/ jueves 30 de diciembre de 2021

Vicente Fernández quería potreros en Epazoyucan

Vecinos de San Miguel Nopalapa recuerdan su estancia, y algunos, su colaboración con él

En 1983 el cine mexicano lanzó la película “Un hombre llamado el diablo”, protagonizada por el famoso cantante Vicente Fernández, quien grabó escenas en tres municipios de Hidalgo: Epazoyucan, Zempoala y Huasca de Ocampo.

El llamado también “Charro de Huentintán” quedó conmocionado con la hacienda de San Miguel Nopalapa ubicada en la comunidad del mismo nombre, en Epazoyucan, tanto que le hizo una oferta al dueño para comprarla, y ahí, en sus 128 hectáreas de terreno, construir potreros.

No se logró la compra y hasta ahí quedó lo que pudo ser una propiedad del tan aclamado y hoy finado cantante de regional mexicano, según narran vecinos de la comunidad que participaron en el filme y que recuerdan los momentos a casi 40 años de su grabación.

“En ese sitio no grabó don chente (aunque siempre estuvo aquí), pero sí el actor Miguel Ángel Rodríguez, recuerdo una escena en la que un hombre marcaba un becerro y luego le daba un infarto, fue aquí dentro de la hacienda, cuenta el señor Germán, quien vive a escasos metros de la locación.

Su tía, doña Leonor, fue quien prestó su casita de adobe para que se grabaran otras escenas de la película.

“La lluvia les ganaba cuando estaban trabajando y los actores se metían corriendo a refugiarse, una vez nos agarraron comiendo, yo había traído nopales frescos y les ofrecí un taco, primero no quisieron pero ya luego si se lo echaron, dijo doña Leonor, quien entre risas también recordó que Vicente Fernández llegaba en su caballo blanco, animal que junto con otros, destrozó sus arbolitos que recién acababa de sembrar.

Su esposo, el señor Hilario, recordó que en ese tiempo él trabajaba como albañil y le ofrecieron participar como extra. “Yo le hacía como que cargaba unos costales junto con varios de la comunidad, me acuerdo que me pagaron 50 pesos que en ese tiempo era buen dinero, mencionó al tiempo que mostraba la casa de adobe, ya reconstruida, en donde los actores grabaron escenas, ahí se pudo apreciar un tinajero ya ladeado y medio descarapelado. “Ese lo acabábamos de estrenar justo cuando vinieron a grabar, ahora ya está re viejo”, indicó con humor don Hilario.

Tiene menos de un mes que “El charro de Huentintán” falleció por complicaciones de salud, pero es recordado a su paso por tierras hidalguenses que pudieron incluso ser de él, esto por su buen trato con la gente y por lo inusual que resultó para los habitantes formar parte de una de sus tantas películas.

En 1983 el cine mexicano lanzó la película “Un hombre llamado el diablo”, protagonizada por el famoso cantante Vicente Fernández, quien grabó escenas en tres municipios de Hidalgo: Epazoyucan, Zempoala y Huasca de Ocampo.

El llamado también “Charro de Huentintán” quedó conmocionado con la hacienda de San Miguel Nopalapa ubicada en la comunidad del mismo nombre, en Epazoyucan, tanto que le hizo una oferta al dueño para comprarla, y ahí, en sus 128 hectáreas de terreno, construir potreros.

No se logró la compra y hasta ahí quedó lo que pudo ser una propiedad del tan aclamado y hoy finado cantante de regional mexicano, según narran vecinos de la comunidad que participaron en el filme y que recuerdan los momentos a casi 40 años de su grabación.

“En ese sitio no grabó don chente (aunque siempre estuvo aquí), pero sí el actor Miguel Ángel Rodríguez, recuerdo una escena en la que un hombre marcaba un becerro y luego le daba un infarto, fue aquí dentro de la hacienda, cuenta el señor Germán, quien vive a escasos metros de la locación.

Su tía, doña Leonor, fue quien prestó su casita de adobe para que se grabaran otras escenas de la película.

“La lluvia les ganaba cuando estaban trabajando y los actores se metían corriendo a refugiarse, una vez nos agarraron comiendo, yo había traído nopales frescos y les ofrecí un taco, primero no quisieron pero ya luego si se lo echaron, dijo doña Leonor, quien entre risas también recordó que Vicente Fernández llegaba en su caballo blanco, animal que junto con otros, destrozó sus arbolitos que recién acababa de sembrar.

Su esposo, el señor Hilario, recordó que en ese tiempo él trabajaba como albañil y le ofrecieron participar como extra. “Yo le hacía como que cargaba unos costales junto con varios de la comunidad, me acuerdo que me pagaron 50 pesos que en ese tiempo era buen dinero, mencionó al tiempo que mostraba la casa de adobe, ya reconstruida, en donde los actores grabaron escenas, ahí se pudo apreciar un tinajero ya ladeado y medio descarapelado. “Ese lo acabábamos de estrenar justo cuando vinieron a grabar, ahora ya está re viejo”, indicó con humor don Hilario.

Tiene menos de un mes que “El charro de Huentintán” falleció por complicaciones de salud, pero es recordado a su paso por tierras hidalguenses que pudieron incluso ser de él, esto por su buen trato con la gente y por lo inusual que resultó para los habitantes formar parte de una de sus tantas películas.

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