Al menos quince cocineras tradicionales originarias de Acaxochitlán así como del vecino municipio poblano de Huauchinango, se instalaron la mañana del domingo en la explanada de la cabecera para presentarse en el Festival del Tamal y el Atole. Dicho encuentro ofreció a visitantes una variedad en tamales y atole, los cuales se preparan de diferentes maneras y presentan sabores distintos a los que se consumen en la ciudad.
Así lo contó doña Lucrecia, de 60 años de edad, cocinera proveniente de la localidad axaxochiteca de Santa Ana Tzacuala. Ella además también se desempeña como artesana, labor que incluso la ha llevado hasta Roma en la Ciudad del Vaticano para vestir una de las figuras del nacimiento con los delicados tejidos tradicionales de la región hidalguense. Para esta edición, preparó frijol tierno, de quelites, de carne de puerco; así también presentan diferentes formas. El de quelite cenizo, por ejemplo, es redondo envuelto en hojas de plátano. En total, cocinó casi 200 tamales.
También se presentó doña Lázara Pérez, originaria de Huauchinango. Consciente del valor histórico de la cocina tradicional la cual describió como "la forma de guardar las recetas que preparaban nuestras abuelas y nuestras madres", contó que optó por preparar tamales de frijol gordo. Dicha legumbre se cuece en un mole de ajonjolí, pipián, chile ancho y guajillo. Estos tamales tienen la particularidad de que llevan un huevo cocido dentro, mismo que se deposita entre la masa previo a cerrar la hoja. Ella igual llevó el famoso "chile-atole", bebida hecha con piloncillo, granos de elote, masa y chiltepin para que tenga toques picosos al paladar.
Otra de las cocineras acaxochitecas fue la señora Hortensia Cortés, de la localidad de Los Reyes. Ella posee conocimientos ancestrales en torno al uso de los hongos silvestres, que en la cosmogonía indígena se concibe como "nanacatera". Por esta razón, acudió con tamales de "olla" hechos con hoja de color y cuyo relleno es de hongos con carne de cerdo. Aunque faltan un par de meses para la época más intensa de recolección de hongos, ella argumentó que es un producto natural que se aprovecha en diferentes platillos: para sus tamales, también preparó un par de salsas de molcajete las cuales según la tradición, deben servirse sobre el tamal.
Todas ellas coincidieron en que el tiempo de preparación es de extensas horas durante la noche, pues se usan estufas de humo y las típicas hogueras que se alimentan con leña. Ninguno de los tamales se preparó con gas, rasgo que deja evidencia en el olfato y también en el gusto al momento de masticar cada una de las variantes.