En un rincón del Panteón de Tulancingo encontramos a la familia Ramírez Riveros nacidos en Ciudad de México, quienes se reunieron en estas festividades de Día de Muertos para honrar a Jesús Riveros quien fue padre y esposo, la señora, su esposa María Guadalupe quien vivió en Tulancingo, compartió con nosotros su historia mientras decoraba con flores y música.
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María recuerda cómo conoció a Jesús, quien “la robó” durante una visita a Tulancingo con un amigo. Aunque al principio hubo resistencia por su parte, con el tiempo la relación se transformó y fue aceptado y perdonado en su familia.
A pesar de no ser originario de este lugar, Jesús Riveros que era militar expresó su deseo de ser enterrado en Tulancingo al morir. “Cuando muera entiérrenme en ese pueblo aguamielero donde me amaron siempre”.
Su hijo también se unió a la conversación y explicó que la familia visita la tumba de su padre cada año o cada dos meses. “Cuando papá pidió ser enterrado aquí, buscamos la forma de comprar una capilla en Tulancingo. Nos gusta cambiar la decoración según la festividad y siempre contratamos un trío para celebrarlo”, señala.
“Vivimos en el distrito, pero siempre regresamos a Tulancingo”, comenta María.
La familia Riveros mostró que el recuerdo de Jesús vive en sus corazones, celebran su vida en este lugar que él eligió como su descanso eterno.
Jesús se sintió acogido con el lugar, sus tradiciones, su pulque, con la gente que se caracteriza por su calidez y amabilidad, hace que cualquiera se sienta bienvenido, y convierte a este lugar en un sitio para quedarse por siempre.