Con ingenio y júbilo nos recibió don Alejandro Wong en su oficina, al interior de la sede de NQ Radio.
-¿Cómo está?- Le preguntamos.
-¿Comparado con quién? Porque si es con Elvis, mucho mejor.
Como quien aguarda por un amigo, nos hizo pasar inmediatamente, sin tener que esperar en la recepción. Nos llevó casi de la mano hasta su espacio personal, un lugar con ventana hacia la calle en cuyas paredes reposan testimonios silentes de sus casi 72 años de trayectoria en la radio: reconocimientos, premios, fotografías.
En su escritorio, únicamente había un ejemplar de El Sol de Tulancingo, detalle que aderezó con la peculiar frase de “¿apoco hay otro?”, mientras que, de fondo, se escuchaba el “porque será” de Rudy Escala, ritmo latino que de inmediato le puso sazón a nuestro encuentro.
Seguramente quienes hayan tenido la dicha de platicar con él, darán crédito a lo siguiente: sus décadas de presencia al aire llenaron su voz de un encanto peculiar al momento de contar historias. Nos platicó que su carrera radiofónica empezó formalmente cuando tenía tan solo diez años de edad, luego de que acudiera a una estación en compañía de su madre y de sus compañeros de escuela. Era un 19 de febrero cuando el aburrimiento le llevó a preguntar si podía tocar el piano que tenían en la difusora.
“Yo acababa de dar un concierto de piano en Poza Rica, por el día de Santa Cecilia. Solo tuve que repetirlo.”, mencionó. Ahí, al término de su demostración, le invitaron a montar un programa de radio, a lo que respondió “pues diganle a mi mamá”. Desde ese momento, cuando por decisión de su progenitora se integró a las filas de XEPR en Poza Rica, nada lo separaría del micrófono pese a las barreras naturales y de salud que lo aquejaron en su momento, como esas dos intervenciones al corazón; o las dos inundaciones en Tulancingo, hazañas que por cierto atesora como de las mejores coberturas que le tocó dirigir ya al frente de la NQ.
Y es que desde que llegó a Tulancingo en 1975 cuando decidió rescatar a una agonizante estación de radio y contra todo pronóstico, el joven Alejandro tuvo que repartirse entre grabar comerciales en la Ciudad de México, los cuales vendía para solventar los gastos de la estación; y a la vez, encabezar el equipo de producción y locución en un espacio de comunicación que poco a poco fue adquiriendo relevancia y credibilidad en Hidalgo, Veracruz, Puebla y al día de hoy, algunos rincones del Estado de México y también de la capital del país.
Desde su experiencia, él considera contrario a lo que muchos pensarían, que la pandemia no abonó a la extinción de la radio. Aunque en términos financieros hubo complicaciones, él “se fue invicto” y le permitió desarrollar otro tipo de habilidades, como la de tomar decisiones ejecutivas desde su domicilio. El señor Alejandro aseguró que la audiencia radiofónica incrementó en poco más del 20 por ciento durante este periodo, por lo que un escenario desolador no es probable.
“Se habla mucho de que la radio podría desaparecer, pero no es cierto. Se ha dicho eso con la aparición de la televisión, del internet, del cine. La verdad es que la radio te permite estar libre mientras lo escuchas”, expuso. Sin embargo, lamenta que quienes estén al frente del micrófono no tengan la misma preparación ni respeto por su auditorio, pues ya no es obligatorio contar con una certificación para obtener la titularidad de un programa y eso ocasionalmente permite a locutores usar un lenguaje soez al aire, algo que calificó como desafortunado.
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Recientemente y en presencia de representantes gubernamentales así como de otros medios de comunicación, recibió un reconocimiento a su trayectoria por más de 40 años al frente de la NQ. Al respecto, dijo que aunque sí es una gran responsabilidad, es “muy afortunado” al tener la dicha de seguir enseñando y formando a quienes le sucederán en las cabinas. Alegremente, se congratula por contar con un equipo de trabajo conformado en su mayoría por mujeres y se siente optimista con respecto al futuro.
No descartó que previo al retiro, pueda contar muchas de sus anécdotas en un programa especial e incluso, en un podcast. “No soy bueno escribiendo, pese a que trabajé en un periódico”, contó entre risas cuando le preguntamos si se animaría a escribir sus memorias. Además, cuando tenga que marcharse, quiere recorrer el mundo. Pero no nos adelantemos, ya que así como él nos dijo, “para eso todavía falta”, pues está seguro que restan muchas cosas por hacer, vivir y “no está en sus planes morirse pronto”.
Originario de San Luis Potosí, nacido un 25 de noviembre de 1941, también fue ganador del Premio Nacional de Periodismo en 1998 y de la Medalla de la Asociación Nacional de Locutores por su trayectoria, una en la que también tiene antecedentes como fundador de la Comisión Estatal de Derechos Humanos en Hidalgo. Quiso ofrecer un consejo para la nueva generación de comunicadores: “Sean divertidos, alegres. Lean mucho. Sean serios y digan toda la verdad siempre, no tenemos porqué no ser realistas con lo que estamos informando”.