TULA DE ALLENDE, Hgo.- “La soledad y el no poder abrazar o ver a mi familia me está volviendo loco, pero hay momentos en que los capítulos de mi vida pasan tan despacio que no me permiten caer. Es lo único que me sostiene porque de pronto me llegan pensamientos en los que quisiera morir”, expresa Antonio, uno de los más de mil 500 enfermos de Covid-19 en Hidalgo.
Con una voz entrecortada y pausada por la dificultad que tiene para respirar, Toño confiesa tener ratos en los que llora, grita y que siente una profunda desesperación por estar encerrado entre las cuatro paredes de su casa. Hoy está impedido para salir y abrazar de manera normal a su esposa y a sus dos menores hijos, con quienes extraña jugar, platicar y sonreír.
La noticia que nadie espera recibir le llegó justo el día de su cumpleaños, días antes del pasado 10 de mayo. “Eres positivo”, escuchó decir vía telefónica al médico de Hospital General de Pemex Tula.
Desde ese momento, el entrevistado sabía que todo iba a cambiar y dentro de su preocupación era saber si su familia también se había contagiado o no.
A los pocos días, su pequeña hija registró una variación en su temperatura y eso le provocó cierta angustia que le hizo derramar algunas lágrimas. Sabía que los dolores de cabeza eran intensos; que sentir el cuerpo cortado y la elevada temperatura resulta debastador. Por fortuna, luego de quedar en observación, la menor no fue confirmada positivo ni alguien más de su familia.
Ya van más de 15 días y Toño, con un llanto sostenido en la garganta, confirma que tuvo días negros. “No podía dormir ni acostado ni sentado y hasta despierto me sentía mal. Extraño a mi familia, a mis niños. No he podido jugar con ellos ni mucho menos platicar”, lamenta desde su sitio de confinamiento.
Se encuentra dentro del grupo de los enfermos que son considerados como en
etapa media. Sin embargo, no significa que en cualquier momento pueda agravarse su situación. Hoy se le dificulta respirar, pero lo hace bien con una bomba que le permite ayudar a sus pulmones a tener ese oxigeno que necesitan para que no se sienta ahogarse.
El virus del Covid-19 se alojó en sus pulmones; además fue diagnosticado con un problema de bronquios y por eso es que ahora Antonio presenta dificultades para respirar.
“El día pasa tan lento que pareciera que su único propósito es volverme loco. Aún y cuando a veces grito, no encuentro el consuelo total, pero sí calma un poco mi angustia”, explica Antonio, quien es vecino de Tula de Allende.
“La vida, mi vida, ha ido pasando como esas películas que uno acostumbra a ver en televisión o en el cine. El silencio, la soledad y este virus que me impide salir de mi habitación pareciera tener un solo fin: volverme loco o provocar pensamientos de muerte en mi mente. Ya no aguanto”, comenta con lágrimas y agregó que se pone a pensar en sus hijos, qué podrían hacer ellos sin él, su familia y su enorme dolor.
Afortunadamente en ocasiones los ve a la distancia a través del cristal de su ventana; habla con ellos por videollamadas y en este momento el teléfono es su único puente de comunicación con el exterior.
Es horrible esta condición, dice Toño, quien comenta que aun y cuando se encuentra en casa enfrentando y llevando de manera puntual el tratamiento que le dieron para atacar el Covid-19, llegó a salir en dos ocasiones solo para ir al nosocomio, donde los médicos le revisaron y decían como iba evolucionando. Ahí había una lista de varios casos. Escuchó de 15 sospechosos que estaban en observación; otros tres a los que les acababa de informar que eran positivos y otros más que se encuentran hospitalizados porque están graves.
Sin duda, el panorama es difícil y complicado. Esta enfermedad parece entrar, pero no querer salir; a raíz de su última visita a ese lugar, sufrió una recaída que pareciera no permitirle salir de su casa.
“Estoy desesperado por salir y empezar mi vida normal, me siento morir, me siento horrible, tan mal que no desearía que nadie pase por esto, porque sientes que te carcome cada parte de tu cuerpo, sientes dolor, pero, sobre todo, soledad al vivir encerrado entre cuatro paredes”, señaló con lágrimas en los ojos.
Su respiración mientras platicaba cada vez se hacía más lenta y parecía serle complicado hablar, pero también él sentía esa necesidad de que alguien lo escuchara, que sabe que dentro de esas paredes saldrá adelante, pues su familia y amigos lo esperan afuera.
Al platicar con él vía telefónica, solo me dijo: “Cuídate exageradamente y extrema medidas, tu familia lo vale, en verdad, hazme caso”.