Las mariposas de diferentes especies, forman parte importante del entorno ecológico de la Sierra Otomí-Tepehua, ya que además favorecen el desarrollo de plantas y la abundante vegetación que existe en esa región por la polinización.
Sin embargo, así como otras especies, estos lepidópteros se encuentran en peligro de extinción, de acuerdo con estudios realizados por estudiantes de la Universidad de Chapingo, lo que pudiera representar un desequilibrio en el medio ambiente, ya que se interrumpe la cadena trófica.
Basan lo anterior en algunos factores como el uso de pesticidas, la expansión urbana y el desarrollo de los campos ha ocasionado una disminución de las plantas asclepia o algodoncillo donde reproducen nuevas generaciones.
Por su parte, la investigadora y docente, Sonia Gimate, originaria de San Bartolo Tutotepec, indicó que de las aproximadamente dos mil especies de mariposas diurnas y 35 mil nocturnas en la región cafetalera de Hidalgo, habita el 65 por ciento de estas.
En cualquier época del año, aún con climas gélidos, en montes y caminos reales, es muy común, encontrarse con mariposas que revolotean en las plantas en floración.
Gimate, incluso en partes abruptas de las regiones de Huehuetla y San Bartolo Tutotepec, se pueden encontrar algunas de estas especies, marcadas con el número 88, con una perfecta simetría.
Aunque esta mariposa es muy difícil verla en nuestros días.
Las mariposas, pueden vivir en casi cualquier lugar del planeta, aunque prefieren las regiones cálidas como las de la serranía hidalguense.
Las mariposas, presentan una serie de cambios de aspecto a lo largo de sus cortas vidas.
Este fenómeno se llama metamorfosis y en el caso de estos insectos, se da de manera completa.
Después de la fecundación, la hembra busca la planta específica con la que se alimentan sus larvas y deposita en ella los huevecillos.
Pasado un tiempo, nace la oruga, que muda de piel entre ocho y cinco veces.
A estos cambios se les llama estados larvarios.
Durante la etapa larval, la mariposa se alimenta ávidamente, ya que posteriormente entrará a vida latente.
Una vez que busca un lugar adecuado, se fija por medio de seda y permanece casi inmóvil, hasta que se le desprende la última piel larval y forma la crisálida.
Esta última capa, está formada por una membrana gruesa de quitina para protegerla durante su periodo de latencia, que puede durar de 10 días, hasta más de un año.
Durante este lapso, en su interior, las estructuras características de la mariposa adulta se empiezan a formar. Cuando todos sus órganos han madurado y existen condiciones ambientales, la mariposa secreta un fluido que suaviza la cubierta quitinosa y emerge con las alas húmedas, frágiles y retraídas.
En los minutos posteriores, otro fluido llamada hemolinfa, que infla las venas alares y éstas se empiezan a desarrollar definitivamente.
Si un obstáculo impide el libre desenvolvimiento de las alas, éstas se quedarán mal formadas y según la gravedad del caso, el insecto volará defectuosamente o se verá impedido de hacerlo.
El ciclo de vida de las mariposas es relativamente corto y el proceso de desarrollo muy laborioso.
Quizá por ello, estas especies sean tan apreciadas y tantas historias y leyendas a su alrededor.