Daniel Mendoza, es uno de los pocos artesanos que trabajan el barro en Tulancingo. Dice que el barro es como su sangre, que lo impulsa a sus 72 años de vida, a continuar en este oficio.
A su casa-taller, llegan numerosas personas, que desean los productos hechos a base de arcilla, como platos, jarrones, tazones, entre otros productos que solo llevan como marca, el trabajo con sus manos, la labor artesanal.
El proceso es arduo, de horas e incluso hasta de días. Y en la próxima temporada de día de muertos, a poco menos de un mes, alista ya varios “jarritos” y hasta calaveritas hechas de barro.
Don Daniel, puede hacer hasta vajillas completas, dice, mientras recuerda que a sus 4 años empezó a aprender el oficio.
“Ya no hay quien haga esta labor, soy el único en la ciudad, aunque me da gusto que en Santa Ana Hueytlalpan esté una persona muy entusiasta”
Su sueño de este alfarero, es que el trabajo artesanal no muera.
Amasar el barro, echarle todo el peso encima, no solo las manos, añade, sino la fuerza de los brazos, dejar que el polvito esté bien molido, sin grumos para que pueda ser maleable.
Sus instrumentos de trabajo, tienen ya muchos años con él, por lo menos medio siglo.
Empieza la labor desde temprana hora, y termina hasta tarde.
“No me dejan descansar mis clientes y eso me da mucho gusto”
No solo es preparar el barro – sobre todo se saca de una veta de Los Romeros- , sino hacer los platos por ejemplo, dejarlos al sol de uno a dos días, hasta que se sequen bien, y luego meterlos al horno de hasta 900 grados centígrados, en un primer fuego cuatro horas, luego el abrillantado, dice “le doy su engrietado y se va a 1100 grados de calor”
Hay riesgos de que los sitios donde se extrae el barro, vayan a desaparecer, “luego se escasea, y eso es porque hay ya edificaciones.
Don Daniel, reconocido en varios foros, seguirá trabajando en su pequeño taller, “nacimos hechos de barro y yo moriré así, pero mientras eso suceda, continuaré haciendo lo que la gente pida”