Yessica Lagos, originaria de Tulancingo es invidente y se enfrenta a actos de discriminación e indiferencia, al igual que algunos de sus compañeros, que, como ella, se ganan la vida realizando algunos oficios como cantar o vende golosinas.
Carecen de apoyo gubernamental y comenta “la verdad es que, sí nos hace falta, pero vivimos de lo que sabemos hacer: cantar, vender, ganarnos la vida honradamente, aunque luego haya algunos que duden que estamos ciegos y hasta nos cuestionan ¿en verdad no ven?, o nos gritan cosas feas. Con esto no jugaríamos. Sufrimos, sí, pero igual tenemos ganas de luchar y también hay gente buena que nos ayuda con unas monedas”
Ejemplifica que algunos choferes del transporte público, no les realizan descuentos en el pasaje, también cuando algunas personas que pasan cuando está cantando, y ni un peso le dan.
Sentada en una de las jardineras de La Floresta de esta ciudad, le dicta a su celular la pieza musical para, con micrófono y bocina en mano, ponerse a cantar, con la finalidad de ganar unos pesos.
Nació con catarata congénita y desprendimiento de retina, no veía bien desde pequeña, dice, “me pegaba al pizarrón para intentar ver, y luego los cuadritos de mi libreta tampoco los veía, así que me operaron vi poquito pero luego ya nada otra vez”.
Ser invidente, no ha sido impedimento para salir adelante, agrega, de hecho, supo ser autosuficiente. Su apoyo, su bastón con el que se apoya para caminar por las calles de esta ciudad.
Se fue hace poco más de una década a la Ciudad de México, donde ingresó a una escuela de invidentes para ser dependiente: “Aprendí muchas cosas, para valerme por mí misma”
“Tengo una hija, pero está lejos de mí, tiene 10 años. Está con su papá, es una historia muy triste; él me alejó de ella, me la quitó, intenté hacer muchas cosas por Daniela, ella no tiene comunicación conmigo; su abuela y su papá le impiden que me busque”, narra mientras los ojos se le llenan de lágrimas.