/ viernes 10 de septiembre de 2021

Tras la desesperación, los minutos de angustia y tristeza

Los que perdieron todo, los que no saben qué hacer y los que ayudan

Tras los momentos de desesperación y angustia, primero, por salvar sus vidas, vienen, después, los minutos de reflexión, tristeza y dolor, cuando ven que su patrimonio ha sido severamente dañado, o no ha quedado nada. Son historias reales de quienes, en Tula, fueron afectados por el desbordamiento del río, ocurrido la noche del lunes y madrugada del martes.

“Nadie nos avisó”, dice, con profundo dolor, Alejandro Parra Martínez, propietario del negocio El Portal Ink, de elaboración de tatuajes, que desapareció prácticamente porque se lo llevó el agua.

Su estudio había ganado reconocimiento y, con sus esfuerzos, él había logrado adquirir equipo para tatuar y el mobiliario para hacer del sitio un espacio agradable y cómodo para sus clientes, además de que en el lugar tenía almacenadas pertenecías de gran valor sentimental.

Hoy, no le queda nada, pero lo que más le duele, dice, es que tampoco queda nada del patrimonio de sus abuelos, Manuel Parra y Teresa Montoya, quienes viven en la misma propiedad, en el andador turístico Quetzalcóatl, a unos pasos del puente colgante de la calle 16 de enero.

Como él, Susana Luna vivió su peor pesadilla, con el desbordamiento del río Tula.

Su negocio de marcos y cristales para fotografías quedó casi convertido en ruinas; sólo unas cuantas piezas, contadas y no en muy buen estado, lograron salvarse de la destrucción.

“Era nuestro único sustento. De eso vivimos. Son más de 45 años de tradición familiar en el negocio, de generación en generación, y hoy quedó casi destruido en su totalidad”, revela.

Muchos animales perdieron la vida tras las inundaciones


Más aún, confía: “Había trabajos por entregar. Nos habían dejado adelantos. No sé que vamos hacer, no sé cómo vamos a responder”.

Sobre sus pertenecías personales, da gracias a Dios que se salvaron. Pero no les pasó nada debido a que, con su familia, viven en el segundo piso del inmueble, donde ya no llegó el agua.

La historia no fue diferente para Don Fernando Escamilla, cuya vivienda, en su primer piso, literalmente quedó cubierta por el agua, porque solamente faltaron diez centímetros para que el agua que se desbordó del río Tula, llegara al techo.

Se salvó no sólo él, sino también su familia, porque no dudaron en subir, en lo inmediato, al segundo piso, donde permanecieron la noche del lunes y madrugada del martes, hasta que el mismo martes, ya por la mañana, una unidad “anfibio”, de rescate, los sacó del lugar.

Calles y avenidas totalmente enlodadas tras la inundación


Ayer, luego de que el agua bajó su nivel, regresó, junto con sus seres queridos a revisar su patrimonio. Todo, menciona, quedó inservible; hasta la barda de concreto y tabique de la parte trasera quedó convertida en pedazos.

Pero ante la contingencia, hay luces que, metafóricamente hablando, se encienden e iluminan el camino. La “Güera Vega” es una de ellas.

María de la Luz Vega Lozano, la “Güera Vega”, no es de muchos recursos económicos, pero los pocos que tiene, los usa para solidarizarse con las familias en desgracia.

“Es tiempo de ayudar a la gente de Tula”, menciona, mientras apila frente a su casa, en un pequeño espacio, ropa, alimentos y artículos de limpieza que llevará a los damnificados, a los que están en albergues porque el agua destruyó todo su patrimonio y necesitan ayuda.

Tras los momentos de desesperación y angustia, primero, por salvar sus vidas, vienen, después, los minutos de reflexión, tristeza y dolor, cuando ven que su patrimonio ha sido severamente dañado, o no ha quedado nada. Son historias reales de quienes, en Tula, fueron afectados por el desbordamiento del río, ocurrido la noche del lunes y madrugada del martes.

“Nadie nos avisó”, dice, con profundo dolor, Alejandro Parra Martínez, propietario del negocio El Portal Ink, de elaboración de tatuajes, que desapareció prácticamente porque se lo llevó el agua.

Su estudio había ganado reconocimiento y, con sus esfuerzos, él había logrado adquirir equipo para tatuar y el mobiliario para hacer del sitio un espacio agradable y cómodo para sus clientes, además de que en el lugar tenía almacenadas pertenecías de gran valor sentimental.

Hoy, no le queda nada, pero lo que más le duele, dice, es que tampoco queda nada del patrimonio de sus abuelos, Manuel Parra y Teresa Montoya, quienes viven en la misma propiedad, en el andador turístico Quetzalcóatl, a unos pasos del puente colgante de la calle 16 de enero.

Como él, Susana Luna vivió su peor pesadilla, con el desbordamiento del río Tula.

Su negocio de marcos y cristales para fotografías quedó casi convertido en ruinas; sólo unas cuantas piezas, contadas y no en muy buen estado, lograron salvarse de la destrucción.

“Era nuestro único sustento. De eso vivimos. Son más de 45 años de tradición familiar en el negocio, de generación en generación, y hoy quedó casi destruido en su totalidad”, revela.

Muchos animales perdieron la vida tras las inundaciones


Más aún, confía: “Había trabajos por entregar. Nos habían dejado adelantos. No sé que vamos hacer, no sé cómo vamos a responder”.

Sobre sus pertenecías personales, da gracias a Dios que se salvaron. Pero no les pasó nada debido a que, con su familia, viven en el segundo piso del inmueble, donde ya no llegó el agua.

La historia no fue diferente para Don Fernando Escamilla, cuya vivienda, en su primer piso, literalmente quedó cubierta por el agua, porque solamente faltaron diez centímetros para que el agua que se desbordó del río Tula, llegara al techo.

Se salvó no sólo él, sino también su familia, porque no dudaron en subir, en lo inmediato, al segundo piso, donde permanecieron la noche del lunes y madrugada del martes, hasta que el mismo martes, ya por la mañana, una unidad “anfibio”, de rescate, los sacó del lugar.

Calles y avenidas totalmente enlodadas tras la inundación


Ayer, luego de que el agua bajó su nivel, regresó, junto con sus seres queridos a revisar su patrimonio. Todo, menciona, quedó inservible; hasta la barda de concreto y tabique de la parte trasera quedó convertida en pedazos.

Pero ante la contingencia, hay luces que, metafóricamente hablando, se encienden e iluminan el camino. La “Güera Vega” es una de ellas.

María de la Luz Vega Lozano, la “Güera Vega”, no es de muchos recursos económicos, pero los pocos que tiene, los usa para solidarizarse con las familias en desgracia.

“Es tiempo de ayudar a la gente de Tula”, menciona, mientras apila frente a su casa, en un pequeño espacio, ropa, alimentos y artículos de limpieza que llevará a los damnificados, a los que están en albergues porque el agua destruyó todo su patrimonio y necesitan ayuda.

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