Este 2024 se cumplirán 500 años de la llegada de la orden franciscana a México, católicos que se encargaron de la evangelización del pueblo nativo de la entonces llamada Nueva España y que a través de diferentes mecanismos de control y convencimiento, lograron sentar las bases del culto con mayor número de feligreses a nivel nacional. Fueron precisamente los franciscanos quienes llegaron a Tulancingo poco tiempo después, para fundar un centro de evangelización en nuestra ciudad y de ahí regar la cultura cristiana por territorios aledaños de Hidalgo, Puebla, Veracruz, entre otros.
Por tales motivos es que la Arquidiócesis Primada de México decretó que el año jubilar 2024 será por los 500 años de presencia franciscana en México, hecho que se concretó en mayo de 1524 cuando doce frailes dirigidos por Fray Martin de Valencia llegaron al Nuevo Continente por San Juan de Ulúa para las diligencias religiosas. Los autores Angélica Galicia y Sergio Sánchez Vásquez en su libro “Cartografía Histórica de Tulancingo”, cuentan que estos doce frailes tenían “autoridad apostólica en donde quiera que no hubiera obispos, para cuanto les pareciera necesario para la conversión de los indios”.
Sobre este momento también contó el párroco de Real del Monte, José Natalio Ortega, quien además es especialista en Historia del Catolicismo en México y miembro del Consejo de Cronistas. Él considera que para los nativos americanos, el catolicismo era un culto que podría catalogarse como ridículo, pues se basaba en la premisa de que “el sacrificio de un hombre, o sea Jesús, salvó a toda la humanidad”, cuando las culturas mesoamericanas concebían a los sacrificios humanos como algo común, numeroso y hasta ocasionalmente, catalogado como un honor de guerra.
El experto relata que el primer paso para una evangelización franciscana ocurrió cuando vieron a Hernán Cortés mostrar su respeto a los frailes con un particular gesto: “ante el gesto de Cortés de hincarse ante ellos, los indígenas entendieron el respeto por la religión y por los sacerdotes”, explicó el clérigo.
Sin embargo, fue en 1527 cuando los franciscanos llegaron a tierras tulancinguenses provenientes de Texcoco, señorío que de inicio se encargó de la evangelización en esta parte del territorio mexicano. De acuerdo con lo investigado por Galicia y Sánchez Vázquez, los religiosos “primero fundaron una ermita en el barrio de Zapotlán (conocida hoy en día como la iglesia de la Expiación), después la iglesia de la Tercera Orden dedicada a San Juan Bautista, abierta al culto en el 1° de enero de 1527”
De aquí nace una de las controversias que más fuerte calan en la identidad de los tulancinguenses. Según historiadores locales, teoría que incluso es aceptada y defendida por la sociedad civil, la iglesia de la Expiación es la primera capilla que se fundó en toda Latinoamérica, aunque Natalio Ortega opina diferente. Él señala que tal facto no está comprobado y aunque si bien puede ser la primera de la Arquidiócesis de Tulancingo o incluso de la región, es difícil que haya sido la primigenia del continente cuando en sitios como Texcoco ya se había instalado un centro de evangelización que abarcó amplios sectores, por lo menos hasta que se fundó el de Tulancingo en 1527.
Fue así que los franciscanos, encabezados por Fray Juan de Padilla, también llamado El Gran Evangelizador, agilizaron la construcción del primer convento de la zona, (que se convirtió años después en la Catedral Metropolitana de esta ciudad) dedicado a San Juan Bautista y razón por la que hasta nuestros días se conserva como santo patrono de Tulancingo. Luego se construyó el templo franciscano de San Francisco Jaltepec, iglesia que reside actualmente en la localidad tulancinguense de Jaltepec y se mantiene como una de las más antiguas de la región, pues fue consagrada el 04 de marzo de 1604.