En el Valle de Tulancingo, horticultores utilizan injertos para hacer más resistentes las plantas, así como crear frutos únicos, combinando las bondades naturales de cada árbol; el fin: comercializarlos en la región con miras a exportar, a futuro, los frutos a otros estados.
La práctica de injertar consiste en unir o insertar una parte de una planta en otra, permitiendo con ello que queden unidas y se desarrollen formando una sola planta, permitiendo compartir sus propiedades y cualidades naturales.
Entre las combinaciones que se pueden dar de frutas es posible combinar está el limón con mandarina, limón con naranja, mango con durazno, pera con manzana, mango con aguacate, el capulín con el ciruelo hasta melón con sandia.
En entrevista Edgar Vásquez, quien se dedica a injertar árboles frutales, comentó que las ramas utilizadas en el injerto se deben cortar en diagonal y no deben pasar del tamaño de un dedo índice para que peguen.
Posteriormente utilizan “cera de campeche” para unir las ramas para después amarrarlas con un trapo de color rojo para protegerlas de los insectos, las cubren con un plástico que queda ajustado y el tallo del árbol es caleado, también para evitar que hormigas o plaga se suba al árbol.
Hace algunas décadas en las comunidades rurales de la región de Tulancingo era muy común ver personas yendo de casa en casa ofreciendo sus servicios para injertar árboles para hacerlos más fuertes o más ricas las propiedades de las frutas.
En la actualidad se han desarrollado distintas técnicas para el injerto de plantas, árboles frutales, flores y verduras para hacerlos más resistentes a los cambios del clima, dijo el informante.
El objetivo fundamental de los injertos en árboles frutales, consiste en permitir la multiplicación de una variedad o de una mutación de la yema o la semilla de un fruto y permitir su producción.
Actualmente, el limón ha sido el más resistente para el injerto con otros cítricos, ya que es de los pocos árboles que florea la mayor parte del año, finalizó.