“Desde pérdida de masa muscular, deshidratación, daños hepáticos, renales o problemas cardiovasculares, son algunos de los muchos efectos negativos que provoca adelgazar rápido y sin control” y en algunos casos los daños son irreversibles, alertó la nutrióloga por la Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo (UAEH), Quetzalli Contreras Fernández.
La gente que desea bajar de peso mediante un control alimentario debe acudir indispensablemente con un especialista, quien determinará la “dieta equilibrada” de acuerdo con la estatura y edad de la persona, con lo que habrá “resultados efectivos y duraderos”.
En el sentido contrario, si nuestras actividades cotidianas no permiten llevar un horario de ingesta de alimentos, “las prisas nos hacen caer en las dietas milagro” y sus efectos adversos ya los enlistó, y cada año, advirtió, “aparecen nuevo y revolucionarios” métodos que exageran en la reducción de carbohidratos.
“Pero después, al terminar la supuesta dieta, cuando empiezan a comer de todo hay un rebote químico sistémico”, previno.
Dependerá del metabolismo de cada persona cómo va reaccionar a las consecuencias, elevación del colesterol y hay casos de depresión, comentó.
“Se puede bajar de peso de forma adecuada con el plato del buen comer, hidratación de seis a ocho vasos diarios (de 240-250 mililitros), ejercicio todos los días que ayuda a motivar porque hay un estado emocional positivo y/o estable, el buen descanso, forman parte del estilo de vida saludable”, y que en el mediano plazo se puede volver un hábito.
“Todo va enlazado”, destacó.
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Recalcó que cada persona es “diferente” y para lograr la meta hay que consumir de 50 a 60% de carbohidratos, 25% de grasas y 15 a 20% de proteínas, pero siempre bajo la guía o prescripción del especialista en nutrición.
“Lo que restrinja lo anterior ocasionará un desajuste en el cuerpo”, reiteró.
Un “régimen alimenticio es un recurso temporal que modifica nuestra dieta habitual”, y no es lo mismo un infante, un joven, un adulto, un padre de familia.
Otro factor que influye es el “buen dormir”: ocho horas para la niñez, jóvenes mínimo siete horas y los adultos ocho horas y una siesta por la tarde de 30 minutos máximo, recomendó.