/ martes 19 de marzo de 2024

Cereso Tulancingo: así es un día de visita

Entre 8 y 10 minutos es el tiempo de espera para el acceso a la prisión; como en la escuela, y sin que nadie se los pida, familiares llegan a formarse en fila

Los jueves y domingos desde temprana hora, la calle larga y angosta en la que se encuentra la puerta de acceso al Centro de Reinserción Social (Cereso) de Tulancingo, comienza a llenarse de carros, personas y, en el mejor de los casos, familias enteras que ansían pasar un poco de tiempo con alguno de los reclusos que integran la población de 572 personas privadas de su libertad, cifra oficial de acuerdo con el informe anual de la Comisión de Derechos Humanos del Estado de Hidalgo.

El Sol de Tulancingo acudió a este espacio para observar con lujo de detalle cómo es el ambiente desde fuera; a diferencia de cualquier otra jornada de la semana en la que usualmente la calle luce vacía y sin ruido, el día de visita, en este caso el domingo, se llena de ruidos, voces, hay música e incluso algunos gritos de niños jugando dentro del penal.

La afluencia es notoria incluso desde el transporte público, pues sólo es una ruta la que lleva hasta el penal, por lo tanto, las colectivas llegan repletas y no son pocas las familias que llegan cargadas con grandes bolsas transparentes para compartir con sus reos.

Hasta antes de las 10 de la mañana, la afluencia de transeúntes en el sitio es constante, pero pasa desapercibida, en cambio, después de esta hora, la fila para ingresar aumenta y los carros se triplican. Las visitas llegan en transporte público, otras más a pie o en su carro particular, incluso algunos, los que van en grupo familiar, llegan en taxi.

Hacen negocio en las inmediaciones

A lo lejos, tal vez unos 10 metros antes de la puerta de acceso, se observa una lona roja, grande, colocada fuera de una casa, así como algunas prendas de vestir. Es inevitable que no llame la atención de las personas que transitan por ahí.

Al acercarnos lentamente para no incomodar a los visitantes, llegó un hombre, quien, sin dudarlo, dejó su celular y llaves en este sitio y se fue. La lona grande y roja dice lo siguiente: “Se guardan: bolsas, llaves y celulares por 10 pesos. Cubrebocas en 5 pesos”. También en la pared, pero del otro lado hay una cartulina fosforescente que tiene escrito: “artículos que traigan después se cobrarán aparte”. El espacio para estacionamiento de esta casa también se renta a los visitantes.

Mujeres, hombres, ancianos, niñas y niños se acercaban a la entrada, era el día de reunirse con los suyos. Nos llamó la atención que a dos hombres en particular les negaron el acceso por vestir con colores claros, esto debido a que podrían ser fácilmente confundidos con alguna persona privada de la libertad. Ambos caminaron hasta la pequeña casa donde cobran por cuidar objetos personales y ahí, sin problema, rentaron ropa colorida, pues tienen de todas tallas y texturas para las personas a las que les niegan la entrada por no cumplir los requerimientos de vestimenta.

El testimonio del familiar de un interno

Después de estar casi dos horas observando y entendiendo un poco la dinámica de las visitas, un señor de aproximadamente 50 años que iba solo, salió de las instalaciones con las manos vacías, luego de entrar con una bolsa con comida.

Este hombre, que pidió permanecer en el anonimato, aseguró que es un estigma tener a un familiar dentro del Cereso, y eso flagela, sin embargo, contó con emoción que venía de ver a su hijo, quien lleva casi dos años dentro del penal, aunque, por obvias razones, la causa de su encarcelamiento prefirió guardarla para él.

Al principio sí venía cada ocho días a verlo, pero la verdad es que es casi imposible aguantar el ritmo, principalmente porque somos de fuera, pero cada que vengo trato de pasar un buen momento con mi hijo… aunque preferiría tenerlo afuera

Explicó que son muchos los lineamientos que se deben seguir para ingresar como visitante al centro penitenciario, además, hay algunos custodios menos amables que otros, por lo que a veces la convivencia puede ser agridulce.

Es importante saber que si quieres visitar a un interno o interna, debes olvidarte de las blusas escotadas, mallones, celulares, los smartwatch, lentes de sol, ropa color beige, azul marino, negro o gris, dinero en efectivo, tabletas electrónicas, computadoras, drones, gorras, llaves o algún objeto punzocortante, todo esto por seguridad de quienes asisten, y de quienes están dentro.

Finalmente, para ingresar a cualquiera de los centros de reclusión en el estado es obligatorio que presentes una identificación oficial como la credencial del INE; licencia de conducir; el pasaporte o cédula profesional.


Los jueves y domingos desde temprana hora, la calle larga y angosta en la que se encuentra la puerta de acceso al Centro de Reinserción Social (Cereso) de Tulancingo, comienza a llenarse de carros, personas y, en el mejor de los casos, familias enteras que ansían pasar un poco de tiempo con alguno de los reclusos que integran la población de 572 personas privadas de su libertad, cifra oficial de acuerdo con el informe anual de la Comisión de Derechos Humanos del Estado de Hidalgo.

El Sol de Tulancingo acudió a este espacio para observar con lujo de detalle cómo es el ambiente desde fuera; a diferencia de cualquier otra jornada de la semana en la que usualmente la calle luce vacía y sin ruido, el día de visita, en este caso el domingo, se llena de ruidos, voces, hay música e incluso algunos gritos de niños jugando dentro del penal.

La afluencia es notoria incluso desde el transporte público, pues sólo es una ruta la que lleva hasta el penal, por lo tanto, las colectivas llegan repletas y no son pocas las familias que llegan cargadas con grandes bolsas transparentes para compartir con sus reos.

Hasta antes de las 10 de la mañana, la afluencia de transeúntes en el sitio es constante, pero pasa desapercibida, en cambio, después de esta hora, la fila para ingresar aumenta y los carros se triplican. Las visitas llegan en transporte público, otras más a pie o en su carro particular, incluso algunos, los que van en grupo familiar, llegan en taxi.

Hacen negocio en las inmediaciones

A lo lejos, tal vez unos 10 metros antes de la puerta de acceso, se observa una lona roja, grande, colocada fuera de una casa, así como algunas prendas de vestir. Es inevitable que no llame la atención de las personas que transitan por ahí.

Al acercarnos lentamente para no incomodar a los visitantes, llegó un hombre, quien, sin dudarlo, dejó su celular y llaves en este sitio y se fue. La lona grande y roja dice lo siguiente: “Se guardan: bolsas, llaves y celulares por 10 pesos. Cubrebocas en 5 pesos”. También en la pared, pero del otro lado hay una cartulina fosforescente que tiene escrito: “artículos que traigan después se cobrarán aparte”. El espacio para estacionamiento de esta casa también se renta a los visitantes.

Mujeres, hombres, ancianos, niñas y niños se acercaban a la entrada, era el día de reunirse con los suyos. Nos llamó la atención que a dos hombres en particular les negaron el acceso por vestir con colores claros, esto debido a que podrían ser fácilmente confundidos con alguna persona privada de la libertad. Ambos caminaron hasta la pequeña casa donde cobran por cuidar objetos personales y ahí, sin problema, rentaron ropa colorida, pues tienen de todas tallas y texturas para las personas a las que les niegan la entrada por no cumplir los requerimientos de vestimenta.

El testimonio del familiar de un interno

Después de estar casi dos horas observando y entendiendo un poco la dinámica de las visitas, un señor de aproximadamente 50 años que iba solo, salió de las instalaciones con las manos vacías, luego de entrar con una bolsa con comida.

Este hombre, que pidió permanecer en el anonimato, aseguró que es un estigma tener a un familiar dentro del Cereso, y eso flagela, sin embargo, contó con emoción que venía de ver a su hijo, quien lleva casi dos años dentro del penal, aunque, por obvias razones, la causa de su encarcelamiento prefirió guardarla para él.

Al principio sí venía cada ocho días a verlo, pero la verdad es que es casi imposible aguantar el ritmo, principalmente porque somos de fuera, pero cada que vengo trato de pasar un buen momento con mi hijo… aunque preferiría tenerlo afuera

Explicó que son muchos los lineamientos que se deben seguir para ingresar como visitante al centro penitenciario, además, hay algunos custodios menos amables que otros, por lo que a veces la convivencia puede ser agridulce.

Es importante saber que si quieres visitar a un interno o interna, debes olvidarte de las blusas escotadas, mallones, celulares, los smartwatch, lentes de sol, ropa color beige, azul marino, negro o gris, dinero en efectivo, tabletas electrónicas, computadoras, drones, gorras, llaves o algún objeto punzocortante, todo esto por seguridad de quienes asisten, y de quienes están dentro.

Finalmente, para ingresar a cualquiera de los centros de reclusión en el estado es obligatorio que presentes una identificación oficial como la credencial del INE; licencia de conducir; el pasaporte o cédula profesional.


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