/ viernes 10 de mayo de 2019

El miedo la llevó a salirse de su casa hace tres semanas

Fernanda vivió violencia física durante dos años

“Tomar la decisión es muy difícil, porque mi pareja ante todos era un gran ser humano, un gran papá, un gran esposo, pero atrás de la puerta nadie sabía realmente lo que pasaba”, platica Fernanda quien pasará su 10 de mayo encerrada en el refugio para mujeres víctimas de violencia.

La mujer, es madre de una niña, ha sufrido violencia física los últimos dos años, y psicológica desde hace siete que se casó.

El 3 de abril fue la última vez que su marido la golpeó. Antes de eso, en enero la empujó de la cama, cayó al piso y se pegó en el pómulo, lo que la llevó al hospital. Cuando era golpeada – dice – intentaba defenderse, pero la fuerza obviamente no es la misma.

Fernanda platica que vivir en un contexto de violencia es “terrible, porque juegan contigo, estás con el miedo de que no empiece con celos porque te va a golpear, el miedo aumenta cuando golpea la pared, ahí surge la impotencia porque ya no sabes si el golpe va hacia ti o hacía la pared”.

A tres semanas de tratamiento en el Refugio Juntas Rompamos el Silencio reconoce que la violencia no es cosa de juego y que siempre está de manifiesto.

“Anteriormente ya era violencia porque yo tenía que contestar el celular a la primera, el teléfono de casa a la primera, cosas que de cierta manera se imponía, tomaba decisiones por mí”, acciones que como mujer minimiza, pero que al recordarlas ahora es una manera de “cortar tus alas y poner límites”.

Fernanda, nombre que no es real, comenta que incluso no la dejaba trabajar, pero ahora que ya no está con él, logró incluso estudiar. Piensa en terminar sus estudios y vivir una vida libre de violencia. Disfrutar su libertad, su autonomía, mismas que hasta ahora valora porque antes era manipulada sin darse cuenta.

“Mi hija no presenció las escenas, pero las secuelas son las mismas. Me veía triste, el semblante y aunque no lo vivió, sí lo intuye”.

Ahora su hija le echa porras y la anima a sanar su corazón lo que la hace aconsejar a las mujeres que sufren violencia: “Vete a la primera, porque luego lo tomas como que fue mínimo, pero al final de cuentas es violencia, no esperes que pasen cosas más graves, ya que la opción sólo es el panteón o cárcel”.

“Tomar la decisión es muy difícil, porque mi pareja ante todos era un gran ser humano, un gran papá, un gran esposo, pero atrás de la puerta nadie sabía realmente lo que pasaba”, platica Fernanda quien pasará su 10 de mayo encerrada en el refugio para mujeres víctimas de violencia.

La mujer, es madre de una niña, ha sufrido violencia física los últimos dos años, y psicológica desde hace siete que se casó.

El 3 de abril fue la última vez que su marido la golpeó. Antes de eso, en enero la empujó de la cama, cayó al piso y se pegó en el pómulo, lo que la llevó al hospital. Cuando era golpeada – dice – intentaba defenderse, pero la fuerza obviamente no es la misma.

Fernanda platica que vivir en un contexto de violencia es “terrible, porque juegan contigo, estás con el miedo de que no empiece con celos porque te va a golpear, el miedo aumenta cuando golpea la pared, ahí surge la impotencia porque ya no sabes si el golpe va hacia ti o hacía la pared”.

A tres semanas de tratamiento en el Refugio Juntas Rompamos el Silencio reconoce que la violencia no es cosa de juego y que siempre está de manifiesto.

“Anteriormente ya era violencia porque yo tenía que contestar el celular a la primera, el teléfono de casa a la primera, cosas que de cierta manera se imponía, tomaba decisiones por mí”, acciones que como mujer minimiza, pero que al recordarlas ahora es una manera de “cortar tus alas y poner límites”.

Fernanda, nombre que no es real, comenta que incluso no la dejaba trabajar, pero ahora que ya no está con él, logró incluso estudiar. Piensa en terminar sus estudios y vivir una vida libre de violencia. Disfrutar su libertad, su autonomía, mismas que hasta ahora valora porque antes era manipulada sin darse cuenta.

“Mi hija no presenció las escenas, pero las secuelas son las mismas. Me veía triste, el semblante y aunque no lo vivió, sí lo intuye”.

Ahora su hija le echa porras y la anima a sanar su corazón lo que la hace aconsejar a las mujeres que sufren violencia: “Vete a la primera, porque luego lo tomas como que fue mínimo, pero al final de cuentas es violencia, no esperes que pasen cosas más graves, ya que la opción sólo es el panteón o cárcel”.

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