El Covid-19 rompió con una de las tradiciones más arraigadas de los mexicanos: el culto a la Virgen de Guadalupe. La Basílica Menor, popularmente llamada La Villita, años antes atiborrada, ayer estaba prácticamente vacía.
Puede hasta considerarse que fue un día normal, pues también se dispuso de la toma de temperatura y limpieza con gel antibacterial. Así, más que las peregrinaciones, los cohetones dieron mayor cuenta de los festejos guadalupanos.
A diferencia de otros años, este 2020 la Basílica Menor de Pachuca, estuvo prácticamente vacía, y no fue sino hasta la tarde, que más en familia que peregrinos acudieron a rendir culto a la Virgen de Guadalupe.
Tampoco hubo música, ni romería que en otros años caracterizaron al día de la Guadalupana. Esta vez muy diferente a causa de la pandemia del Covid-19 que desde marzo ha afectado el ánimo y la salud no solo de los hidalguenses, sino a nivel mundial.
Tal como lo sugirieron las autoridades eclesiásticas, estatales y municipales los festejos se dieron más al interior de los hogares, que en los templos donde, si bien se celebraron más misas que lo habitual en cualquier sábado, apenas pudieron reunir el aforo de 20 por ciento, alrededor de 160 personas, pues el recinto tiene un cupo de 760 personas sentadas.
Se extrañó la música, la algarabía, el que los peregrinos aprovecharan la mercadería y los alimentos que tradicionalmente se ofrece en los puestos ambulantes, la venta de imágenes y artesanías. Esta vez el Covid-19 puso pausa a la tradición, al fervor de los mexicanos. También al festejo de tantas Lupitas para las que ahora ni siquiera hubo serenatas. Sólo retumbaron en la tarde y noche cohetones que dieron cuenta de la celebración.