Pachuca, Hidalgo.- Mientras los narcocorridos “enaltecen a los delincuentes”, en opinión del hidalguense Octavio Echavarri, experto a nivel nacional en jazz; para el comunicólogo por la Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo (UAEH), Julio Romano, la gente se identifica con esa música porque sus letras reflejan lo que viven a diario en su entorno o lo padecen.
Los especialistas en sus respectivos campos, fueron entrevistados por separado sobre la influencia que tienen en los diversos sectores de la población los géneros musicales de narcocorridos, corridos tumbados, rap o el reggaetón, y si estos pueden ser transgresores o en esa categoría se les debe considerar.
Música para una sociedad ligera
Octavio Echavarri, quien ha sido locutor en varias estaciones de cobertura nacional y colaborador en revistas y diarios, comentó que “la sociedad se ha vuelto tan ligera, la gente está tan mediatizada, que con el neoliberalismo lo que marca la pauta es el dinero, entonces es como tener dinero a costa de lo que sea y los narcocorridos hacen apología a eso: las ‘trocas’, el dinero y todo lo que puedes obtener gracias a las drogas”.
Le entristece que ese parte de la población que las escucha, no tenga un “mínimo interés” por buscar otras opciones dentro del espectro musical que también los pueden hacer bailar, servir para la fiesta, sin hacer un ensalzamiento a la violencia, como no lo hacen el género de protesta o el punk, que sus contenidos evocan a acabar con “los estándares musicales, sociales y diferencia de clases”.
La gente con pocas esperanzas de mejorar su nivel de vida, toman como referencia esos estilos de canciones como las historias que las inspiran o sus personajes que forman parte de las letras, “voy a querer ser como ellos, a escuchar las canciones que me hablan de él y de la gente como él”.
Toda la música que causa polémica es transgresora, “pero yo creo que está música transgresora (narcorridos) no tendrían que bailarla en el Día de las Madres o en fiestas infantiles o primarias”.
Si a los infantes no les permiten ver contenidos audiovisuales de corte pornográfico, debería ocurrir lo mismo con esos géneros que alientan o hacen apología de la violencia, opinó.
Una expresión de rebelión
Estudioso de las manifestaciones culturales populares y de masas, Julio Romano, también maestro en Literatura Mexicana (Universidad Veracruzana) y doctorado en Letras (UNAM), refirió que los narcocorridos “no surgen de la nada”, sus antecedentes se ubican en la Revolución Mexicana y antes en Arabia, España y Europa, que “relataban hazañas de las figuras de la lucha, que se oponen a un gobierno”.
Tenían contenido violento o que lo exaltaban, lo que la diferencia con los actuales géneros mencionados es que “tenemos una perspectiva histórica”.
Ahora hay toda una narcocultura como las narconovelas, “ya no es sólo la música”.
La razón de que tenga una “recepción favorable” por la audiencia puede ser probablemente por dos cosas: se identifican con las figuras heroicas, míticas o aspiran a ser como lo que representan; o que son alguien que se rebela contra una institución o los gobiernos y muy probablemente es una forma de estar de acuerdo por ser exhibidos como corruptos o incapaz de resolver los problema sociales, argumentó.
No dejó de lado que su “éxito” obedezca a satisfacer una necesidad de consumo a través de cine, música o series televisivas.
En su caso, el reggeatón exalta el corte sexual y el rap las drogas, el asesinato y suicidio.
A diferencia de Octavio Echavarri, para Julio Romano estos géneros musicales no los etiqueta como transgresores sino los encasillo en “arte de resistencia”, que serían entendidos como “algo que se opone, o es una alternativa a lo que desde la hegemonía social suele aceptar como una manifestación cultural”.