Las palabras vertidas en esta nota no hacen justicia al amplísimo abanico de ofertas gastronómicas que hay en Acaxochitlán, Pueblo Mágico de Hidalgo, que además también es Pueblo con Sabor.
Estos manjares se cocinan ya sea a la leña, al carbón, bajo la tierra, en hornos artesanales, entre la yerba, en un comal, o en ollas de barro que fueron antes diseñadas y forjadas por manos de indígenas cuyos conocimientos ancestrales se mantienen hasta nuestros días.
Es así que en este municipio, “donde florece el carrizo”, también florecen algunos retoños comestibles, platos que acompañan a la gente de este pintoresco pueblo desde generaciones pioneras, propias de su herencia nahua y otomí.
Y es que oficialmente, dado el tiempo de Cuaresma, comenzó la temporada de los pemuches, también llamados quemites o hasta colorines, mote que se le da para recordar su rojizo tono el cual se extiende por sus muy particulares pétalos. Seguro las has visto, porque brotan de las “piñitas” de los árboles y destacan porque parecen un penacho.
Así y tras su debido tratamiento en las cocinas, se van directo a la cazuela, para sazonarse entre lumbres y calores que despiertan sabores y que abrazan ese delicado efecto que tanto ayuda al “mal del puerco”.
¿Cómo preparar la flor de quemite?
Hay diversas maneras de prepararlo, ya sea con huevito revuelto, o bien, una de las más clásicas, con preparación de huevo y capeado para hacer unas tortitas.
Las tortitas se bañan en salsas de distintos matices, incluso pueden sumergirse en mole y entonces la experiencia golosa seguramente te lleve a otras latitudes del arte culinario tradicional.
Cabe mencionar que en Acaxochitlán, se colectan principalmente en las localidades de clima cálido, tales como San Juan, Toxtla o Santa Catarina.
Debido a la toxicidad inherente de estas flores, en Acaxochitlán se sabe que los quemites dotan de un efecto “adormecedor”, consecuencia de las toxinas en su composición química. Pero no es para alarmarse, de hecho, los antiguos mexicanos, en específico los mexicas, creían que el árbol de Colorín era sagrado y usado para fines medicinales.
Tenía asimismo para ellos una función espiritual, pues nuestros antepasados creían que consumiéndola, era posible ver el futuro y convertirse en portadores de artes para la adivinación.
Lo anterior, como mencionamos, debido a que las flores contienen alcaloides como la eritralina y la erisodina, que al ingerirse pueden ser tóxicas; además de que las semillas tienen eritroidina (paralizante de músculos), así como eritroresina, emético, coralina y ácido eritrico.
No obstante, en la medicina tradicional, estos componentes son buenos para calmar el dolor de muelas, para la elaboración de sedantes o infusiones hipnóticas y hasta para controlar las convulsiones. Volviendo al plato, cuando la ingerimos pueden ser una rica fuente de proteínas y lípidos, sin mencionar por supuesto el satisfactorio festín de texturas y esencias que viajan por el paladar y endulzan las narices.