En el Valle del Mezquital existe la costumbre de que deben ser enterrados en sus lugares de origen, por ello cuando un integrante de la comunidad o pueblo, fallece fuera de su casa, la familia hace todo lo posible por traer el cuerpo para brindarle sepultura en el panteón comunitario.
Por ello los migrantes que radican en los Estados Unidos, en caso de que fallezcan en el país del Norte, sus amigos y familiares, realizan kermés, o ventas comunitarias, para recaudar fondos y poder repatriar los cuerpos.
En el caso de Paulina Simón, originaria de La Flor, municipio de San Salvador, quien falleció en California, Estados Unidos, ella como muchos tuvo que emigrar para poder ofrecer a su familia una mejor calidad de vida.
Sus familiares pasaron muchos retos para poder repatriar el cuerpo, ya que los trámites burocráticos fueron copiosos en ambos lados de la frontera Norte, lo que ocasionó que el costo por repatriar el cuerpo fuera elevado.
Esta situación afectó económicamente, así como emocionalmente a las familias, ya que tuvieron que trasladarse fuera de su comunidad para poder realizar los trámites burocráticos necesarios, y así poder repatriar el cuerpo de su familiar.
El cortejo fúnebre del migrante fallecido comienza con los rezos en la casa del finado, después cuando llega a su comunidad las campanas de la iglesia repican para anunciar su arribo.
Posteriormente la familia carga en hombros a su ser querido con rumbo al panteón, donde será su última morada, algunas veces llevan música de banda, o mariachi, depende de los gustos de la persona que pasó a mejor vida.
En algunos casos los migrantes se les reserva un lugar en el panteón cuando participaron con sus faenas y cooperaciones, sin embargo cuando no cumplieron con sus obligaciones comunitarias, se les cobran multas o se les niegan el derecho a un lugar en el Campo Santo.