De acuerdo con el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), en 1960 fueron descubiertas por la prestigiosa prehistoriadora norteamericana Cynthia Irw-Williams pruebas de civilización humana en el Valle de Tulancingo y en Hidalgo que datan de 14 mil años antes de Cristo.
El descubrimiento ocurrió durante la expedición a la Cueva del Tecolote, ubicada a unos metros de la zona arqueológica de Huapalcalco, dónde se localizó una punta acanalada en una fisura del piso de roca, lo que le permitió afirmar que la cueva ya era ocupada desde 14 mil años antes del presente.
Hallazgo de un enterramiento humano
Durante su expedición también descubrió un enterramiento humano y de animales que corresponden al horizonte Cenolítico Superior de nueve mil años antes del presente.
Los esqueletos humanos se encontraron dentro de una cavidad irregular de aproximadamente un metro con 20 centímetros de diámetro.
Se trató de dos individuos de sexo masculino de entre 36 y 55 años de edad. El cráneo de uno de ellos es de cara larga y nariz ancha, y presenta un ligero desgaste en la dentición, lo que permite inferir que consumía más carne que vegetales y, por ende, que su economía se basaba en la caza.
Asociados a estos entierros se encontraron una mandíbula de perro, un raspador de obsidiana y una punta de proyectil tipo Coxcatlán. Los restos óseos estaban muy deteriorados, por lo que sólo fue posible reconstruir uno de los cráneos.
Los huesos largos de las extremidades superiores son más anchos que los de la población prehispánica indígena común.
Según el antropólogo físico Neftalí Monterroso, existen “rasgos corporales en huesos largos de la extremidad inferior y cráneo que alejan a los esqueletos de la Cueva del Tecolote de la forma corporal del indígena prehispánico común y lo acercan a los primeros colonizadores del continente”.
Corresponden a la primera oleada de pobladores procedentes de Asia, es decir, la población paleoamericana.
Junto a una de las paredes de la cueva se descubrió, en una rudimentaria fosa semicircular de 70 centímetros de diámetro por 40 de profundidad, el entierro directo colectivo primario de seis perros de talla media, uno de ellos sin cráneo.
Presentan rasgos arcaicos y facciones cráneo-dentales grandes y relativamente toscas, que muestran similitud con los lobos asiáticos que llegaron con las primeras oleadas de pobladores del continente americano.