Fieles a la tradición indígena de pedir a los vientos y al Sol por una fructífera temporada de siembras, colectivos preservadores de los rituales y costumbres ancestrales en Acaxochitlán sostendrán el ritual de equinoccio en la zona arqueológica de Tzacuala, centro ceremonial de horizonte teotihuacano. Es un espacio al aire libre donde se levantan dos montículos prehistóricos que según los guardianes del sitio, datan de la época de mayor apogeo de la mencionada civilización.
“El equinoccio de primavera se celebra en Acaxochitlán como una fecha que marca el inicio de la siembra, es momento de renacer, de prepararse para dar frutos, los árboles danzan porque ha terminado el frío y hay nuevos brotes de hojas y flores que en breve darán frutos. Los campesinos han preparado la tierra para sembrar las semillas alistadas desde el 2 de febrero”, cuenta Fulgencio Vargas, uno de los organizadores, sobre este suceso.
Acompañado con toques de tambor, cantos antiguos y humo de copal, se pedirá permiso a los cuatro rumbos para purificar la zona y también a las personas que se integrarán al ritual, que eran aproximadamente 35 el año pasado.
También en esta celebración se realizan algunas ofrendas, como la tlamanalli, que es una ofrenda ancestral montada sobre la tierra, donde se depositan flores y semillas en señal de agradecimiento por la cosecha anterior y también en pedimento por la próxima. Esas semillas se utilizan para las siguientes siembras.
“Poner la ofrenda en un altar es muy común en Acaxochitlán, principalmente en las comunidades indígenas esta ofrenda se pone en una mesa con un mantel blanco. Se ofrece chocolatzintli, pan, tamales, flores, veladoras, mole y tortillas”
Honran la tradición
En el Pueblo Mágico es tradición servir “siete de cada cosa”, por ejemplo siete tazas de chocolate, siete panes para ofrendar a los cuatro rumbos, “a la Madre Tierra, al universo y al Gran Espíritu". Tras las ofrendas se ejecuta la danza de Xochipitzahuatl, ceremonia en la que se entregan los tradicionales xochimapales.
Este característico signo de identidad acaxochiteca consiste en una vara de madera que normalmente está cubierta por flores y coronado ya sea por fruta o una pieza de pan trenzado. Los xochimapales tienen un largo pasado que quedó inscrito profundamente en la cultura indígena de la región, tan es así que es fundamental para los rituales de arranque de ceremonias e incluso, dependiendo la localidad, es objeto central para anticipar el depósito de ofrendas.
También llamado "xochivara", es una vara de madera de tepozán de 70 centímetros de largo con tres ramificaciones en uno de sus extremos, decorada con totomoxtle, flores, follaje silvestre (regularmente albajaque, también conocido como clavo), pan o fruta.
“Este baile se hace en círculo para pedir por la abundancia y el bienestar, donde no hay un principio ni un fin y todo gira en torno a nosotros, de la Madre Tierra y del universo”.
Luego es la entrega de bastones de mando, a fin de asignar a “nuevos guerreros que puedan servir al pueblo con humildad y empatía”, señalaron. Cabe mencionar que este ritual es encabezado por médicos tradicionales, temazcaleras y guardianes de las costumbres indígenas de Acaxochitlán.
Sin reconocimiento la zona de Tzacuala
Respecto a la sede del ritual, la zona de Tzacuala es un sitio arqueológico que aún no cuenta con reconocimiento del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), toda vez que los últimos estudios que se hicieron en el sitio ocurrieron en 1996, cuando se construía la carretera México-Tuxpan. Aunque está casi completamente cubierto con maleza, el montículo dedicado al Sol (donde se hace el ritual) presenta en la cima fragmentos de la roca original con la que se construyó hace siglos.