Conocer la gastronomía de un lugar es una de las cosas que más se disfrutan al viajar, sin embargo, debido a los cambios de residencia de la población, tenemos la oportunidad de saborear esos platillos típicos sin salir de la ciudad.
Por ello, los hidalguenses han podido degustar la auténtica birria jalisciense, elaborada por Don Maximiliano Flores López: “Gracias a Dios tengo clientes desde que empecé, han venido políticos, maestros, secretarios, gente de seguridad y jugadores del Pachuca”, recordó.
El ambiente y sabor que se vive en el local del mercado de la colonia Aquiles Serdán es peculiar y completamente familiar; desde que se ingresa al recinto se puede notar el aroma de la carne de res, del chile y del caldo, que en conjunto, hacen voltear hasta el más ocupado.
“Con ilusiones y con muchas ganas de trabajar, desde agosto del 2012 llegamos a aquí”, contó el dueño, quien gracias a su sazón, ha podido formar una vida en la ciudad de Pachuca y quien ofrece sus alimentos desde hace casi 11 años.
En ese sentido, Don Max, como le dice su clientela, recalcó que lo más importante de su negocio es el continuo llenado de consomé: “Se les da el que quieran”, recalcó, mientras servía un plato.
“La verdad, es la mejor que he probado por el rumbo y desde que conocí el lugar, venimos y lo recomendamos”, contó un comensal quien le daba un sorbo a su consomé y con la otra mano, sostenía su taco.
De igual modo, el jalisciense de nacimiento, refirió que trabaja todos los días, excepto Navidad y Año Nuevo: “De 7 de la mañana hasta 4:30 de la tarde ofrecemos la clásica birria, tacos, quesadillas, burritos, tortas y volcanes”, enlistó, mientras una de sus clientas asentía con la cabeza.
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Detalló que el platillo más vendido en ‘El Tapatío’, es el plato grande de consomé con birria incluida, el cual tiene un costo de 140 pesos: “También se vende bien por taco…, cuidamos que el caldo tenga buen color, que su preparación sea la correcta, lleva tomate, guajillo, le ponemos pasilla, salsa y cebolla, y se cuida que hierva a fuego lento para que no salga mal cocido”, explicó.
A pesar de tener dos personas que le ayudan, Don Max, un hombre de 63 años de edad, es quien prepara los alimentos y quien pregunta desde su fogón si algo falta: “¿Qué más le ofrezco, más caldito, sí le gustó?”, son sus cuestionamientos.