Gracias a la creatividad de Fray Juan de Padilla, uno de los frailes franciscanos que llegaron desde el Viejo Continente a la región de Tulancingo, es que surgieron en el siglo XVI las obras teatrales que explican el nacimiento de Jesucristo, puesta en escena que se conoce popularmente como pastorelas.
Y es que pese a que hoy en día gozan de gran popularidad y es casi obligado mirar al menos una en la época decembrina, durante el albor de la civilización mestiza, las pastorelas fueron un instrumento para evangelizar a los pueblos originarios de América, según cuenta el sacerdote historiador de la Arquidiócesis de Tulancingo, José Natalio Ortega, también párroco de Real del Monte.
“Proveniente de Andalucía, llegó con la segunda ronda de frailes que arribaron a la entonces Nueva España. De esos quedaron solo dos y a Juan de Padilla lo mandaron a Tulancingo. Aquí recorrió los pueblos y su vocación era tal que a pie iba hasta Michoacán para supervisar conventos”, cuenta Ortega sobre el fraile.
Fue así que el también llamado “Gran Evangelizador” aprendió las lenguas originarias de la zona, principalmente náhuatl, idioma con el cual alentaba a los indígenas para formar parte de dichas representaciones y con el cual promovió en un inicio la idea del catolicismo, religión que “se resistió” en un inicio.
“Los originarios veían mínimo que una sola persona (Jesucristo) se haya sacrificado por toda la humanidad, cuando en esta parte del mundo los sacrificios eran algo común”, abundó.
Sin embargo, fuentes literarias indican que fue en 1530 bajo autorización del obispo de la Nueva España, Fray Juan Zumárraga, cuando se escribió la primera pastorela en náhuatl, una adaptación cómoda y atractiva para los pueblos indígenas. La puesta en escena fue escrita por el franciscano Andrés de Olmos, a la cual llamó “La Adoración de los Magos”. Su éxito se debió además del lenguaje, a que se musicalizaba con canciones y danzas que resultaron vistosas para los nativos.