Este viernes 10 de febrero se conmemora en la iglesia católica el día de San José Sánchez del Río, también llamado “Joselito”, uno de los mártires mexicanos y que es el patrono de los monaguillos así como de los estudiantes del primer año de Teología en el Seminario de Tulancingo, por lo que el arzobispo de la Arquidiócesis, Domingo Díaz Martínez, emitió un mensaje de felicitación y recordó la fortaleza de este personaje histórico dentro de fe cristiana.
A través de un video, Monseñor explicó en una metáfora que así como los árboles fortalecen sus raíces, los monaguillos y seminaristas deben “fortalecerse” al momento de ofrecer su servicio, “para que se mantengan contentos, alegres, serviciales y dispuestos.” Mencionó que el ejemplo ante esto lo impuso “Joselito”, quien en el pasado enseñó a través de sus actos “qué raíces debemos cultivar”:
“Las cultivó Joselito para llegar a ser mártir, estaba muy fuerte en la raíz de la fe, la esperanza y la caridad. Ustedes cultiven esas raíces siempre que estén cerca de Cristo Sacramentado. Recuerden con cariño e imiten con entrega a Joselito Sánchez del Río”, dijo Díaz Martínez, seguido de palabras de felicitación y aliento por parte de sacerdotes y seminaristas de la Arquidiócesis dirigida a los monaguillos.
José Sánchez del Río, canonizado santo por el Papa Francisco el 16 de octubre de 2016, nació el 28 de marzo de 1913 en la ciudad de Sahuayo, Michoacán. Tenía apenas 13 años cuando en México arrancó la Guerra Cristera, periodo en que el gobierno suspendió el culto público. Movido por su fe, se integró a las filas de las fuerzas cristeras a esa misma edad pese a que tanto su madre como el mismo general estuvieron en contra, sin embargo, los convenció con la frase “nunca ha sido tan fácil ganarse el cielo como ahora”.
En batalla, fue hecho prisionero con tan solo 14 años de edad, desde donde escribió una emotiva carta para su madre en donde le anticipa que “creo que en los momentos actuales voy a morir, pero no importa, mamá. Resignate a la voluntad de Dios. No te preocupes por mi muerte, que es lo que me mortifica; antes diles a mis hermanos que sigan el ejemplo que les dejó su hermano el más chico. Y tú haz la voluntad de Dios, ten valor y mándame la bendición juntamente con la de mi padre. Saluda a todos por última vez. Y tú, recibe el corazón de tu hijo, que tanto te quiere y, verte, antes de morir, deseaba.”
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Un viernes 10 de febrero, previo a su fusilamiento, le desollaron las plantas de los pies y lo obligaron a caminar una larga senda hasta la entrada del panteón municipal; mientras lo torturaban, arengaba a Cristo Rey y a la Virgen de Guadalupe. Tras colgarlo, lo asesinaron con un tiro en la sien y se dice que antes de que le dispararan, le preguntaron qué quería que le dijeran a sus padres. Él respondió: “Que viva Cristo Rey y que en el cielo nos veremos.”