“Pudimos hacer nuestra casita y nuestro baño, con lo que nos ha mandado nuestro hijo desde hace 20 años que se fue a los Estados Unidos. No es una vivienda como las otras que han construido acá en Santiago Tulantepec, pero ahí vamos poco a poco. De no tener nada, hoy contamos con un techo”
Así lo narran Carmen y Primitivo, quienes tienen a una hija y dos nietos viviendo con ellos, en total son cinco integrantes en esa familia, que ya cuentan con sus cuartos cada quién y ese baño que con agua caliente sale de una regadera, antes, comentan: “era a jicarazos”
Anduvieron rentando cuartos por muchos años, pero su hijo Ángel “el mayor” decidió tomar camino hacia la Unión Americana. Hace dos décadas cruzó “de mojado” para llegar a Texas y picar piedra como muchos inmigrantes indocumentados. No tiene un ingreso estable, pues lo contratan de manera eventual, manda lo que puede a sus padres: “Hace dos años vino y vio cómo nuestra humilde casita al menos ya es parte de patrimonio, y se hizo con lo que pudo mandar de remesas”
Por fin logró darles a través del sueño americano, el sueño de sus padres en este país, de tener su terrenito donde viven. Esta familia es una de las muchas a las que llegan remesas a los municipios de Hidalgo, destacando Tulancingo, Ixmiquilpan, Pachuca, Actopan, Atotonilco el Grande, Zacualtipán, Zimapán y Huichapan entre otros donde en el 2020 llegaron poco más de mil millones de dólares según datos del Banco de México.
Comentan Carmen y Primitivo que les llegan los dólares por una tienda departamental de Tulancingo: “Ya nada más él nos habla y nos dice que vayamos, pero no es fijo, es cada vez que puede; entonces una parte la destinamos para la comida y el vestido y otra para seguir mejorando la casita”.
Además del baño de su casa, lograron hacer otro más, narran, que suelen rentar a quien llega a comprarles dulces, que venden por las tardes, “unos cinco pesitos por permiso para el baño”
“Uno cree que cuando se van los hijos allá del otro lado, no se sufre, por el contrario. Se lamenta uno demasiado no poder abrazarlos, no haberles dado escuela y no haberlos podido detener aquí en su tierra”
“Allá le dio Covid pero la libró pero ya tiene como seis meses que no nos manda dinerito porque gastó mucho en sus medicinas, además que se quedó sin trabajo.”
“Han sido 20 años en que poco a poco nos ha cambiado la vida, primero el dolor de que se fuera, luego que gracias a las remesas que nos envió, pudimos comprar un terreno que nos salió en 40 mil pesos, aunque no tenía drenaje ni agua sino hasta unos años que ya contamos con él y entonces después hicimos los cuartitos para dormir y nuestro comedor, pues antes teníamos uno solo donde hacíamos todo. Y ya pensamos en un segundo piso”
Su hijo, es uno de los 368 mil hidalguenses, radicados en Estados Unidos y que está lejos de su familia en presencia, pero no deja de mandarles dinero cada vez que puede a su familia que acá los seguirá esperando.
“El dinero verde se acaba, como pasa con la vida, pero nunca la esperanza de volverlo a ver y conocer a su familia que no hemos podido abrazar”, añaden estos padres ya cansados y con enfermedades como hipertensión y diabetes y que esperan volver a ver a su ángel.