En el corazón de Tepeapulco, fue erigido entre 1541 y 1545 un surtidor y caja de agua, una obra hidráulica, anterior, por más de una década, al Acueducto del Padre Tembleque, su mayor contribución fue dotar de agua al municipio y a cerca de una decena de comunidades a su paso; pero con sus lavaderos, esta construcción de hace cerca de 500 años, se convirtió en un lugar en el que las mujeres podían mantener limpias sus ropas, pero sobre todo, en un refugio, en un punto de encuentro, un lugar en el que intercambiaban las cosas alegres, pero también tristes de la vida.
Miguel Ángel Monroy, cronista municipal, indicó que, esta construcción de tipo hidráulica es la más antigua en Hidalgo y al igual que la obra del Padre Tembleque, fue construida por franciscanos y naturales con el objetivo de llevar agua desde los manantiales ubicados en la Hacienda de Alcantarillas hasta el Centro de Tepeapulco, dotando del vital líquido a su paso a localidades como Santa Cruz, Vista Hermosa, Tultengo y San Jerónimo.
Refirió que, la edificación fue creada por la necesidad de suministrar el recurso hídrico a la población ya que, antes de la construcción del Acueducto de Tepeapulco, el agua que se obtenía de los jagüeyes o aljibes no era apta para el consumo, debido a que el vital líquido era contaminado por heces de animales o por el solo hecho de permanecer estancada, causando diversas enfermedades, principalmente gastrointestinales.
Además de esta vital función con la que aún hoy día se dota de agua a comunidades y algunas haciendas, el acueducto cuenta con un surtidor y caja de agua, en el que, principalmente, las mujeres de la época, el siglo 16; podían acudir para lavar su ropa, pues en el entorno de la pileta, fueron construidos 18 lavaderos de roca.
Mientras lavaban, se hablaba de las cosas que acontecían en sus entornos inmediatos, se cantaban o se silbaban canciones.
“Los lavaderos eran un punto de encuentro, como constatan algunas fotografías. Ahí, acontecía la vida de Tepeapulco. Ahí, además de cumplir con los quehaceres del hogar, también se iba a echar chisme, como se dice coloquialmente, entre tallada y tallada no faltaban las risas o hasta las peleas. Algunos hombres iban a asediar a las mujeres ahí”.
Explicó que los lavaderos eran una especie de red social de su tiempo, donde había ocasiones que las charlas subían de tono y se convertían en espacios en el que las mujeres generaban confianza entre sí y se contaban de todo.
Detalló que la caja de agua, además de construirse en respuesta de la imperiosa necesidad de contar con el vital líquido, también fue embellecida con técnicas y estilos europeos, de influencia mudéjar y tequitqui, conceptos sobre los que indicó, el primero tiene que ver con el arte cristiano de influencia musulmana, “mudéjar”, y puesto que significa “tributario”, refirió que, el historiador de arte José Moreno Villa, decidió emplear el término equivalente en náhuatl, que era la palabra tequitqui, para conjuntar el arte vertida en su construcción.
Con este arte, dijo, crearon un conjunto de esculturas que rematan el surtidor, figuras cornamentas, leones en bajo relieve con influencia musulmana y representativos del estado español.
“Los tallados en la caja de agua cuentan una historia: Llegó por agua la fe verdadera y el inmaculado dios, era emperador de España, el tlatoani Carlos V y arquibisorey don Antonio de Mendoza, aquí en Tepeapulco, era gobernador don Diego Velasquez y dispusieron las tres aguas, su comunidad para la gente de Tepeapulco y el cultivo de tierras patrimoniales”.
Por último, mencionó que, a pesar de esas referencias españolas, los naturales la nombraron “La diosa del agua”, además de que esta obra hidráulica sirvió de inspiración para que el fraile franciscano Francisco de Tembleque construyera el acueducto que lleva su nombre.