expresó Israel Ortiz, delegado de la localidad de Alcholoya.
En ese sentido, Arturo Ortiz, director municipal de Desarrollo Agropecuario de Acatlán, contó en entrevista que, en efecto, el proyecto de la planta tratadora no llegó a buen puerto por falta de recursos. Sin embargo, existen alternativas para menguar la contaminación y que incluso permiten darle al lactosuero un aprovechamiento del 100 por ciento, técnica con la cual se produce biogás, combustible que sustituye al Gas LP y que por ende se considera una energía amigable con el medio ambiente.
Lo anterior puede lograrse con un biodigestor, tecnología que “evita la contaminación y disminuye el consumo de gas convencional, permitiendo realizar un gas natural (biogás) producido con desechos de los animales, plantas y excrementos humanos”, según explican los investigadores nicaragüenses Roger Andino y Kevin Martínez, en su trabajo “Biodigestor: Una Alternativa de Innovación Socio–Económica Amigable con el Medio Ambiente”.
El funcionario público abundaba que actualmente solo hay una planta quesera que utiliza biodigestor para generar su propio combustible: “Es un uso que se le puede dar, sería bueno que cada planta pudiera hacerlo y ocupar el biogás en sus calderas. El costo varía, porque depende de la cantidad que se produce de suero, pero en la planta que ya lo tienen llevan el control de todo el suero, la función del biodigestor es fermentarlo y que las bacterias producen el gas. Eso genera ahorro de Gas LP. Es una buena opción trabajar ese proyecto, pero falta presupuesto. De hecho, con ese biogás hasta puede generarse electricidad”, explicó Ortiz.
Los efectos contaminantes del lactosuero son cada día más tangibles. Esto puede notarse en varios cuerpos de agua del municipio, principalmente en el tramo que atraviesa del Río Tulancingo, donde es común detectar, cuando se observa con atención, residuos de líquido blanquecino, burbujeante y con hedor a lácteo fermentado; de hecho, en varios arroyos, las aguas perdieron su particular claridad y ahora se cubrieron con colores blancos y espesos, evidencia de que por ahí corren dichos residuos.
Acatlán, reconocido por la producción quesera
Acatlán tiene una población de 22 mil 268 habitantes, según el INEGI, conocido por ser la demarcación quesera del Valle de Tulancingo, siempre se ha caracterizado por ser el principal epicentro de la producción de lácteos en la zona. Esta fama se ha forjado gracias a la calidad de sus quesos, los cuales se distribuyen a otras regiones de la entidad, así como del país. De hecho, hasta nuestros días, es común encontrarse con comerciantes que se valen de pregonar “¡Queso de Acatlán!” para agilizar sus ventas, leyenda que se replica en marquesinas de cremerías que lo mismo pueden verse en Tulancingo, así como en Pachuca, Tizayuca, o hasta Actopan e Ixmiquilpan, ya en el corazón del Valle del Mezquital.
Esta distinción se consolida en la Feria del Queso que se celebra en este municipio cada mes de octubre, evento que se corona desde hace dos años, con la elaboración de un quesillo tamaño monumental, mismo que alcanza dimensiones poco vistas en esta parte del país y que se acostumbra a repartir entre los pobladores para el cierre de feria. En 2023, Acatlán se jactó de haber roto su propio récord al elaborar una bola de Oaxaca de 775 kilogramos, arrebatando la marca del queso gigante a Pijijiapan, Chiapas, que meses antes obtuvo tal distinción con un quesillo de 558 kilogramos.