Después del shock emocional de saber que su hija había nacido con Síndrome de Down tuvo que enfrentarse a los problemas de salud de su condición, un proceso difícil que logró entender y aceptar con el paso del tiempo.
Liliana Pasquel Pacheco, es madre de Lili, una adolescente de 17 años que nació con Síndrome de Down, tuvo un embarazo de alto riesgo, con constantes amenazas de aborto y en los últimos meses de gestación estuvo en cama prácticamente sin hacer ningún tipo de movimiento.
A partir del sexto mes de gestación, los médicos se percataron que su bebé no estaba creciendo dentro del vientre, lo que mereció que le realizarán un estudio de flujo en donde detectaron que era una niña muy pequeña, pero asimétrica con un problema de duodeno, que no permitía su desarrollo.
Lili nació a los ocho meses de manera prematura, por lo que tuvo que permanecer en la incubadora, “ahí fue un shock emocional, muy fuerte, porque no creía tener una hija con discapacidad, aparte del proceso de embarazo tan complicado y el darme la noticia, para mí fue mortal, toda esa noche me la pase llorando”.
Al cuarto día de su nacimiento fue trasladada al Hospital General La Raza en donde estuvo en terapia intensiva, tras 20 días hospitalizada fue operada del intestino, también presentó problemas del corazón y fue operada de una hernia.
A pesar de los problemas de salud que enfrentó en sus primeros meses de vida, logró desafiarla, crecer en un núcleo familiar en donde es amada, madurar y socializar.
Gracias a la dedicación de su madre, a los tres años de edad empezó a caminar y al año aprendió a ir al baño, lo que le abrió camino para comenzar con su formación académica, en la primaria participó en el coro, también fue portera del equipo de fútbol incluso en segundo año, ya sabía leer y escribir.
Para su madre, tener a Lili ha sido un aprendizaje constante, aunque, es una realidad que ha sido un proceso difícil, “porqué si no logras entender que tienes un hijo con discapacidad, no podrías ayudarlo a salir adelante”,
“Me costó mucho trabajo, me costaron muchas lágrimas y siempre me cuestionaba ¿Por qué a mí? pero quién me ayudó a aceptar el proceso fue la ginecóloga que me atendió, al darme la lección y decirme que yo fui quién me aferré a ella”.
“Nunca me he avergonzado por tener una hija con discapacidad, no concibo la vida sin ella, tampoco mi familia. Lili tiene un ángel porque donde quiera que vamos todo mundo la quiere, porque es muy sociable, alegre y normalmente nunca se enoja”, dice.
Actualmente cursa el tercer año de secundaria, escuchar música y bailar es su máximo, es carnavalera de corazón, es independiente, es carismática y a ella nada la detiene a pesar de enfrentarse a situaciones de discriminación.