El Cine del Villar es uno de los espacios más acuñados por los tulancinguenses pues sin duda alguna, todos en algún momento lo han visitado ya sea por su ubicación, sus precios accesibles o por el típico domingo familiar en la Floresta.
Este singular cine abrió sus puertas el 2 de junio de 1960 con el estreno de la cinta estadounidense “Espartaco”, dirigida por Stanley Kubrick. En su momento, se caracterizó por proyectar cintas hollywoodenses, judías, alemanas y francesas, entre otras, lo que le valió para ganarse la etiqueta de que solo era para los más adinerados.
En un inicio, el cine del Villar contaba con una única sala que remontaba a un exquisito estilo teatresco pues contaba con unas cortinas doradas a los costados de la pantalla y en su momento, artistas nacionales hicieron caravana en el lugar.
Contaba con mil 500 butacas y además de proyectar las mejores cintas extranjeras, se llevaron a cabo distintos eventos como la coronación de las reinas de la feria, graduaciones y otros actos públicos.
No obstante, fue cambiando poco a poco para atraer a más público por lo que comenzó a incluir matinés del Santo, y de igual modo, su estructura hizo lo propio para ser lo que es hoy en día.
Detrás del cine, existe una historia que cuenta su origen y también la de la leyenda que se adueña del lugar y que asegura que el cine se derrumbará cuando esté lleno.
De acuerdo con Felipe Carrillo, encargado de la Jefatura de Museos, la leyenda del Cine del Villar comienza a finales de los años 50´s, con el señor Ignacio del Villar, quien era dueño del rancho Huapalcalco.
Se dice que una noche lluviosa, llegó una mujer a su rancho llevando en su carreta el cuerpo de su recién fallecido esposo, pidiendo un lugar para pasar la noche; del Villar ofreció a la viuda un cuarto y un buen lugar para que dejara su carroza y al día siguiente, cuando buscó a la mujer ya no se encontraba en su morada.
Solo se encontró la carrera y el ataúd, con la curiosidad como motivación, del Villar lo abrió y encontró en su interior una nota de agradecimiento por su hospitalidad y cientos de monedas de oro.
Sin embargo, se le advirtió que no gastara la fortuna de golpe pues entonces la mujer se encargaría de cobrarse con todos sus descendientes.
Haciendo caso omiso a la advertencia, del Villar gastó indiscriminadamente su nueva fortuna y con una parte de ese dinero, se construyó el Cine del Villar.
La leyenda de su maldición nace aquí, pues se dice que Ingnacio hizo un pacto con el diablo y que el momento en el que el cine esté completamente lleno, se caerá o se incendiará en el momento.
Aunque muchas veces el cine se llenó y por miedo, y bromas, muchos huyeron con el temor de morir, al menos sí es certero que parte de la descendencia de Ignacio del Villar murió trágicamente, de acuerdo con Carrillo.