SANTIAGO DE ANAYA, Hgo.- “Mi mamacita me contó que al despertar cuando yo tenía nueve meses y no encontrarme en sus brazos, pensó que la bruja me había hecho algo. Prendió la lámpara de petróleo y me encontró sentada en las cenizas calientes del fogón”.
Y en ese inaudito hecho, Porfiria Rodríguez Cadena perdió la mano izquierda, según narró a EL SOL DE HIDALGO, enfrentando con ello una persistente discriminación social, pero ahora a sus 57 años de vida se siente alegre y feliz, porque ganó el primer lugar del concurso nacional “¿A qué sabe la Patria?”
Ella es miembro del Colectivo Otomí de Cocina Tradicional que nace en Santiago de Anaya, lo integran Martha Gómez Aguilar y Claudia Hernández Ángeles, encabezado por Cecilia Aldana Mayorga.
Juntas compitieron con el platillo xincoyote relleno de escamoles y flores de palma envuelto en hoja de maíz, cocido entre brasas de leña. “En el concurso, nadie conocía este animalito que es parecido a un cocodrilo, pero que mide unos 30 centímetros. Tiene escamas y para quitarlas se llena de ceniza, luego se talla como al pescado hasta que la carne queda blanda”, explica Porfis como le dicen de cariño.
Recuerda que hace 50 años, en el municipio lo único que había era hambre, pobreza, ignorancia, carencias de todo tipo. “Nunca supo mi mamá porqué fui a dar al fogón, fue algo que nunca se explicó. En ese tiempo se hablaba de las brujas”.
Porfiria tenía nueve meses, según le contó su madre, la acurrucó en su pecho y cuando intempestivamente doña Viviana Cadena despertó de un sueño pesado, en lo primero que pensó fue en su pequeña.
Estaba en el fogón, manoteando como si jugara, sin llanto o un gesto en el rostro de dolor. Corrió a la clínica médica, donde una enfermera le colocó algodones entre los dedos de la mano izquierda casi derretidos por la lumbre, la vendó y le advirtió a doña Viviana Cadena no retirarle la curación o sería encarcelada.
Cuatro días después regresó a revisión. Su mano olía mal, a podrido. Entonces la misma enfermera le indicó que se la amputarían para salvarla, sin embargo, fue la abuelita con infusiones de hierbas que frenó la mayor parte del mal, pues perdió los dedos de esa mano.
Esta condición física, le generó la burla en la infancia, también de joven, así que se refugió en su madre.
A lado de su madre no sólo aprendió de los productos que ofrece la tierra, sino también a conservarlos y cuidarlos como una riqueza que el campo ofrece.
“Siempre he tenido la idea de preservar la comida ancestral que se está perdiendo. Por eso propuse presentar el xincoyote para la competencia. Tenía dos de ellos y flores de palma en el congelador que utilizamos en la receta. Yo vi a mi madre preparar este animalito en cualquier momento porque era parte de nuestros alimentos. Nosotros crecimos con esa comida prehispánica hecha con zorrillo, ardilla o tlacuache, y para hidratarnos era un vaso de pulque porque antes no había agua”.
Su fuerza de voluntad y empuje, junto con sus necesidades propias de la zona, la convirtió en altamente competitiva, lo cual le ha permitido ganar premios económicos en competencias de comida tradicional mismos que ha invertido.
Su sueño era construir un cuarto amplio con pencas de maguey, de las que necesitaría unas cinco mil, cuando cada un tiene un precio de cinco pesos, un costo inalcanzable para una mujer sencilla del campo.
Esto no fue impedimento al recordar que hace muchos años se grabó en la mente la frase “Porfis tú puedes” y hoy en día, construyó su negocio de comida tradicional en su propia casa, gracias a su empuje y al apoyo de sus hijos.
Al caminar sobre el acceso principal de la cabecera municipal se pueden leer coloridos letreros que anuncian la cocina de Porfis y la cual está ubicada a unos cinco minutos del centro de la población, con atención durante toda la semana.
