El arzobispo de la Arquidiócesis de Tulancingo, Domingo Díaz Martínez, hizo un llamado a feligreses para no ejercer el catolicismo sin tener presentes a todo momento las enseñanzas de Jesucristo, pues de lo contrario, se estaría perdiendo la principal sustancia que da “sabor” a la vida como cristianos. En ese tenor, señaló que Jesús como hijo de Dios, imprime “sabor” a todos los aspectos cotidianos, incluyendo la cultura y hasta la política.
Fue durante la celebración solemne en honor a San Antonio de Padua en la parroquia de Cuautepec, que monseñor usó el mensaje de la homilía para explicar que “Jesús es el Salvador, nosotros somos la sal. Para que la iglesia no pierda el sabor, para que cada uno de los bautizados no perdamos el sabor hay que estar llenos del señor Jesús, hay que estar mínimo cerca de él, porque él es el sabor y nosotros somos la sal”.
Por tanto, recordó la metáfora del Evangelio, en donde se explica que si la sal pierde su sabor se vuelve insípida, volviéndola inservible. Señaló que un pueblo sin Jesús también se vuelve inservible, razón que se traslada a todos los escenarios: en la familia, en el desarrollo profesional, en la religión, entre otros. “Sin sabor corremos el riesgo de perdernos como bautizados”, abundó, y planteó como solución el participar de la Eucaristía cada domingo, cuando se celebra la misa. “Así es como pondremos el sabor a la vida, al ambiente, a la economía, a la política y a la cultura”, sentenció.
Igualmente exhortó a fieles de Cuautepec a perseverar para cumplir con la misión de convertirse en la “luz del mundo”, algo que se conseguirá al ser siempre buen ejemplo para los hijos en caso de los paterfamilias; a los estudiantes, en caso de ser docentes; en general, Domingo Díaz consideró que el comportamiento que favorece a la sociedad es lo que eventualmente logrará dicha meta, así como la permanente caridad con las personas más necesitadas.
“Hay que ser amigos del señor Jesús. Si hacemos lo que él nos manda como amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a uno mismo, cumplir los mandamientos, podemos ser amigos de Jesús. Así como San Antonio que se esforzó por ser luz del mundo, sal de la tierra, él ganó una hermosa casa, cómoda, con los santos que viven con el Señor Jesús. No hay en el mundo una casa como esta”, concluyó.