El municipio de Tulancingo, como muchos otros, ha pasado por diversas adversidades en materia sanitaria, como lo fue la llegada de las epidemias matlazáhuatl, cólera y la gripe española, las cuales cobraron la vida de miles de tulancinguenses.
Sin duda alguna se tiene registro de más enfermedades que atacaron a la población del valle de Tulancingo sin embargo, matlazáhuatl, cólera y la gripe española lideraban los índices de mortalidad.
En 1737, durante el Virreinato de la Nueva España, se dio un brote mortífero que atacó a españoles e indígenas y de acuerdo con América Molina en su libro La Nueva España y el matlazáhuatl 1736-1739, Tulancingo fue una de las demarcaciones más afectadas por esta peste pues cobró la vida de 2 mil 377 personas.
De acuerdo con el maestro en Historia, Christian Eliel Pérez Hernández, los primeros síntomas eran dolor de cabeza, gripe y fatiga, a los que le seguían un ensanchamiento de hígado, corazón y pulmones, posteriormente aparecían manchas negras y moradas en todo el cuerpo y la fase final, eran sangrados nasales y de oídos.
Para 1824 Tulancingo, que formaba parte del Estado de México, empezó a reportar brotes de cólera y tifus los cuales invadieron al municipio por varios años; más de 3 mil personas perdieron la vida.
Para 1849 aproximadamente, la Jurisdicción Sanitaria emitió una serie de recomendaciones a seguir para evitar la propagación de la peste y además, un médico de la época compartió una receta eficaz contra el cólera la cual constaba de 12 ingredientes, entre ellos la manzanilla, el hinojo, aceite de almendras y ácido cítrico concentrado; estos documentos pueden consultarse en el Archivo Municipal de Tulancingo.
Otra de las epidemias que llegaron a la región fue la influenza española en 1918, la cual causó grandes estragos en la población de la época sobre todo en la clase trabajadora pues no podían costear medicamentos.
De acuerdo con el Instituto de Investigaciones de la UNAM, nivel estatal la gripe española comenzó a atacar a los trabajadores de las minas hidalguenses por lo que autoridades las clausuraron para evitar un propagamiento mayor.
En 1919, el ayuntamiento de Tulancingo volvió a compartir recomendaciones para los ferrocarrileros para que no contrajeran la gripe, pues en la época era el motor comercial y económico de la ciudad.
“Era terrorífico ver carros llenos de cadáveres que después quedaban insepultos en el panteón dándose el caso de que se llevaban hombres agonizantes que regresaban del cementerio a sembrar el terror y el pánico hasta originar por fuertes impresiones, muertes entre sus compañeros”, se lee en la obra del tulancinguense Roberto Ocadiz Tulancingo y sus alrededores, de 1940.