/ martes 17 de septiembre de 2024

Cronista de Tepeapulco gana tercer lugar en encuentro nacional 

El también escritor disertó sobre el trabajo de Fray Bernardino de Sahagún en el Altiplano de Hidalgo

El cronista tepeapulquense, Miguel Ángel Monroy, obtuvo el tercer lugar como ponente en la edición número 46 del Congreso Nacional de Cronistas de Comunidades y Ciudades Mexicanas (ANACCIM), con la disertación “Fray Bernardino de Sahagún, una luz renacentista en el Altiplano”, efectuado en el Museo de Historia Mexicana de Monterrey, Nuevo León.

El autor del libro Murmullos y Sabores de la Laguna de Tecocomulco, quien forma parte desde hace catorce años del Consejo Hidalguense de la Crónica, indicó que recibió la invitación por parte de la ANACCIM, de la cual forma parte desde hace una década.

Aseveró que, al tratarse de un encuentro nacional, esta participación ha sido una de las más enriquecedoras ya que además de conocer de viva voz de quienes relatan y dan cuenta de la historia del país, pudo conocer de primera mano parte de la historia del Norte de México.

Afirmó que este año, además fue convocado para participar con una ponencia, en la que habló sobre el trabajo de Fray Bernardino de Sahagún, quien es considerado padre de la investigación antropológica en el Nuevo Mundo.

Explicó que Fray Bernardino de Sahagún dejó una herencia muy importante a México y el mundo al recopilar la cosmovisión nahua en sus códices, con los cuales creó un método que sigue patente en el ámbito internacional.

Detalló que su trabajo de investigación le valió y puso a Tepeapulco en la mirada del mundo cuando la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura, declaró su trabajo documental como Memoria del Mundo, con obras como el Códice Matritense, un manuscrito que contiene importantes investigaciones etnográficas llevadas a cabo en la Nueva España de mitad del siglo 16 y el Códice Florentino, un manuscrito dividido en dos columnas de textos en Náhuatl y en español, lo que representa para el Altiplano, el país y el mundo unaluz renacentista.

Detalló que fue el propio Fray Bernardino de Sahagún quien proporcionó la información pertinente acerca de los pasos seguidos para la recolección del material de su obra.

“Una vez preparada su minuta, pidió en el pueblo acolhua de Tepeapulco que le fueran proporcionados los servicios de personas conocedoras de la antigüedad indígena para redactar sus conocimientos en todos los ámbitos del humano saber”.

Explicó que se trataba de personas ancianas con quienes pudo comunicarse y quienes le “dieron razón de todo lo que preguntó acerca de su cultura y los códices pictográficos”, además de jóvenes quienes sirvieron como un puente entre ambas culturas.


Refirió que cuatro son las etapas que por documentos se conocen actualmente del trabajo de Fray Bernardino de Sahagún, un escrito breve, esquemático, que bien puede identificarse como la información recibida en Tepeapulco y al que se le bautizó con el nombre de Primeros Memoriales, además de un hay un extenso manuscrito, después dividido en dos partes que han recibido los nombres de Códice Matritense de la Real Academia de la Historia, y Códice matritense del Real Palacio, obra que, dijo, pudo ser originalmente una copia limpia, aunque de varias letras, que después fue convertida en borrador.

“Hay un bello y extenso manuscrito bilingüe, conocido actualmente como Códice Florentino, posterior a los llamados Matritenses, que tiene en la columna náhuatl el texto que Sahagún debió de haber considerado definitivo y en la castellana la redacción, que no es traducción literal de la Historia General de las Cosas de Nueva España” y, también, dijo, existen entre las fojas del Matritense, los trozos conocidos como Memoriales con escolios en los que Sahagún tradujo, palabra por palabra, con amplias explicaciones, el texto náhuatl.

Finalmente, refirió que, en el Códice Florentino Sahagún dio a su obra las divisiones definitivas por libros, capítulos y párrafos en el que se agregaron los gramáticos los encabezados particulares, en lengua náhuatl, pero que, para los fines de la investigación del método, puede decirse que ambos códices constituyen una unidad.


El cronista tepeapulquense, Miguel Ángel Monroy, obtuvo el tercer lugar como ponente en la edición número 46 del Congreso Nacional de Cronistas de Comunidades y Ciudades Mexicanas (ANACCIM), con la disertación “Fray Bernardino de Sahagún, una luz renacentista en el Altiplano”, efectuado en el Museo de Historia Mexicana de Monterrey, Nuevo León.

El autor del libro Murmullos y Sabores de la Laguna de Tecocomulco, quien forma parte desde hace catorce años del Consejo Hidalguense de la Crónica, indicó que recibió la invitación por parte de la ANACCIM, de la cual forma parte desde hace una década.

Aseveró que, al tratarse de un encuentro nacional, esta participación ha sido una de las más enriquecedoras ya que además de conocer de viva voz de quienes relatan y dan cuenta de la historia del país, pudo conocer de primera mano parte de la historia del Norte de México.

Afirmó que este año, además fue convocado para participar con una ponencia, en la que habló sobre el trabajo de Fray Bernardino de Sahagún, quien es considerado padre de la investigación antropológica en el Nuevo Mundo.

Explicó que Fray Bernardino de Sahagún dejó una herencia muy importante a México y el mundo al recopilar la cosmovisión nahua en sus códices, con los cuales creó un método que sigue patente en el ámbito internacional.

Detalló que su trabajo de investigación le valió y puso a Tepeapulco en la mirada del mundo cuando la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura, declaró su trabajo documental como Memoria del Mundo, con obras como el Códice Matritense, un manuscrito que contiene importantes investigaciones etnográficas llevadas a cabo en la Nueva España de mitad del siglo 16 y el Códice Florentino, un manuscrito dividido en dos columnas de textos en Náhuatl y en español, lo que representa para el Altiplano, el país y el mundo unaluz renacentista.

Detalló que fue el propio Fray Bernardino de Sahagún quien proporcionó la información pertinente acerca de los pasos seguidos para la recolección del material de su obra.

“Una vez preparada su minuta, pidió en el pueblo acolhua de Tepeapulco que le fueran proporcionados los servicios de personas conocedoras de la antigüedad indígena para redactar sus conocimientos en todos los ámbitos del humano saber”.

Explicó que se trataba de personas ancianas con quienes pudo comunicarse y quienes le “dieron razón de todo lo que preguntó acerca de su cultura y los códices pictográficos”, además de jóvenes quienes sirvieron como un puente entre ambas culturas.


Refirió que cuatro son las etapas que por documentos se conocen actualmente del trabajo de Fray Bernardino de Sahagún, un escrito breve, esquemático, que bien puede identificarse como la información recibida en Tepeapulco y al que se le bautizó con el nombre de Primeros Memoriales, además de un hay un extenso manuscrito, después dividido en dos partes que han recibido los nombres de Códice Matritense de la Real Academia de la Historia, y Códice matritense del Real Palacio, obra que, dijo, pudo ser originalmente una copia limpia, aunque de varias letras, que después fue convertida en borrador.

“Hay un bello y extenso manuscrito bilingüe, conocido actualmente como Códice Florentino, posterior a los llamados Matritenses, que tiene en la columna náhuatl el texto que Sahagún debió de haber considerado definitivo y en la castellana la redacción, que no es traducción literal de la Historia General de las Cosas de Nueva España” y, también, dijo, existen entre las fojas del Matritense, los trozos conocidos como Memoriales con escolios en los que Sahagún tradujo, palabra por palabra, con amplias explicaciones, el texto náhuatl.

Finalmente, refirió que, en el Códice Florentino Sahagún dio a su obra las divisiones definitivas por libros, capítulos y párrafos en el que se agregaron los gramáticos los encabezados particulares, en lengua náhuatl, pero que, para los fines de la investigación del método, puede decirse que ambos códices constituyen una unidad.


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