José Pedro Ramírez con 49 años en el oficio de hacer figuras de vidrio, dice que la imaginación y lo que ve en su cotidianidad, es lo que lo lleva a replicar en su trabajo como artesano.
Con soplete en mano, y con la técnica que aprendió de su familia, añade, “quiero que estas artesanías decorativas, perduren en los hogares, desde una mesa de centro, paredes, incluso hago dijes y pulseras”
Originario de Valle de Chalco, el entrevistado, puede tardarse 15 minutos en elaborar, un colibrí o mariposa, y unas 10 horas en un barco, finamente detallado. No deja de trabajar mientras narra parte de su historia, su pasión por el vidrio. Toma una barra de ese material, tan frágil y con el calor de su soplete le va dando forma.
“Sí hay riesgos, unas quemadas de aquellas, pero la verdad es que, con la práctica de tantos años, ya son menos. Uno aprende de los errores”
De repente, lo estira como si fuera un “chicle” o una “liga”, las altas temperaturas le permiten eso para luego moldearlo con los puros movimientos de las manos. En su trabajo, no hay moldes. Todo está en la creatividad. Y el resultado es por demás, excepcional.
Al también llamado “vidrio estirado” le pone colores, incluso, si se trata de hacer un San Judas Tadeo, le pone el dorado en el pecho y en el bastón, al igual que el verde en su ropaje; mientras que a los dragones que hace, igual de vidrio, los pone café o negros.
Ya perdió la cuenta, comenta Don Pedro, pero llega a hacer hasta 500 diseños diferentes, incluyendo rosas, barcos, figuras religiosas como cristos, elefantes, leones, y tigres, serpientes, aves de todo tipo como pájaros, cisnes, entre otros, motos y autos y hasta mariachis e instrumentos musicales. Carruseles que pueden moverse. Todo es vidrio. Todo.
En cualquier feria no falta este distintivo puesto donde se elaboran con arte y minuciosidad las figuras de todos los tamaños. Sí, son frágiles, que hay que tomar con cuidado, y transportarlo de igual forma.
“Las figuras las vendemos muy baratas, para lo que representa como artesanía”, reconoce el entrevistado.
Agrega: “Quiero que mi familia siga con la tradición de esto que sin duda se ha ido perdiendo ya quedamos pocos, pero vamos enseñando a las nuevas generaciones”
Hay piezas desde los 25 pesos hasta los 3 mil según sea el tamaño, la forma y el material y tiempo invertido.
Es una tradición que perdura, que se resiste a morir, es la elaboración con la técnica de vidrio soplado y estirado, de figuras finamente detalladas y sin molde. Es todo un trabajo arduo y de riesgos. Ya poco se ven en las fiestas de la región Tulancingo.