El pasado 19 de septiembre, como en todo el país cada año, se realizaron simulacros simultáneos para recordar el sismo que sacudió a México el mismo día, pero del año 1985. Los protocolos se aplicaron también en la Casa de Día ubicada al sur de Pachuca, donde vive María Antonieta, una mujer de 85 años que vivió en carne propia el temblor que dejó tragedia, pese a ello, recuerda lo acontecido con una sonrisa en su rostro.
Sentada en un sofá cómodo y con unas gafas oscuras para proteger algunas lesiones que sufrió por una reciente caída, comentó que tenía 45 años y estaba trabajando con su madre cuando la tierra comenzó a moverse, y de repente solo se escuchaban ruidos de patrullas y ambulancias, escándalo por todos lados.
“Eran las 7:15 de la mañana llegaron muchas patrullas y mucha gente que comenzó a evacuar a las personas, recuerdo que mi mamá estaba muy preocupada por una bata de color verde, de pronto subieron una escalera altísima y jalaron a mi mamá con todo y su batita”, dijo entre una infantil risa.
Recuerda también que luego de ver cómo se llevaron a su madre ella se quedó sola, entró en shock y en lugar de gritar para pedir ayuda o mostrar carteles de auxilio, se puso a envolver vasos con papel periódico (volvió a reír de forma traviesa), incluso rememora que los cuerpos de emergencia gritaban si alguien más estaba ahí pero ella simplemente no respondió; fue entonces que médicos y demás personas la hallaron y la sacaron prácticamente ilesa para llevarla con su madre y darles un refugio.
Agrega que una de las instrucciones que ese día se aplicaron fue la de vaciar los retretes, pues las autoridades dijeron que eso aligeraba el edificio. “Recuerdo claramente como un doctor dijo, ay me acababan de dar mi uniforme y yo aquí sacando popó”.
Después de ese episodio María Antonieta y su madre fueron llevadas a una casa grande y totalmente vacía, aún sin asimilar algunas cosas pero ya más tranquilas, hasta que en un momento al salir de nuevo a la calle, vieron como muchas madres estaban tiradas con sus bebés, durmiendo entre el desastre.
“Fue terrible porque a nosotros nos tocó que nos ayudarán pero a mucha gente no, sin embargo recuerdo bien que toda la gente ayudaba a lo que podía, incluso vi en carne propia como las esposas de los ejecutivos estaban sentadas en las banquetas empaquetando comida para repartir, mi madre y yo llevábamos latas a Coyoacán”, comentó.
La señora Maria Antonieta es hija única, nació en Pachuca y se fue con sus padres a vivir a Oaxaca, pero cuando su madre enviudó, se mudaron a la Ciudad de México. Cuenta que su mamá trabajó siempre en la Cámara Española y eso le permitió darle estudio en el Colegio Inglés, allá en Reforma, por el Ángel de Independencia, donde se graduó como secretaria bilingüe y contadora privada, trabajando así para varias empresas extranjeras. Su madre murió hace ya más de 10 años, dijo.
Al paso de los años, esta señora de tez blanca, bajita y con gran humor de principio a fin, se convirtió en residente de la Casa de Día ubicada en la calle Arizpe del centro de Pachuca, curiosamente, la misma calle donde se ubicaba el hospital en el que vio la luz por primera vez.
Ahí permaneció por 11 años hasta que desde hace aproximadamente tres meses la cambiaron a la Casa de Día ubicada en San Antonio el Desmonte. No tiene hijos, no tiene hermanos, disfruta su vejez en compañía de personas similares a ella y convive alegremente con las jovencitas que realizan sus prácticas.
Al finalizar la charla se levantó con un vaso de té, tomó una andadera refiriendo: “este auto me lo prestó una compañerita”, se dirigió a la capilla y agradeció que a pesar de muchas cosas vividas, sigue avante.