TULA DE ALLENDE. Los padres de Nayeli Verónica Reyes González, se separaron años atrás, pero la enfermedad del Covid-19, volvió a unir sus destinos, aunque no de la manera que hubiera querido, porque ambos enfermaron en diciembre pasado. Su madre logró superarlo, pero su padre perdió la batalla contra el virus SarsCov2.
Aunque desde su niñez vivió en Tizayuca, Verónica Reyes, llegó meses atrás a instalarse en la colonia Jalpa, donde abrió una tienda de abarrotes. Cuenta que cuando sus padres se separaron años atrás, las tres hijas del matrimonio siempre mantuvieron una cercanía con ambos, aunque ella se quedó a vivir con su mamá María del Rosario González Vargas, en Tizayuca.
Su padre Víctor Manuel Reyes Martínez, residía en la ciudad de México. Fue taxista muchos años e incluso tenía su propio taxi, pero su yerno le invitó a trabajar en una empresa que realiza viajes particulares y ahí laboraba, “y desde entonces, se quedó a vivir con mi cuñado y mi hermana, pero nos veíamos”.
Verónica recuerda con pesar que su madre enfermó a principios de diciembre de Covid-19 y ella se dedicó a cuidarla en casa, con la supervisión de una doctora.
“Nunca la hospitalice, por lo que estábamos aisladas, para no contagiar a los demás. No querían que viera a mi papá para no contagiarlo. Pero unos quince días después, mi hermana me dijo que tenía tos. Que andaba enfermo. Mi papá siempre fue un hombre muy fuerte. Casi no se enfermaba. Y de cierta forma él decía que no se sentía tan mal, que era algo pasajero. Y nosotras por confiadas, no hicimos más” explicó.
Como quince días después, detalló, “cuando mi mamá salió de la gravedad, fui a verlo, pero mi papá ya estaba muy mal. Estaba muy mal, estaba en cama, con oxígeno y me lo llevé a mi casa”.
Él ya estaba en la semana donde la enfermedad ya es muy agresiva, explicó, “pero mis hermanas y yo decidimos no internarlo porque él no quería y porque lo estaba atendiendo una doctora, amiga de mi cuñado, que también estuvo atendiendo a mi mamá. Pero ocho días después, el 17 de enero, murió.”
Dice que ahora le ronda la idea de que tal vez se pudo haber hecho más por su papá. “Si hubiera ido antes por él. Si lo hubiera atendido a tiempo. Tal vez hubiera sido diferente”.
El Covid-19, asegura, se llevó a unas de las personas más importantes de su vida. Pero la pandemia le dejó también el último año más bonito de convivencia, que tuvo con él, porque su padre, siempre fue un hombre frío, una persona que no expresaba sus emociones.
“Era un hombre, hecho a la antigua escuela. Y yo creo que era así porque siempre tuvo miedo de mostrar fragilidad. Creía que, si se mostraba sensible, se iba a ver débil ante las personas. Y bueno, recuerdo que sus papás eran también personas de carácter fuerte y un tanto frías, reacias a mostrar afecto” dijo mientras las lágrimas comienzan a brotarle.
De tanto en tanto, la emoción la embarga, pero más cuando señala que cada día extraña al hombre que le heredó la fortaleza que hoy le permite seguir adelante para ser uno de los pilares de su familia, y que le enseño a buscar su independencia.
De sus recuerdos de infancia comparte que su papá en su juventud era un hombre muy guapo y muy preocupado por cuidar su aspecto físico y tenía el cuerpo marcado por el ejercicio. En los últimos años, se empezó a poner gordito, dice riendo, pero hacía lo posible por mantenerse en buena forma. Y lo recuerda también, como un hombre orgulloso, “que fue lo que lo impulsó siempre a salir adelante”.
Verónica asegura que cada día extraña a esa persona que conoció en el último año y en sus últimos días de vida, “era un hombre de gran fortaleza, que se volvió muy, pero muy cariñoso”.
Víctor Manuel Reyes fue cremado en una agencia funeraria de Pachuca, porque los servicios de salud, les hicieron también la sugerencia, pero también porque así lo quiso la familia. En noviembre se cumplirán 10 meses apenas, de su partida de este plano terrenal, y aunque aún es muy doloroso, su familia se prepara para colocarle una gran ofrenda.
Nosotros tenemos la tradición, dijo Verónica, de poner cada año el Día de Muertos, una ofrenda para nuestros familiares y este año, como mi papá era un hombre de buen comer, le colocaremos mole, una coca cola, tequila y todo lo que le gustaba.
Víctor Manuel Reyes, tenía 63 años cuando falleció y deja un gran vacío, sobre todo entre sus tres hijas y cuatro nietos, pero también un legado de trabajo y el recuerdo de los gratos momentos que pudo convivir con su familia a consecuencia del obligado encierro provocado por la pandemia del Sars Cov2, que todos atesoran en su memoria y en infinidad de fotografías.