/ lunes 19 de febrero de 2024

Jóvenes no conectaron con ceremonia a la Madre Tierra en el Parque Hidalgo

Se bendijeron semillas, candelas y flores

El olor a mirra y ocote, las semillas de cacao, frijol, lenteja, maíz criollo y arroz, las yerbas de perejil y albahaca, los pétalos de rosas, las manzanas y naranjas, dispuestas en dos semicírculos con sus dos puertas, al centro cuatro paliacates: azul (sur), amarillo (oriente), rojo (poniente) y blanco con negro (norte), todo sobre el cemento de un costado del kiosco del parque Hidalgo y sonidos que emitían con caracol, tambor, palo huevo y sonajas, formaron parte de la ceremonia ancestral de bendición de las semillas, candelas y flores de una ceremonia ancestral.

La realizaron entre la mañana y tarde del domingo 18 de febrero los integrantes del Círculo de Abuelos Sabios de la Madre Tierra, informó una de ellas, Isabel Gómez Macotela, quien auguraba antes de iniciar el ritual, que se proponían que los asistentes “conectaran” con los elementos y el universo.

Pasaban de las 11:30 horas cuando el altar y la ofrenda ya habían sido colocadas, algunos elementos acomodados simbolizando tierra, agua, fuego y aire, los organizadores ataviados de blanco e hilados en la ropa de figuras prehispánicas intensificaron el uso de los instrumentos que producían los sonidos, y empezaron dirigiéndose a los cuatro puntos cardinales.

Salvo ellos y sus invitados, ninguna persona conectó con la Madre Tierra para estar hasta las 13:30 que concluyó con las fotos del recuerdo y llevarse partes de la ofrenda a sus casas.

El que vende las “congeladas” de origen colombiano tardó en reaccionar que la campana de su triciclo distraía el centro ceremonial energético; los ambulantes pasaban suponiendo que los abuelos sabios iban a detenerse para comprarles; hubo una mujer que ofertaba pepitas, se había integrado al círculo y repentinamente giró para que le compraran dos bolsas de semillas.

Tampoco conectaron los integrantes del Instituto Municipal de la Juventud de Pachuca, quienes desde el interior del kiosco colocaron una bocina con música a alto volumen, menos el grupo de ocho adolescentes que llevaban un altavoz e imitaban coreografías de cantantes extranjeros frente al busto de Carlos Ramírez Guerrero.


El olor a mirra y ocote, las semillas de cacao, frijol, lenteja, maíz criollo y arroz, las yerbas de perejil y albahaca, los pétalos de rosas, las manzanas y naranjas, dispuestas en dos semicírculos con sus dos puertas, al centro cuatro paliacates: azul (sur), amarillo (oriente), rojo (poniente) y blanco con negro (norte), todo sobre el cemento de un costado del kiosco del parque Hidalgo y sonidos que emitían con caracol, tambor, palo huevo y sonajas, formaron parte de la ceremonia ancestral de bendición de las semillas, candelas y flores de una ceremonia ancestral.

La realizaron entre la mañana y tarde del domingo 18 de febrero los integrantes del Círculo de Abuelos Sabios de la Madre Tierra, informó una de ellas, Isabel Gómez Macotela, quien auguraba antes de iniciar el ritual, que se proponían que los asistentes “conectaran” con los elementos y el universo.

Pasaban de las 11:30 horas cuando el altar y la ofrenda ya habían sido colocadas, algunos elementos acomodados simbolizando tierra, agua, fuego y aire, los organizadores ataviados de blanco e hilados en la ropa de figuras prehispánicas intensificaron el uso de los instrumentos que producían los sonidos, y empezaron dirigiéndose a los cuatro puntos cardinales.

Salvo ellos y sus invitados, ninguna persona conectó con la Madre Tierra para estar hasta las 13:30 que concluyó con las fotos del recuerdo y llevarse partes de la ofrenda a sus casas.

El que vende las “congeladas” de origen colombiano tardó en reaccionar que la campana de su triciclo distraía el centro ceremonial energético; los ambulantes pasaban suponiendo que los abuelos sabios iban a detenerse para comprarles; hubo una mujer que ofertaba pepitas, se había integrado al círculo y repentinamente giró para que le compraran dos bolsas de semillas.

Tampoco conectaron los integrantes del Instituto Municipal de la Juventud de Pachuca, quienes desde el interior del kiosco colocaron una bocina con música a alto volumen, menos el grupo de ocho adolescentes que llevaban un altavoz e imitaban coreografías de cantantes extranjeros frente al busto de Carlos Ramírez Guerrero.


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