En el marco de la Vigilia Pascual, y con la participación de todos los sacerdotes de la Arquidiócesis, Monseñor Don Domingo Díaz Martínez, celebró la Misa Crismal en una pletórica Catedral Metropolitana de Tulancingo.
Durante la homilía se consagró el Santo Crisma y se bendijeron los óleos (aceites) de los catecúmenos y de los enfermos.
El jerarca, renovó las promesas de los más de 150 integrantes del presbiterio diocesano, es decir, su consagración y dedicación a Cristo y a la Iglesia, quienes manifestaron ser fieles a la Iglesia Católica, pero además a enseñar la doctrina.
Don Domingo Díaz resaltó la importancia del óleo de los enfermos, que, como cita la carta de Santiago son el remedio de la enfermedad.
Con el Santo Crisma consagrado por el Arzobispo, se ungieron a los recién bautizados; los confirmados son sellados, y se ungen las manos de lis presbítero, la cabeza de los obispos y las iglesias y los altares.
Y con el óleo de los enfermos, éstos reciben alivio en su debilidad.
Debido a la grandeza litúrgica pastoral para esta misa, se reúnen los sacerdotes y manifiestan la unidad perpetuada en la Iglesia.
Crisma y sacerdocio se unen en esta celebración que hace presente de modo más expresiva el misterio de la iglesia.
Esta homilía, el Arzobispo concelebra con su presbiterio, conceda el Santo crisma y bendice los demás óleos, es una manifestación de la comunión que existe entre el arzobispo y los presbíteros en el único es mismo sacerdocio ministerio de Cristo.