/ lunes 15 de julio de 2024

Símbolos de la Catedral: otra forma de ver al templo tulancinguense 

A 217 años de existencia, la sede de la Arquidiócesis de Tulancingo mantiene ciertos signos y elementos que hablan sobre la importancia que surte para el catolicismo recordar pasajes históricos o jerarquías entre imágenes religiosas 

Símbolos que hablan del pasado colonial de nuestro país, otros que remiten al poder que Dios ejerce sobre sus feligreses, así como otros que evocan a historias bíblicas y mandamientos, la semiótica que está detrás de las altas y antiguas columnas y muros de la Catedral Metropolitana de Tulancingo puede pasar inadvertida por el espectador habitual.

Testigo de la historia y crecimiento de Tulancingo, para entender el simbolismo de la sede de la Arquidiócesis, es importante conocer su contexto histórico: se inició como un convento fundado por los franciscanos en 1528, siete años después de que se consolidó la Caída de Tenochtitlan a manos de los ejércitos españoles de Cortés, cuando a estas tierras se les nombró San Juan Bautista Tollantzinco.

Así lo explican las investigaciones hechas por la Maestra en Estética y Arte de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla (BUAP), María Esther Pacheco Medina, quien en su publicación académica “La Catedral de Tulancingo: Arquitectura al servicio de la devoción”, señala que Tulancingo fue dado a los conquistadores como un regalo, bajo encomienda de “hacer producir la tierra” y como la única forma de cristianizar a los indios.

Tras el paso de casi tres siglos, se encargó al arquitecto José Damián Ortiz de Castro, Maestro Mayor de la Catedral de la Ciudad de México, desarrollar el proyecto que se convertiría en la nueva parroquia de San Juan Bautista, mismo que arrancó en 1788.

En total, pasaron 18 años para que concluyera la construcción de la Catedral y fuera consagrada y abierta al público, tiempo récord al considerar su tamaño y altura. De estilo neoclásico, la altura desde el piso hasta la punta de cada torre es de 41.3 metros y consta de una sola nave que se prolonga hasta los 58 metros para dar cabida a la portada, un ábside poligonal y un crucero de 40 metros de largo por 12 de ancho.

Sus símbolos

El análisis de símbolos en la Catedral empieza desde las alturas: al sobrevolar con un dron la estructura, se aprecia que guarda una planta cruciforme. Según Denis McNamara, en su libro Cómo leer iglesias, una guía sobre arquitectura eclesiástica, “este simbolismo opera en distintos registros, exteriorizándose como un signo para los transeúntes pero también convocando a la congregación a reunirse bajo la forma de Cristo Crucificado”.

De igual forma, la cúpula está coronada por lo que parece ser una cruz y un orbe, común en muchos edificios de derivación clásica. Este signo recuerda la Sagrada Escritura: toda vez que la Tierra recibe el nombre de escabel de Dios, la cruz y el orbe simbolizan el dominio misericordioso de Cristo sobre la Tierra.

Al ver de frente la portada (coloquialmente llamada fachada), se aprecia el relieve de un cordero echado, símbolo de Jesucristo, rodeado por un resplandor. En la parte inferior se encuentran en medio de medallones las letras B C P E E O M, que simbolizan los siete sacramentos del catolicismo. En el tímpano se ubica un bloque sin tallar en el que antiguamente estaba tallado el escudo de España, el cual fue removido durante la Primera República.

Al ingresar, asomándose por los altos portones de madera, se aprecia el Ojo de la Providencia, también llamado el Ojo que todo lo ve. Aunque pudiera interpretarse desde el punto de vista masónico y también desde el conspiranoico (es el mismo símbolo que usan, supuestamente, Los Illuminati), en el contexto cristiano guarda otro significado.

Se trata de un atributo de la personificación de la "Divina Providencia", la benevolencia de Dios. Sugiere la compasiva vigilancia de Dios sobre la humanidad y está dentro de un triángulo, el cual representa a la Santísima Trinidad, entidad del catolicismo integrada por el Padre, el Hijo, y el Espíritu Santo.

Sus columnas también tienen significado: cada una sostiene una estación del Viacrucis o de la Pasión de Cristo, pasaje bíblico de mayor relevancia por encaminar a la Resurrección del Mesías; además, fueron diseñadas en orden dórico, en su variante toscana. Dice McNamara que dicho tipo de columna indica una iglesia de baja categoría.

Coincide con las investigaciones de Pacheco, quien precisó al respecto que “la designación de la parroquia de Tulancingo como sede del obispado significó el reconocimiento al desarrollo regional que había alcanzado la ciudad, la cual compitió con otras como Tula, Actopan y Huejutla para obtener este honor (...) Tulancingo se clasificó como de tercera, categoría que abarcaba los templos pequeños de construcción permanente pero simple”

Al caminar por dentro de la nave, se aprecia el púlpito, que si bien ha sido objeto de rehabilitaciones y restauraciones, conserva su forma y madera original. Se aprecia aquí la imagen de varios monjes franciscanos, que sobresalen de la estructura.

Para llegar al altar mayor, hay que subir unos escalones. Estos evocan la montaña sagrada, el microcosmos de la Montaña del Templo en Jerusalén e imagen de las alturas entronizadas de Dios. Los altares importantes pueden tener cinco o siete escalones, mientras que un altar lateral puede tener sólo uno.

Otro elemento adjunto al altar mayor es el facistol, soporte parecido a un atril en donde se colocan los libros que se leen durante la celebración eucarística. El de la Catedral de Tulancingo tiene plasmados varios tetramorfos, criaturas vivientes que representan a los cuatro evangelistas “que rodean el Trono de Dios”.

El facistol tiene grabadas también las tablillas que recibió Moisés con los Diez Mandamientos, según el Antiguo Testamento; así como al símbolo de San Lucas, un toro alado que hace alusión al sacrificio de Cristo; el águila, que representa a San Juan Evangelista, y cuyo tetramorfo recuerda que él escribió sobre “las encumbradas alturas de la divinidad de Jesús (...) así como las águilas vuelan al Sol, el comentario de Juan irradia la luz del conocimiento divino”.

El León Alado integra también el facistol, lleva en sus garras un libro y evoca a San Marcos. Lo representa este animal porque en el primer capítulo de su evangelio, San Juan Bautista se describe “como un león que allí ruge como un rey”. Esta pieza también exhibe la leyenda en latín Fons Vitae Verbum Dei, que significa “Fuente de Vita es la Palabra de Dios”.

Si justo frente al altar mayor alzas la vista, apreciarás un grupo de ángeles que sobrevuelan la cúpula. Son cuatro parejas de amorcillos (llamados en el arte como ‘putti’) que flotan alrededor de una guirnalda de florecillas doradas que a su vez rodean un aro de con motivos geométricos sobre un fondo verde. En el antiguo mundo clásico, se creía que estos niños con alas influían en las vidas humanas.

Finalmente, cabe mencionar que a lo largo de toda la Catedral, se ven reiterados emblemas del Vaticano y del grado Papal, representados por una mitra y las dos llaves de San Pedro, guardián del Reino de los Cielos según el Evangelio de San Mateo.


Símbolos que hablan del pasado colonial de nuestro país, otros que remiten al poder que Dios ejerce sobre sus feligreses, así como otros que evocan a historias bíblicas y mandamientos, la semiótica que está detrás de las altas y antiguas columnas y muros de la Catedral Metropolitana de Tulancingo puede pasar inadvertida por el espectador habitual.

Testigo de la historia y crecimiento de Tulancingo, para entender el simbolismo de la sede de la Arquidiócesis, es importante conocer su contexto histórico: se inició como un convento fundado por los franciscanos en 1528, siete años después de que se consolidó la Caída de Tenochtitlan a manos de los ejércitos españoles de Cortés, cuando a estas tierras se les nombró San Juan Bautista Tollantzinco.

Así lo explican las investigaciones hechas por la Maestra en Estética y Arte de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla (BUAP), María Esther Pacheco Medina, quien en su publicación académica “La Catedral de Tulancingo: Arquitectura al servicio de la devoción”, señala que Tulancingo fue dado a los conquistadores como un regalo, bajo encomienda de “hacer producir la tierra” y como la única forma de cristianizar a los indios.

Tras el paso de casi tres siglos, se encargó al arquitecto José Damián Ortiz de Castro, Maestro Mayor de la Catedral de la Ciudad de México, desarrollar el proyecto que se convertiría en la nueva parroquia de San Juan Bautista, mismo que arrancó en 1788.

En total, pasaron 18 años para que concluyera la construcción de la Catedral y fuera consagrada y abierta al público, tiempo récord al considerar su tamaño y altura. De estilo neoclásico, la altura desde el piso hasta la punta de cada torre es de 41.3 metros y consta de una sola nave que se prolonga hasta los 58 metros para dar cabida a la portada, un ábside poligonal y un crucero de 40 metros de largo por 12 de ancho.

Sus símbolos

El análisis de símbolos en la Catedral empieza desde las alturas: al sobrevolar con un dron la estructura, se aprecia que guarda una planta cruciforme. Según Denis McNamara, en su libro Cómo leer iglesias, una guía sobre arquitectura eclesiástica, “este simbolismo opera en distintos registros, exteriorizándose como un signo para los transeúntes pero también convocando a la congregación a reunirse bajo la forma de Cristo Crucificado”.

De igual forma, la cúpula está coronada por lo que parece ser una cruz y un orbe, común en muchos edificios de derivación clásica. Este signo recuerda la Sagrada Escritura: toda vez que la Tierra recibe el nombre de escabel de Dios, la cruz y el orbe simbolizan el dominio misericordioso de Cristo sobre la Tierra.

Al ver de frente la portada (coloquialmente llamada fachada), se aprecia el relieve de un cordero echado, símbolo de Jesucristo, rodeado por un resplandor. En la parte inferior se encuentran en medio de medallones las letras B C P E E O M, que simbolizan los siete sacramentos del catolicismo. En el tímpano se ubica un bloque sin tallar en el que antiguamente estaba tallado el escudo de España, el cual fue removido durante la Primera República.

Al ingresar, asomándose por los altos portones de madera, se aprecia el Ojo de la Providencia, también llamado el Ojo que todo lo ve. Aunque pudiera interpretarse desde el punto de vista masónico y también desde el conspiranoico (es el mismo símbolo que usan, supuestamente, Los Illuminati), en el contexto cristiano guarda otro significado.

Se trata de un atributo de la personificación de la "Divina Providencia", la benevolencia de Dios. Sugiere la compasiva vigilancia de Dios sobre la humanidad y está dentro de un triángulo, el cual representa a la Santísima Trinidad, entidad del catolicismo integrada por el Padre, el Hijo, y el Espíritu Santo.

Sus columnas también tienen significado: cada una sostiene una estación del Viacrucis o de la Pasión de Cristo, pasaje bíblico de mayor relevancia por encaminar a la Resurrección del Mesías; además, fueron diseñadas en orden dórico, en su variante toscana. Dice McNamara que dicho tipo de columna indica una iglesia de baja categoría.

Coincide con las investigaciones de Pacheco, quien precisó al respecto que “la designación de la parroquia de Tulancingo como sede del obispado significó el reconocimiento al desarrollo regional que había alcanzado la ciudad, la cual compitió con otras como Tula, Actopan y Huejutla para obtener este honor (...) Tulancingo se clasificó como de tercera, categoría que abarcaba los templos pequeños de construcción permanente pero simple”

Al caminar por dentro de la nave, se aprecia el púlpito, que si bien ha sido objeto de rehabilitaciones y restauraciones, conserva su forma y madera original. Se aprecia aquí la imagen de varios monjes franciscanos, que sobresalen de la estructura.

Para llegar al altar mayor, hay que subir unos escalones. Estos evocan la montaña sagrada, el microcosmos de la Montaña del Templo en Jerusalén e imagen de las alturas entronizadas de Dios. Los altares importantes pueden tener cinco o siete escalones, mientras que un altar lateral puede tener sólo uno.

Otro elemento adjunto al altar mayor es el facistol, soporte parecido a un atril en donde se colocan los libros que se leen durante la celebración eucarística. El de la Catedral de Tulancingo tiene plasmados varios tetramorfos, criaturas vivientes que representan a los cuatro evangelistas “que rodean el Trono de Dios”.

El facistol tiene grabadas también las tablillas que recibió Moisés con los Diez Mandamientos, según el Antiguo Testamento; así como al símbolo de San Lucas, un toro alado que hace alusión al sacrificio de Cristo; el águila, que representa a San Juan Evangelista, y cuyo tetramorfo recuerda que él escribió sobre “las encumbradas alturas de la divinidad de Jesús (...) así como las águilas vuelan al Sol, el comentario de Juan irradia la luz del conocimiento divino”.

El León Alado integra también el facistol, lleva en sus garras un libro y evoca a San Marcos. Lo representa este animal porque en el primer capítulo de su evangelio, San Juan Bautista se describe “como un león que allí ruge como un rey”. Esta pieza también exhibe la leyenda en latín Fons Vitae Verbum Dei, que significa “Fuente de Vita es la Palabra de Dios”.

Si justo frente al altar mayor alzas la vista, apreciarás un grupo de ángeles que sobrevuelan la cúpula. Son cuatro parejas de amorcillos (llamados en el arte como ‘putti’) que flotan alrededor de una guirnalda de florecillas doradas que a su vez rodean un aro de con motivos geométricos sobre un fondo verde. En el antiguo mundo clásico, se creía que estos niños con alas influían en las vidas humanas.

Finalmente, cabe mencionar que a lo largo de toda la Catedral, se ven reiterados emblemas del Vaticano y del grado Papal, representados por una mitra y las dos llaves de San Pedro, guardián del Reino de los Cielos según el Evangelio de San Mateo.


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