Comer de la basura, es una opción para quienes no tienen dinero para pagar por un plato de sopa o guisado; encuentran en los desechos, una forma de subsistencia. Ya sea hurgando entre los cestos colocados en la zona centro de Tulancingo o en las bolsas de desperdicios de la Central de Abastos, se observa a algunas personas pepenando residuos de fruta y carne.
Mujeres y hombres, principalmente en edad adulta y adultos mayores recogen residuos, y advierten: “a mí no me da pena, luego la gente deja casi tortas completas, o huesitos que aún tienen carne, y con eso está bien para salir del día”, refiere una mujer.
Doña Regina, diariamente, poco antes de las 12:00 acude a las calles de La Morena, donde hay quienes dejan sus bolsas con desechos, y dice, “de ahí saco para comer, estoy sola así que me alcanza bien”
Hay días en que no encuentra nada, entonces pide regalado en algunas de las cocinas económicas que hay en el sitio.
Agrega que en colonias donde hay gente que tiene un nivel económico “bueno” es donde “más buena está la comida, dejan un chorro, si no encuentro aquí, luego le camino para irme a otro lugar”, dice.
No teme enfermarse, dice: “de cualquier manera pues todos tenemos un destino, así que no me preocupo, eso sí, los pongo en mi lumbre para que suelten, aunque sea el juguito”
El titular de la Dirección de Limpias de Tulancingo, Porfirio Gutiérrez, dijo que antes de la media noche se ha visto por lo menos a cinco personas, entre ellos una pareja, que en la zona centro y antes de que pase una de las unidades del área por la basura, “recoger algunas cosas para comer”, y reconoció que puede haber más, sobre todo los que pepenan durante las mañanas.
Por su parte Virgilio Romero, avecindado en la colonia 2 de agosto, y que todos los días “baja” a la Central de Abastos para buscar comida entre la basura: “Me llevo cartón y aluminio, y encuentro comida, sobre todo fruta que comerciantes dicen que ya no sirve para venta porque está ya con manchas negritas, para mi casa es una buena opción así ya no gasto en eso”.
Originario de la Ciudad de México, llegó aquí por cuestiones familiares, “tengo mi casita allá arriba, y pues si tardo en llegar hasta acá, pero me conviene porque casi todos los días encuentro qué llevar a mis hijos, que se alegran cuando llevo pedazos de pollo y mi esposa los cocina con huevito o en salsita. A veces no sale mucho pero siempre hay forma de llevar el sustento a casa. Somos pobres y hay que meter las manos entre la basura para sacar qué comer”
Los dos entrevistados, coincidieron en que tienen miedo a que no tengan para comer, y lo anterior obedece a que son adultos y no encuentran trabajo, sin estudios ni un oficio, entonces se han dedicado a buscar entre la basura los residuos de materia orgánica y que puedan comer.