Luego de darse a conocer un video en el que un docente del Centro de Bachillerato Tecnológico Industrial y de Servicios (CBTis) incurre en violencia verbal contra un estudiante del plantel ubicado en Actopan, surge la duda de cuál es el límite de tolerancia de los maestros para con los alumnos.
Una perspectiva la ofrece David Alfredo Domínguez Pérez en el artículo que publicó en Poiética. Docencia, Investigación y Extensión, revista semestral de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), quien considera que "este tipo de violencia hacia el docente la capitaliza el alumno como un recurso de poder y reivindicación con sus compañeros, cuestiona su trabajo con el fin desestabilizar el control en el aula".
Aunque también reconoce que "los docentes no saben cómo actuar ante contextos de conflicto, carecen de estrategias pedagógicas para afrontar estas situaciones de violencia, no entienden las actitudes de los estudiantes de bachillerato y tienen problemas para impartir clase".
Por lo que el autor recomienda que las instituciones educativas apoyen a la planta docente y se implementen políticas institucionales que estudien los casos, además de evaluar los aquellos en que los alumnos aprovechen su rol en el aula, sobre todo, en los casos de escuelas privadas.
Por otra parte, los estudios sobre la violencia de estudiantes a docentes son escasos, la generalidad del tema se refiere a las agresiones que pueden recibir los pupilos y que dichas acciones se consideran un factor que contribuye a la deserción escolar.
La Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco) encargó la elaboración de una Guía destinada a los docentes que se titula "Poner fin a la violencia en la escuela".
La Guía para los docentes define cuatro tipos de violencia en la escuela: castigo físico o psicológico; el acoso; violencia sexual y por razones de género, así como la externa que puede deberse a bandas, situaciones de conflicto, armas o peleas. Sin embargo, las clasificaciones no contemplan la violencia que puede desarrollarse en las aulas de parte de los alumnos a los docentes.
El estudio sí aborda diez esferas para poner fin a la violencia que se puede padecer al interior de una escuela, estas consisten en abogar por un enfoque holístico que involucre a los estudiantes, el personal, padres de familia y la comunidad en general, privilegiando el diálogo durante el proceso.
La segunda esfera sugiere que los estudiantes se involucren la prevención de la violencia, así como utilizar técnicas y métodos de disciplina que tengan la característica de ser constructivos; evitar el acoso mediante la resolución pacífica de conflictos, así como recurrir a los docentes para plantear el caso; de igual forma se aconseja fomentar la capacidad de adaptación de los estudiantes y apoyarlos.
Otras de las recomendaciones se refieren a la violencia sexual, las condiciones de seguridad que en algunos casos causan la problemática y los casos de discriminación. Mientras que en el noveno punto se sugiere "adquirir aptitudes de prevención de la violencia y resolución de conflictos y transmitirlas a los estudiantes".
Pese a que no existe una medición sobre la violencia que puede o debe soportar un docente, la guía de la Unicef coincide con estudios diversos sobre la prevención y detección de focos rojos sobre los estudiantes que pueden ser generadores de violencia.