/ viernes 23 de diciembre de 2022

Piñatas: de instrumento evangelizador a infaltable en Posadas

Desde la Antigüedad mesoamericana ya se contaba con elementos similares que se ofrecían a los dioses

Avanza diciembre y con él la presencia de tradiciones encarnadas dentro de la cosmovisión nacional. Una de las más representativas de la temporada son sin duda las Posadas, fiestas diarias que se celebran en nueve noches (una por cada mes de gestación de María, la madre de Jesús) y que partieron de ser un ritual religioso que recordaba la travesía de José y María buscando asilo para el nacimiento de Cristo; hasta convertirse en festejos que ameritan la unión vecinal, familiar o amistosa que sientan el pretexto idóneo para congregarse previo a Navidad.

Tal es su peso cultural que ya cualquier reunión con aires festivos que se celebre en diciembre retoma este nombre, aunque se ignoren por completo los principios religiosos o partes del ritual tradicional. Y es que además de los cánticos, velas y alimentos, uno de los elementos más representativos y que deleitan tanto a infantes como a personas adultas, son las piñatas. Hechas con papel maché, china, cartón y en algunos lados todavía de olla de barro recubierta con papeles de colores, las piñatas lograron traspasar la barrera de exclusividad decembrina para sentarse en casi todos los eventos célebres en México.

Sin embargo, poco se sabe dentro del colectivo mexicano a propósito de su origen y evolución hasta convertirse en lo que todos y todas conocemos hoy. Aunque hay distintas versiones, hay evidencias de que dicha costumbre tiene su origen en culturas mesoamericanas que se instalaron en estos territorios, como la maya y mexica. Los primeros tenían la tradición de romper recipientes de barro repletos de cacao para ofrecerlas a los dioses; por otro lado, en Tenochtitlan, se decoraban ollas de barro con plumas y listones para después rellenarlas con joyas, alhajas y tesoros. Durante las fiestas en honor a Huitzilopochtli, principal patrono de los aztecas, se rompían para dárselas en ofrenda.

Como casi todos los ritos religiosos de la prehistoria mexicana, fueron retomadas por los españoles en el siglo XVI como instrumento de evangelización. Frailes que adoctrinaron a indígenas a lo largo de la ya nombrada Nueva España comenzaron a utilizar este símbolo durante las "misas de aguinaldo" (que más tarde se llamarían posadas), que se celebraban días antes de la llegada de la Navidad. Los primeros sitios de donde se tiene registro del uso de las piñatas como actualmente es en Acolman de Nezahualcóyotl, en el Estado de México, lugar donde precisamente avanzaría rápido la evangelización gracias a otras prácticas de gran éxito como el tradicional "Viacrucis" que se instauró en la zona donde hoy en día es Iztapalapa.

No obstante, los españoles no desconocían del todo este tipo de práctica: según contó el mítico explorador veneciano Marco Polo, en China también se tenía una tradición similar. Como parte del Año Nuevo en el país asiático, se rompían vasijas con forma de animales; luego la tradición se desplazó a Italia, donde impactó en la nación vecina de España. Al llegar al continente americano, dichas costumbres se mezclaron con las oriundas de mexicas y mayas, usadas por supuesto a beneficio de la evangelización católica.

Con el paso del tiempo, la forma de las piñatas ha cambiado, así como los materiales de su elaboración. Pasaron de ser figuras de animales (que igual son populares en Sudamérica y que incluso los incas en Perú también usaban en algunos rituales) a Avanza diciembre y con él la presencia de tradiciones encarnadas dentro de la cosmovisión nacional. Una de las más representativas de la temporada son sin duda las Posadas, fiestas diarias que se celebran en nueve noches (una por cada mes de gestación de María, la madre de Jesús) y que partieron de ser un ritual religioso que recordaba la travesía de José y María buscando asilo para el nacimiento de Cristo; hasta convertirse en festejos que ameritan la unión vecinal, familiar o amistosa que sientan el pretexto idóneo para congregarse previo a Navidad.

Tal es su peso cultural que ya cualquier reunión con aires festivos que se celebre en diciembre retoma este nombre, aunque se ignoren por completo los principios religiosos o partes del ritual tradicional. Y es que además de los cánticos, velas y alimentos, uno de los elementos más representativos y que deleitan tanto a infantes como a personas adultas, son las piñatas. Hechas con papel maché, china, cartón y en algunos lados todavía de olla de barro recubierta con papeles de colores, las piñatas lograron traspasar la barrera de exclusividad decembrina para sentarse en casi todos los eventos célebres en México.

Sin embargo, poco se sabe dentro del colectivo mexicano a propósito de su origen y evolución hasta convertirse en lo que todos y todas conocemos hoy. Aunque hay distintas versiones, hay evidencias de que dicha costumbre tiene su origen en culturas mesoamericanas que se instalaron en estos territorios, como la maya y mexica. Los primeros tenían la tradición de romper recipientes de barro repletos de cacao para ofrecerlas a los dioses; por otro lado, en Tenochtitlan, se decoraban ollas de barro con plumas y listones para después rellenarlas con joyas, alhajas y tesoros. Durante las fiestas en honor a Huitzilopochtli, principal patrono de los aztecas, se rompían para dárselas en ofrenda.

Como casi todos los ritos religiosos de la prehistoria mexicana, fueron retomadas por los españoles en el siglo XVI como instrumento de evangelización. Frailes que adoctrinaron a indígenas a lo largo de la ya nombrada Nueva España comenzaron a utilizar este símbolo durante las "misas de aguinaldo" (que más tarde se llamarían posadas), que se celebraban días antes de la llegada de la Navidad. Los primeros sitios de donde se tiene registro del uso de las piñatas como actualmente es en Acolman de Nezahualcóyotl, en el Estado de México, lugar donde precisamente avanzaría rápido la evangelización gracias a otras prácticas de gran éxito como el tradicional "Viacrucis" que se instauró en la zona donde hoy en día es Iztapalapa.

No obstante, los españoles no desconocían del todo este tipo de práctica: según contó el mítico explorador veneciano Marco Polo, en China también se tenía una tradición similar. Como parte del Año Nuevo en el país asiático, se rompían vasijas con forma de animales; luego la tradición se desplazó a Italia, donde impactó en la nación vecina de España. Al llegar al continente americano, dichas costumbres se mezclaron con las oriundas de mexicas y mayas, usadas por supuesto a beneficio de la evangelización católica.

Con el paso del tiempo, la forma de las piñatas ha cambiado, así como los materiales de su elaboración. Pasaron de ser figuras de animales (que igual son populares en Sudamérica y que incluso los incas en Perú también usaban en algunos rituales) a

Avanza diciembre y con él la presencia de tradiciones encarnadas dentro de la cosmovisión nacional. Una de las más representativas de la temporada son sin duda las Posadas, fiestas diarias que se celebran en nueve noches (una por cada mes de gestación de María, la madre de Jesús) y que partieron de ser un ritual religioso que recordaba la travesía de José y María buscando asilo para el nacimiento de Cristo; hasta convertirse en festejos que ameritan la unión vecinal, familiar o amistosa que sientan el pretexto idóneo para congregarse previo a Navidad.

Tal es su peso cultural que ya cualquier reunión con aires festivos que se celebre en diciembre retoma este nombre, aunque se ignoren por completo los principios religiosos o partes del ritual tradicional. Y es que además de los cánticos, velas y alimentos, uno de los elementos más representativos y que deleitan tanto a infantes como a personas adultas, son las piñatas. Hechas con papel maché, china, cartón y en algunos lados todavía de olla de barro recubierta con papeles de colores, las piñatas lograron traspasar la barrera de exclusividad decembrina para sentarse en casi todos los eventos célebres en México.

Sin embargo, poco se sabe dentro del colectivo mexicano a propósito de su origen y evolución hasta convertirse en lo que todos y todas conocemos hoy. Aunque hay distintas versiones, hay evidencias de que dicha costumbre tiene su origen en culturas mesoamericanas que se instalaron en estos territorios, como la maya y mexica. Los primeros tenían la tradición de romper recipientes de barro repletos de cacao para ofrecerlas a los dioses; por otro lado, en Tenochtitlan, se decoraban ollas de barro con plumas y listones para después rellenarlas con joyas, alhajas y tesoros. Durante las fiestas en honor a Huitzilopochtli, principal patrono de los aztecas, se rompían para dárselas en ofrenda.

Como casi todos los ritos religiosos de la prehistoria mexicana, fueron retomadas por los españoles en el siglo XVI como instrumento de evangelización. Frailes que adoctrinaron a indígenas a lo largo de la ya nombrada Nueva España comenzaron a utilizar este símbolo durante las "misas de aguinaldo" (que más tarde se llamarían posadas), que se celebraban días antes de la llegada de la Navidad. Los primeros sitios de donde se tiene registro del uso de las piñatas como actualmente es en Acolman de Nezahualcóyotl, en el Estado de México, lugar donde precisamente avanzaría rápido la evangelización gracias a otras prácticas de gran éxito como el tradicional "Viacrucis" que se instauró en la zona donde hoy en día es Iztapalapa.

No obstante, los españoles no desconocían del todo este tipo de práctica: según contó el mítico explorador veneciano Marco Polo, en China también se tenía una tradición similar. Como parte del Año Nuevo en el país asiático, se rompían vasijas con forma de animales; luego la tradición se desplazó a Italia, donde impactó en la nación vecina de España. Al llegar al continente americano, dichas costumbres se mezclaron con las oriundas de mexicas y mayas, usadas por supuesto a beneficio de la evangelización católica.

Con el paso del tiempo, la forma de las piñatas ha cambiado, así como los materiales de su elaboración. Pasaron de ser figuras de animales (que igual son populares en Sudamérica y que incluso los incas en Perú también usaban en algunos rituales) a Avanza diciembre y con él la presencia de tradiciones encarnadas dentro de la cosmovisión nacional. Una de las más representativas de la temporada son sin duda las Posadas, fiestas diarias que se celebran en nueve noches (una por cada mes de gestación de María, la madre de Jesús) y que partieron de ser un ritual religioso que recordaba la travesía de José y María buscando asilo para el nacimiento de Cristo; hasta convertirse en festejos que ameritan la unión vecinal, familiar o amistosa que sientan el pretexto idóneo para congregarse previo a Navidad.

Tal es su peso cultural que ya cualquier reunión con aires festivos que se celebre en diciembre retoma este nombre, aunque se ignoren por completo los principios religiosos o partes del ritual tradicional. Y es que además de los cánticos, velas y alimentos, uno de los elementos más representativos y que deleitan tanto a infantes como a personas adultas, son las piñatas. Hechas con papel maché, china, cartón y en algunos lados todavía de olla de barro recubierta con papeles de colores, las piñatas lograron traspasar la barrera de exclusividad decembrina para sentarse en casi todos los eventos célebres en México.

Sin embargo, poco se sabe dentro del colectivo mexicano a propósito de su origen y evolución hasta convertirse en lo que todos y todas conocemos hoy. Aunque hay distintas versiones, hay evidencias de que dicha costumbre tiene su origen en culturas mesoamericanas que se instalaron en estos territorios, como la maya y mexica. Los primeros tenían la tradición de romper recipientes de barro repletos de cacao para ofrecerlas a los dioses; por otro lado, en Tenochtitlan, se decoraban ollas de barro con plumas y listones para después rellenarlas con joyas, alhajas y tesoros. Durante las fiestas en honor a Huitzilopochtli, principal patrono de los aztecas, se rompían para dárselas en ofrenda.

Como casi todos los ritos religiosos de la prehistoria mexicana, fueron retomadas por los españoles en el siglo XVI como instrumento de evangelización. Frailes que adoctrinaron a indígenas a lo largo de la ya nombrada Nueva España comenzaron a utilizar este símbolo durante las "misas de aguinaldo" (que más tarde se llamarían posadas), que se celebraban días antes de la llegada de la Navidad. Los primeros sitios de donde se tiene registro del uso de las piñatas como actualmente es en Acolman de Nezahualcóyotl, en el Estado de México, lugar donde precisamente avanzaría rápido la evangelización gracias a otras prácticas de gran éxito como el tradicional "Viacrucis" que se instauró en la zona donde hoy en día es Iztapalapa.

No obstante, los españoles no desconocían del todo este tipo de práctica: según contó el mítico explorador veneciano Marco Polo, en China también se tenía una tradición similar. Como parte del Año Nuevo en el país asiático, se rompían vasijas con forma de animales; luego la tradición se desplazó a Italia, donde impactó en la nación vecina de España. Al llegar al continente americano, dichas costumbres se mezclaron con las oriundas de mexicas y mayas, usadas por supuesto a beneficio de la evangelización católica.

Con el paso del tiempo, la forma de las piñatas ha cambiado, así como los materiales de su elaboración. Pasaron de ser figuras de animales (que igual son populares en Sudamérica y que incluso los incas en Perú también usaban en algunos rituales) a

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