/ lunes 8 de abril de 2024

Santa Cecilia: lugar donde los relojes avanzan hacia atrás 

En este rancho entre el bosque, existe otra filosofía para ver al tiempo: se trata de reflexionar los momentos que se nos han ido y entonces “recuperarlos”

El tiempo da gala de su subjetividad siempre, pero más en Acaxochitlán. En lo que parece un oasis boscoso de la localidad indígena de San Pedro Tlachichilco, casi donde empieza a nacer la Sierra Otomí-Tepehua, el tiempo va hacia atrás, literalmente. En Santa Cecilia, un espacio dentro del bosque, rodeado de encinos y pinos, los relojes están invertidos.

Enmarcado por cabañas, un riachuelo en el que se bañan patos, senderos que rodean el mágico sitio y engalanado por cuatro lomitos y poco más de 20 gatos que amablemente desfilan entre los jardines, este campirano complejo te envuelve de inmediato en un velo digno de historias de García Márquez, o tal vez de Isabel Allende. Según los cuidadores del lugar, “los visitantes dicen que aquí se pierden en el tiempo”, y a justa razón.

Con manecillas que avanzan en retroceso, así como una perspectiva en la que los números que marcan las horas se aprecian como si las viéramos en un espejo, este desarrollo turístico posee un misticismo propio de las historias que escribió Lewis Carroll en su “A Través del Espejo”, esa secuela en que el inglés contó la aventura de la niña Alicia en una dimensión en la que precisamente el tiempo rompía todo estándar y regla conocida.

Algo parecido ocurre en Santa Cecilia. Desde hace varios años, el ingeniero Guillermo Martínez (QEPD) junto con su esposa Cecilia Pinzón, encontraron en los relojes invertidos una filosofía de vida. Según ellos, este particular artefacto nos lleva a la reflexión de que el tiempo -así como la vida- se escurre en un santiamén. No es tanto aferrarse al tiempo que ya no tenemos, sino “verlo a la inversa”.

Realmente es como brincar a la dimensión “a través del espejo”: en la estancia principal, recibimiento de los huéspedes, dos paredes en las que cuelgan relojes invertidos dan la bienvenida. Entre tic-tacs que se mezclan en la cabeza con el aroma a madera y bosque, pronto se pierde la noción natural del tiempo porque es complicado leer la hora a la inversa. No es en vano, tiene un significado particular.

“Presentar los relojes así no es ver lo que ha pasado sino ver hacia adelante, reflexionar el tiempo que se nos ha ido y de alguna forma recuperarlo, para que lo puedas aprovechar. Es ver al tiempo con otra perspectiva”, explica Arturo, Vigía del Patrimonio Cultural de Acaxochitlán.

Por eso es que aquí hay más de veinte relojes, esparcidos por todo el desarrollo, que funcionan al revés. De primera impresión, es curioso ver cómo las manecillas se mueven en dirección a la izquierda y no a la derecha, primer momento de ruptura con la realidad y que hace tambalear los cerebros. La segunda impresión llega cuando tras mirar detenidamente, notamos que los números que marcan las horas, sean arábigos o romanos, también están al revés.

La idea surgió hace varios años, de hecho, antes de que don Memo y Ceci construyeran el complejo de cabañas, obsequiaban los relojes invertidos a sus alumnos de preparatoria en Acaxochitlán, plantel que ayudaron a forjar y en el que trabajaron de forma voluntaria. Ahora la señora Cecilia los conserva como un rasgo de identidad no solo de su complejo turístico, pues ya forman parte del misticismo acaxochiteca.

“Acaxochitlán no es solo un lugar en el que se detiene el tiempo, también es un lugar en el que el tiempo puede ir hacia atrás. Donde se recobra el tiempo que has perdido. Detalles como estos son los que nos permiten desconectarnos por un rato y hasta comulgar con la naturaleza. Aquí (Santa Cecilia) fue uno de los primeros emplazamientos que se asentaron en el bosque”, abona el Vigía.

Aunque no se sabe con certeza desde hace cuánto nació la fascinación del matrimonio por los relojes invertidos, ya va más de una década desde que se instalaron en el recibidor, el patio principal, así como en las estancias de las distintas cabañas disponibles. Probablemente, Santa Cecilia es el primer lugar en México donde se cuenta con un atractivo de este tipo.

¿Cómo llegar?

Te decimos cómo llegar a este rancho en el que además de interactuar con todos los animales que ahí viven (perros, gatos, loros), podrás hacer senderismo, acampar o relajarse bajo el sonido del viento pegando contra las hojas de los árboles mientras te cubre un fino aroma a encino.

Si provienen de la Ciudad de México, Pachuca, o cualquier otro de la Zona Metropolitana hidalguense, primero hay que llegar a Tulancingo. Una vez en la Ciudad de los Satélites, basta con dirigirse sobre la carretera federal México-Tuxpan con destino a Acaxochitlán. No es necesario usar la autopista de pago.

La referencia es llegar hasta la localidad de San Pedro, fácilmente reconocible porque está a aproximadamente cinco minutos luego de pasar por las entradas que llevan al balneario de Santa Ana Hueytlalpan.

A menos de ocho minutos circulando por la misma vía, del lado izquierdo se visualiza un letrero que indica “Santa Cecilia”. Hay que dirigirse a esta entrada y luego seguir por el camino de terracería durante unos cuantos metros y de pronto aparecerá ante ti una rampa de piedra, por la que hay que descender. Casi de inmediato llegarán al costado de tu auto el lomito Thor, un viejo labrador que no obstante su gran tamaño, es amigable al instante de que lo saludes.

Cabe mencionar que este es un lugar en el que puedes hospedarte, acampar o caminar por el monte. En la cima de su montaña tienen una capilla abierta, disponible para eventos religiosos o fiestas especiales. Pero no es la única maravilla que guarda este modesto sitio.

Santa Cecilia es de los pocos lugares en el municipio donde es posible volar en globo y vivir experiencias inmersivas completas. Este rancho sirve como base, ya que de ahí se traslada a visitantes a la Estación de Apulco, localidad en la que despegan los colosos aéreos y en los que es posible conocer la vista alta montañosa, degustar alimentos o hasta sostener ceremonias matrimoniales.

Qué comer

Si decides vivir la experiencia completa del Tiempo Invertido en Santa Cecilia, pasar la noche en el rancho es una opción por demás atractiva. Además, una de las actividades predilectas es cenar o desayunar comida preparada en este lugar a mero estilo hogareño, en compañía de doña Cecilia, quien no escatima para contar esta y muchas otras historias que se viven en Acaxochitlán.

Ya que, si lo tuyo es probar la comida típica, la cabecera municipal está a escasos diez minutos en auto. Aquí encontrarás restaurantes, puestos de antojitos y comida tradicional; o bien, los domingos se instala la plaza donde el abanico gastronómico crece.


El tiempo da gala de su subjetividad siempre, pero más en Acaxochitlán. En lo que parece un oasis boscoso de la localidad indígena de San Pedro Tlachichilco, casi donde empieza a nacer la Sierra Otomí-Tepehua, el tiempo va hacia atrás, literalmente. En Santa Cecilia, un espacio dentro del bosque, rodeado de encinos y pinos, los relojes están invertidos.

Enmarcado por cabañas, un riachuelo en el que se bañan patos, senderos que rodean el mágico sitio y engalanado por cuatro lomitos y poco más de 20 gatos que amablemente desfilan entre los jardines, este campirano complejo te envuelve de inmediato en un velo digno de historias de García Márquez, o tal vez de Isabel Allende. Según los cuidadores del lugar, “los visitantes dicen que aquí se pierden en el tiempo”, y a justa razón.

Con manecillas que avanzan en retroceso, así como una perspectiva en la que los números que marcan las horas se aprecian como si las viéramos en un espejo, este desarrollo turístico posee un misticismo propio de las historias que escribió Lewis Carroll en su “A Través del Espejo”, esa secuela en que el inglés contó la aventura de la niña Alicia en una dimensión en la que precisamente el tiempo rompía todo estándar y regla conocida.

Algo parecido ocurre en Santa Cecilia. Desde hace varios años, el ingeniero Guillermo Martínez (QEPD) junto con su esposa Cecilia Pinzón, encontraron en los relojes invertidos una filosofía de vida. Según ellos, este particular artefacto nos lleva a la reflexión de que el tiempo -así como la vida- se escurre en un santiamén. No es tanto aferrarse al tiempo que ya no tenemos, sino “verlo a la inversa”.

Realmente es como brincar a la dimensión “a través del espejo”: en la estancia principal, recibimiento de los huéspedes, dos paredes en las que cuelgan relojes invertidos dan la bienvenida. Entre tic-tacs que se mezclan en la cabeza con el aroma a madera y bosque, pronto se pierde la noción natural del tiempo porque es complicado leer la hora a la inversa. No es en vano, tiene un significado particular.

“Presentar los relojes así no es ver lo que ha pasado sino ver hacia adelante, reflexionar el tiempo que se nos ha ido y de alguna forma recuperarlo, para que lo puedas aprovechar. Es ver al tiempo con otra perspectiva”, explica Arturo, Vigía del Patrimonio Cultural de Acaxochitlán.

Por eso es que aquí hay más de veinte relojes, esparcidos por todo el desarrollo, que funcionan al revés. De primera impresión, es curioso ver cómo las manecillas se mueven en dirección a la izquierda y no a la derecha, primer momento de ruptura con la realidad y que hace tambalear los cerebros. La segunda impresión llega cuando tras mirar detenidamente, notamos que los números que marcan las horas, sean arábigos o romanos, también están al revés.

La idea surgió hace varios años, de hecho, antes de que don Memo y Ceci construyeran el complejo de cabañas, obsequiaban los relojes invertidos a sus alumnos de preparatoria en Acaxochitlán, plantel que ayudaron a forjar y en el que trabajaron de forma voluntaria. Ahora la señora Cecilia los conserva como un rasgo de identidad no solo de su complejo turístico, pues ya forman parte del misticismo acaxochiteca.

“Acaxochitlán no es solo un lugar en el que se detiene el tiempo, también es un lugar en el que el tiempo puede ir hacia atrás. Donde se recobra el tiempo que has perdido. Detalles como estos son los que nos permiten desconectarnos por un rato y hasta comulgar con la naturaleza. Aquí (Santa Cecilia) fue uno de los primeros emplazamientos que se asentaron en el bosque”, abona el Vigía.

Aunque no se sabe con certeza desde hace cuánto nació la fascinación del matrimonio por los relojes invertidos, ya va más de una década desde que se instalaron en el recibidor, el patio principal, así como en las estancias de las distintas cabañas disponibles. Probablemente, Santa Cecilia es el primer lugar en México donde se cuenta con un atractivo de este tipo.

¿Cómo llegar?

Te decimos cómo llegar a este rancho en el que además de interactuar con todos los animales que ahí viven (perros, gatos, loros), podrás hacer senderismo, acampar o relajarse bajo el sonido del viento pegando contra las hojas de los árboles mientras te cubre un fino aroma a encino.

Si provienen de la Ciudad de México, Pachuca, o cualquier otro de la Zona Metropolitana hidalguense, primero hay que llegar a Tulancingo. Una vez en la Ciudad de los Satélites, basta con dirigirse sobre la carretera federal México-Tuxpan con destino a Acaxochitlán. No es necesario usar la autopista de pago.

La referencia es llegar hasta la localidad de San Pedro, fácilmente reconocible porque está a aproximadamente cinco minutos luego de pasar por las entradas que llevan al balneario de Santa Ana Hueytlalpan.

A menos de ocho minutos circulando por la misma vía, del lado izquierdo se visualiza un letrero que indica “Santa Cecilia”. Hay que dirigirse a esta entrada y luego seguir por el camino de terracería durante unos cuantos metros y de pronto aparecerá ante ti una rampa de piedra, por la que hay que descender. Casi de inmediato llegarán al costado de tu auto el lomito Thor, un viejo labrador que no obstante su gran tamaño, es amigable al instante de que lo saludes.

Cabe mencionar que este es un lugar en el que puedes hospedarte, acampar o caminar por el monte. En la cima de su montaña tienen una capilla abierta, disponible para eventos religiosos o fiestas especiales. Pero no es la única maravilla que guarda este modesto sitio.

Santa Cecilia es de los pocos lugares en el municipio donde es posible volar en globo y vivir experiencias inmersivas completas. Este rancho sirve como base, ya que de ahí se traslada a visitantes a la Estación de Apulco, localidad en la que despegan los colosos aéreos y en los que es posible conocer la vista alta montañosa, degustar alimentos o hasta sostener ceremonias matrimoniales.

Qué comer

Si decides vivir la experiencia completa del Tiempo Invertido en Santa Cecilia, pasar la noche en el rancho es una opción por demás atractiva. Además, una de las actividades predilectas es cenar o desayunar comida preparada en este lugar a mero estilo hogareño, en compañía de doña Cecilia, quien no escatima para contar esta y muchas otras historias que se viven en Acaxochitlán.

Ya que, si lo tuyo es probar la comida típica, la cabecera municipal está a escasos diez minutos en auto. Aquí encontrarás restaurantes, puestos de antojitos y comida tradicional; o bien, los domingos se instala la plaza donde el abanico gastronómico crece.


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