Hasta hace poco antes del 2005, las ventas de tabique por parte de los artesanos de El Paraíso en Tulancingo, eran “buenas”, dicen informantes; se llegaban a comercializar entre 30 y 40 mil unidades a la semana, en la actualidad es de apenas unos 3 mil.
Luego de casi 15 años de supervivencia de apenas unos 10 ladrilleros en la zona cuando antes había una treintena de ellos o más, apenas venden el 10 por ciento de lo que antes producían.
La competencia, pero además el uso de otros materiales para la construcción como el block y los prefabricados, han sido los principales factores del declive en la producción, ésta por demás, es laboriosa y de mucho tiempo invertido.
Las grandes ventas quedaron atrás, refieren informantes; los hornos, han detenido su producción. Ahora, se trabaja solamente de manera eventual, incluso hay quienes rentan los espacios para la elaboración de tabique, de manera intermitente, por ciertas temporadas, porque los dueños de estos espacios, ya decidieron hacerse a un lado.
Estibar los tabiques (acomodarlos) y ponerlos en las rejillas al sol, es todo un proceso, pero más aún, refieren informantes, los pasos anteriores al oficio de mezclar la arcilla, la paja y la lama, con el uso de las manos y también de los pies.
Por 12 horas continuas de trabajo, empezando desde temprano, una vez que prepararon la mezcla, la colocan en moldes de 8 espacios, y más tarde serán ladrillos.
Frío o calor, se debe trabajar, aunque hay días críticos, cuando el clima gélido y lluvioso, llega, no hay trabajo.
“Además de la competencia por el uso de otros materiales, está igual que pocos quieren igual trabajar, casi no aguantan es muy pesado porque el proceso es artesanal”, precisa el tabiquero Don Félix.
Mientras que Eliseo “N”, coincide: “Yo fui ladrillero desde los 8 años, y todavía meto mano, sobre todo si no hay gente”.
Después de que se secan y se meten al horno, deben esperar entre 9 y 10 horas y también tener cuidado pues se alcanzan temperaturas de hasta mil 100 grados.
A los tres días el producto se enfría para ya finalmente: vender, “si bien nos va unas 3 mil piezas, no más; se acabaron los días de gloria para nosotros”.
Muchos se rompen, y así, ya no sirve para comercializarse, entonces empieza el remate al mejor postor (llegan a vender entre 50 y 80 centavos el ladrillo cuando cuesta entre 1.50 y 2 pesos la pieza).
Sus anhelos es continuar con la tradición que les dejaron las anteriores generaciones de los abuelos o los padres o heredarlas, pero ya son pocos los que quieren aprender la técnica, aunque en una tabiquera cada quien tiene su rol, lo cierto es que cada uno de ellos, implica una pesada labor.